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(ii) Hitler y sus Generales<br />
Las relaciones entre Hitler y buen número de sus más importantes generales<br />
nunca fueron del todo buenas, y estuvieron caracterizadas por crisis recurrentes que<br />
de hecho impidieron la constitución de un comando militar unificado y coherente<br />
durante la Segunda Guerra Mundial. Hitler desconfiaba de sus generales, y veía a la<br />
mayoría de ellos como reaccionarios y tradicionalistas, incapaces de llevar a cabo la<br />
guerra con la suficiente convicción ideológica. Hitler sabía muy bien que su llegada al<br />
poder se había debido en buena parte a la actitud favorable del ejército. Como lo<br />
declaró en Septiembre de 1933: «En este día debemos recordar particularmente el<br />
papel jugado por nuestro ejército, pues todos sabemos que si el ejército no se<br />
hubiese puesto de nuestro lado durante el proceso de nuestra revolución, no<br />
estaríamos ahora aquí» 49 . El líder nazi tenía deudas políticas con la oficialidad que<br />
no quería pagar, y no estuvo nunca satisfecho con la relativa autonomía de que pudo<br />
por un tiempo disfrutar el ejército con respecto a los nacional-socialistas. Las fuerzas<br />
armadas alemanas retuvieron, al menos hasta finales de 1941, un mayor grado de<br />
independencia que cualquier otra institución en el Estado nazi; como Hitler decía: «el<br />
Estado Mayor es la única Orden Masónica que todavía no he disuelto» 50 . Para<br />
Hitler, los generales no abiertamente pro-nazis, y aun muchos de éstos,<br />
representaban una tradición aristocrática que era incapaz de comprender y que<br />
rechazaba; les veía como conspiradores potenciales y como rivales, como<br />
portavoces de un profesionalismo sin imaginación y poco permeable a sus<br />
«intuiciones» políticas.<br />
En cuanto a la actitud de los generales hacia Hitler es posible discernir<br />
importantes diferencias, no sólo entre diversos grupos de oficiales, sino también<br />
entre las diversas ramas de las fuerzas armadas. Los líderes de la marina y la<br />
aviación eran leales al régimen nazi; en la oficialidad de las fuerzas terrestres, sin<br />
embargo, las opiniones variaban. Los generales más antiguos, conservadores y<br />
cautelosos, eran escépticos ante las ideas militares y políticas de Hitler y estaban<br />
poco dispuestos a tomar plenamente en serio sus ambiciosos pronunciamientos<br />
sobre conquistas futuras. Algunos de estos hombres, como Warlimont por ejemplo,<br />
llegaron a despreciar a Hitler; otros admiraban sus cualidades como político y su<br />
habilidad para entender los factores técnicos y sicológicos de la guerra moderna, por<br />
lo tanto, como ocurrió con Reichenau, Paulus y Bush, le sirvieron con lealtad. El<br />
grupo más importante estaba compuesto por los «nuevos profesionales», hombres<br />
de las nuevas generaciones cuya actividad innovadora llamó tempranamente la<br />
atención de Hitler y sobre los cuales el jefe nazi mostró un favoritismo poco usual.<br />
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49. Citado por A. Bullock: Hitler: A Study..., ob. cit., p. 249.<br />
50. Citado por Michael Howard: «Hitler and his Generals», en Studies in War and Peace, Temple<br />
Smith, London, 1970, p. 112.<br />
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