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Entre 1918 y 1921, una etapa crucial para la reconstrucción de las fuerzas armadas,<br />
Churchill ocupó posiciones claves como Ministro del Aire y de Guerra. Su acción allí<br />
desilusionó hondamente a aquellos oficiales que confiaban en la destreza estratégica<br />
de Churchill y en su capacidad para comprender los nuevos avances de la tecnología<br />
militar. Fue Churchill quien en 1919 propuso la fórmula según la cual las<br />
estimaciones en los gastos de defensa debían llevarse a cabo en base al supuesto<br />
de que no habría guerra en los diez años siguientes, y en 1928 el gabinete británico<br />
dio su aprobación formal a esta «regla de los diez años». En la medida en que<br />
Churchill vislumbraba una amenaza contra Gran Bretaña, pensaba que ésta provenía<br />
de la Unión Soviética, pero no era fácil sostener que un país tan convulsionado<br />
internamente pudiese abrigar intenciones agresivas hacia una potencia imperial.<br />
Al encargarse del Ministerio del Aire en 1919, Churchill se encontró con un<br />
plan elaborado por el Estado Mayor Aéreo para crear 154 escuadrones, de los<br />
cuales 40 serían utilizados para la defensa de las islas británicas. Con su visto<br />
bueno, este proyecto se redujo a la creación de tan sólo 22 escuadrones, dos de<br />
ellos para la defensa del país y el resto para actuar en misiones de bombardeo. Al<br />
cesar sus funciones en este ministerio en 1921 el diario «The Times» comentó que:<br />
(«Churchill) abandona el cuerpo volador británico en su último estertor, cuando lo<br />
único que queda es hacerle un funeral militar». Como Ministro de Finanzas, entre<br />
1924 y 29, Churchill permitió una progresiva reducción de los gastos de defensa, en<br />
particular en lo referente al ejército de tierra. Churchill, así como gran parte de sus<br />
compatriotas, se había convertido de nuevo al «aislacionismo» luego de la Primera<br />
Guerra Mundial. Una vez obtenida la victoria. Gran Bretaña debía separarse aún más<br />
del continente y descansar segura tras la barrera de protección que le proporcionaba<br />
su marina de guerra. Paradójicamente, Churchill tuvo mucho que ver con la<br />
reducción en las capacidades militares británicas en los años 20 que él mismo<br />
denunciaría con enorme fervor la década siguiente.<br />
Lanzado a combatir la revolución y preservar el orden, Churchill no percibió<br />
sino hasta muy tarde el significado de los cambios sociales y políticos que se<br />
iniciaron con el triunfo de Mussolini en Italia en 1922. Desde 1919 Churchill había<br />
visto con mayor desdén que aprobación la creación de la «Liga de Naciones», el<br />
fallido intento de construir un pacto de seguridad colectiva en Europa. En el primer<br />
volumen de su historia de la Segunda Guerra Mundial, Churchill expresó que: «Era<br />
una política simple la de mantener a Alemania desarmada y a los poderes victoriosos<br />
adecuadamente armados por treinta años... y construir con mayor fuerza una<br />
verdadera Liga de Naciones capaz de garantizar el cumplimiento de los<br />
tratados»... 23 , pero lo cierto es que el propio autor de esas líneas contribuyó poco al<br />
logro de los objetivos mencionados, reaccionando cuando ya los peligros eran<br />
plenamente evidentes. La victoria fascista en Italia no fue vista por Churchill como un<br />
hecho negativo para la paz en Europa. Churchill admiraba a Mussolini como el<br />
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23. W. S. Churchill: The Gathering Storm, Cassell, London, 1969, p. 14.<br />
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