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LDERES EN GUERRA: - Aníbal Romero

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T. E. Lawrence «de Arabia» escribió este extraordinario pasaje: «Todos los<br />

hombres sueñan, pero no de la misma manera. Aquellos que sueñan por la noche<br />

entre los repliegues polvorientos de su mente, se despiertan con el día y sueñan que<br />

todo era vanidad; pero los soñadores diurnos son hombres peligrosos porque<br />

pueden actuar su sueño con los ojos abiertos, para tornarlo posible» 5 . Hitler era uno<br />

de esos «soñadores diurnos»; sus sueños eran de destrucción, terror y muerte, y a<br />

pesar de que en numerosas ocasiones los describió públicamente, no muchos se<br />

atrevieron a creerle, o a tomar oportunamente las medidas necesarias para impedir<br />

su realización. Una vez que la maquinaria motorizada por sus descontroladas<br />

ambiciones empezó a funcionar, sólo una maquinaria muy superior pudo detenerla.<br />

Hitler el político sucumbió ante Hitler el aventurero. Según Spranger: «Como<br />

trágica disposición se observa con frecuencia en el ávido de poder una vasta<br />

fantasía en la que se envuelve a sí mismo, en vez de ponderar con espíritu realista<br />

hombres y circunstancias» 6 . Hitler creó una imagen de sí mismo: una imagen de<br />

infalibilidad, de fuerza irresistible, de realizador de milagros políticos y militares; sus<br />

éxitos iniciales le condujeron a ello, pero la imagen le embriagó, perdió toda<br />

capacidad de cuestionarla, su cinismo se esfumó, perdió el sentido de los límites, su<br />

mundo se redujo a sus sueños y le llevó a la ruina.<br />

En sus Diarios, escritos secretamente en la prisión de Spandau, Albert Speer,<br />

uno de los hombres que estuvo más cerca de Hitler, hace unas reflexiones de gran<br />

interés dentro de este contexto. Speer dice que: «Todos nos fascinamos ante las<br />

grandes personalidades históricas; y aun si un hombre de hecho no lo era, y sólo<br />

actuaba su parte con un poco de habilidad, nos postrábamos a sus pies. Eso ocurrió<br />

en el caso de Hitler. Pienso que su éxito se explica hasta cierto punto por la<br />

imprudencia con la que pretendía ser un gran hombre» 7 . La definición de<br />

«grandeza» en la historia depende, desde luego, del punto de vista que se asuma:<br />

¿qué hizo «grande» a Federico «el Grande», o a Alejandro «Magno»? Podría<br />

construirse un sólido argumento, de fundamentos éticos, para calificarlos de<br />

«grandes asesinos» en vez de «grandes conquistadores». Sin embargo, la<br />

observación de Speer es importante, pues apunta hacia una de las características de<br />

la personalidad de Hitler que mayores resultados le dio a lo largo de su carrera<br />

política: su capacidad de dramatizar, de actuar, de asumir un papel e imponerlo con<br />

total eficacia sobre las más diversas audiencias. Mucho se ha escrito acerca de la<br />

habilidad de Hitler en el manejo de la sicología de masas y sobre su gran<br />

magnetismo personal. Su fuerza comenzó a decaer cuando los sucesivos triunfos le<br />

convencieron de que su magia como individuo y su voluntad superarían todos los<br />

obstáculos, lo cual le llevó a perder conciencia de los límites y a distorsionar la<br />

realidad de acuerdo con los dictados de su fantasía.<br />

____________________________________________________________________<br />

5. Citado por Roger Stephane: Retrato del Aventurero, Ediciones de la Flor, Buenos Aires,<br />

1968, p. 10.<br />

6. E. Spranger, ob. cit, p. 168.<br />

7. Albert Speer: Spandau: the Secret Diaries, Fontana, London, 1976, p. 44.<br />

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