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LDERES EN GUERRA: - Aníbal Romero

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Desde el momento en que la derrota militar comenzó a perfilarse en el<br />

horizonte. De Gaulle se planteó la necesidad de proseguir el combate, de no aceptar<br />

un armisticio humillante y de hacer uso del espacio, del tiempo y de los aliados para<br />

preservar el honor de Francia y la posibilidad de una restitución nacional en el futuro.<br />

La guerra que Hitler desencadenaba era una guerra mundial; Francia podía caer,<br />

pero había otros sitios desde los cuales continuar la lucha. A pesar de encontrarse,<br />

como el resto del ejército francés, en plena retirada. De Gaulle reflexionaba de la<br />

forma siguiente en Mayo de 1940: «Acantonado en la región de Picardie, no me hago<br />

ilusiones, pero me propongo mantener la esperanza. Si a fin de cuentas la situación<br />

no puede ser restaurada en la Francia continental, habrá que restablecerla en otra<br />

parte. Allí está el Imperio, que ofrece sus recursos, y la flota que puede protegerlos.<br />

El pueblo, que de todas formas tendrá que experimentar la invasión, también está<br />

allí, y la República puede llevarlo a la resistencia, terrible ocasión de unidad. El<br />

mundo entero está allí, que puede suministrarnos nuevas armas y un gran apoyo.<br />

Una pregunta lo domina todo: ¿serán capaces los poderes públicos, pase lo que<br />

pase, de colocar el Estado fuera del alcance enemigo, conservar la independencia y<br />

salvaguardar el porvenir?» 47 . Esa era la cuestión esencial: Francia iba a ser<br />

derrotada militarmente, pero ello no implicaba necesariamente el cese de la<br />

resistencia; era posible resistir, proteger la llama del irredentismo ante el invasor. No<br />

se trataba de actuar en forma ilusa o romántica; los recursos existían: todo un<br />

imperio, una armada imbatida, aliados dispuestos a colaborar. Sólo faltaba la<br />

voluntad de salvar el Estado.<br />

En los primeros días de Junio de 1940, De Gaulle manifestó sus ideas al<br />

general Weygand, Comandante en jefe de las fuerzas armadas, y éste le respondió<br />

así: «¿El Imperio?, ¡pero esto es infantil! En cuanto al mundo, cuando yo sea<br />

derrotado aquí, Inglaterra no esperará ni ocho días para negociar con el Reich» 48 .<br />

De Gaulle había esperado otra respuesta, pero no pasó mucho tiempo antes de que<br />

cayese en cuenta de que era muy poco lo que podía hacer para convencer a los<br />

líderes de la Tercera República de que adoptasen una actitud más firme: «De hecho,<br />

en medio de una nación postrada y estupefacta, tras un ejército sin fe y sin<br />

esperanza, la máquina del poder se hundía en una irremediable confusión» 49 . En<br />

esos días finales, ante el marasmo y la renuncia de los dirigentes nacionales, De<br />

Gaulle supo elevarse a la altura del momento histórico y asumir la dignidad de su<br />

país en su persona. Por sobre todo. De Gaulle tuvo fe en que Gran Bretaña no<br />

cedería ante Hitler, y que el Imperio, numerosos sectores de las fuerzas armadas y<br />

una mayoría de franceses le acompañarían en el rechazo de un armisticio que<br />

colocaría a Francia bajo el yugo de un conquistador victorioso. En cuanto a lo<br />

primero. De Gaulle no se equivoco; pero en relación con el apoyo de los franceses la<br />

lucha fue más larga y difícil. Pero para De Gaulle lo fundamental en esa hora crucial<br />

no era sumar voluntades a su causa sino mantener vivo el honor de Francia:<br />

___________________________________________________________________<br />

47. Ibid., p. 52.<br />

48. Ibid., p. 59.<br />

49. Ibid., pp. 64.65.<br />

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