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tres millones y medio de habitantes, que por sí misma no amenazaba a nadie, la<br />
posición geográfica de Finlandia y su potencial estratégico podían ser explotados por<br />
otro gran poder, y era esto lo que preocupaba al gobierno soviético en sus<br />
negociaciones con los representantes finlandeses, particularmente entre 1938 y<br />
1939.<br />
El estudio de la guerra entre Finlandia y la URSS tiene interés ante todo como<br />
ejemplo de las dificultades y dilemas especiales que afronta un «pequeño Estado»<br />
en el esfuerzo de garantizar su seguridad y defensa nacional. Cuando a mediados de<br />
1939 los soviéticos comenzaron a ejercer presión diplomática para que Finlandia<br />
hiciese una serie de concesiones que permitiesen a la URSS mejorar las defensas<br />
de Leningrado y de sus vías de acceso, el gobierno finlandés tenía dos opciones: o<br />
acceder a las proposiciones soviéticas —que, como veremos, ofrecían<br />
compensación a Finlandia—, lo cual significaba romper la neutralidad del país, o<br />
rechazar esas demandas, lo cual implicaba el riesgo de guerra con un poder<br />
enormemente superior. Los dirigentes políticos finlandeses escogieron este último<br />
camino a pesar de la oposición de sus consejeros militares. Las razones para ello<br />
fueron: en primer lugar, la subestimación de la capacidad militar del Ejército Rojo y<br />
de la voluntad política soviética de lograr sus objetivos en Finlandia, y en segundo<br />
lugar, la idea equivocada de que Finlandia contaría con la pronta ayuda de otros<br />
poderes, bien fuese éste Alemania o Francia y Gran Bretaña, en un enfrentamiento<br />
bélico contra la URSS.<br />
Las apreciaciones del gobierno finlandés eran erróneas, y correspondió a un<br />
militar, el mariscal C. G. Mannerheim, cuestionar la posición de los dirigentes<br />
políticos de su país. En Febrero-Marzo de 1939 los soviéticos realizaron un nuevo<br />
esfuerzo de negociación directa a través de un emisario que fue enviado a Helsinski<br />
con la siguiente proposición: en lugar de pedir una base militar en la isla de<br />
Suursaari, lo cual podía interpretarse como una ruptura de la neutralidad finlandesa,<br />
la Unión Soviética «alquilaría», o cambiaría por otros territorios, el grupo de<br />
pequeñas islas en el Golfo de Finlandia que cubren las vías marítimas hacia<br />
Leningrado. Al ser consultado al respecto, el mariscal Mannerheim, quien pocos<br />
meses después conduciría gallardamente a sus tropas ante la invasión soviética,<br />
aconsejó a su gobierno que abriese urgentemente las negociaciones y que no dejase<br />
al emisario de Stalin con las manos vacías, ya que un pequeño Estado como<br />
Finlandia no podía darse el lujo de rechazar de plano las propuestas de una gran<br />
potencia en búsqueda de mayor seguridad para sus áreas vitales. En esto<br />
Mannerheim fue «más político» que los propios dirigentes políticos de su país, los<br />
cuales rehusaron seguir sus consejos, adoptando una postura totalmente rígida de<br />
«no concesiones» frente a la URSS.<br />
Las apreciaciones en que los gobernantes finlandeses basaban su actitud<br />
inflexible eran erróneas, sobre todo en lo referente a la posibilidad de recibir ayuda<br />
concreta (militar) de otros poderes. Alemania, al firmar el Pacto de no-agresión con la<br />
URSS, había definido una posición que era muy clara: Hitler había logrado conjurar<br />
la amenaza de guerra en dos frentes, y dirigiría sus tanques primeramente contra el<br />
frente occidental. Los nazis no iban a echar por tierra esa conquista diplomática para<br />
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