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ase material se la daban algunas colonias y el apoyo británico. En consecuencia,<br />
para Churchill y para el mundo, o bien De Gaulle representaba a Francia o no era<br />
nada. «Este era el secreto de su éxito... Él podía ser reducido a nada, por ello era<br />
incansable en pedirlo todo» 55 . Se dice que en una ocasión Stalin preguntó a alguien<br />
que le hablaba del poder del Papado: «¿Y cuántas divisiones tiene el Papa?» Algo<br />
semejante podría haberse preguntado sobre De Gaulle: ¿de dónde viene su poder?,<br />
¿cuáles son sus fundamentos?, ¿en qué se sostiene? Para sus aliados no era<br />
siempre fácil hallar una respuesta, y De Gaulle lo sabía: «Ese jefe de Estado sin<br />
Constitución, sin electores, sin capital, que hablaba en nombre de Francia; ese oficial<br />
que portaba tan escasas estrellas sobre sus hombros... ese francés que había sido<br />
condenado por el gobierno "legal", vilipendiado por numerosos notables y combatido<br />
por una parte de las tropas... no podía sino causar asombro y perturbar el<br />
conformismo de los militares británicos y norteamericanos» 56 . Se trataba de un<br />
hombre que había decidido levantar, él solo, la bandera de su país en medio de una<br />
atroz derrota; ésa era su magia, el impacto que ejerce una personalidad que se eleva<br />
en los momentos críticos para retar al destino. Para De Gaulle no era suficiente<br />
derrotar a Hitler; lo esencial era restaurar a Francia como poder en el mundo, y así lo<br />
logró, basado en la confianza en sí mismo. De Gaulle se hizo Francia, convencido de<br />
que el interés supremo de su país no se identificaba con lo que de él quisiesen hacer<br />
los franceses en un momento dado. Su responsabilidad era grave, y sólo con un<br />
fervor casi místico podía asumirla.<br />
El llamado de De Gaulle encontró eco en un valioso grupo de franceses, que<br />
poco a poco fue creciendo, así como la intensidad de la resistencia contra el invasor.<br />
En términos concretos de batallas y triunfos militares, la contribución de Francia a la<br />
victoria aliada fue relativamente secundaria; no obstante, y gracias en lo esencial a la<br />
epopeya política de De Gaulle, Francia volvió en 1945 a ocupar su rango dentro de<br />
las potencias europeas. De Gaulle había buscado que el arreglo final de paz no se<br />
llevase a cabo sin la participación de Francia, y si bien no obtuvo todo lo que quería,<br />
sus logros fueron muy significativos. La humillación sufrida en 1940 quedó<br />
minimizada por el gesto desafiante de ese «general de pocas estrellas» que había<br />
sabido resguardar el honor de su país. Los dirigentes que aceptaron el armisticio de<br />
Hitler, comprometiendo el Estado y la dignidad nacional, habían entregado la<br />
independencia y por lo tanto perdieron toda legitimidad. Lo que hizo De Gaulle fue<br />
convertirse en portador de la soberanía francesa, rescatando la voluntad de<br />
resistencia, colocando la guerra en su contexto político y haciendo la guerra<br />
políticamente hasta llegar a la mesa de los vencedores sin haber obtenido grandes<br />
triunfos militares. De Gaulle encarnó la esencia más profunda de las ideas<br />
clausewitzianas sobre la defensa como la forma más fuerte de la guerra, y trasladó<br />
consigo el espacio y el tiempo en el reto de un hombre contra el destino.<br />
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55. A. J. P. Taylor: Europe..., ob. cit., p. 311.<br />
56. De Gaulle: L´Unité, ob. cit., p. 321.<br />
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