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la victoria, lo hizo sin duda con los ojos abiertos. Churchill supo expresar esa<br />
resolución; no obstante, las críticas de un Liddell Hart se basaban en una<br />
consideración de gran importancia política. En un memorando profético titulado «El<br />
Futuro Balance Europeo», fechado el 1 de Octubre de 1943, Liddell Hart vio con gran<br />
claridad que la Unión Soviética reemplazaría a Alemania como el poder dominante<br />
sobre el continente; según el estratega británico, a largo plazo ese predominio<br />
soviético podría ser aún más peligroso que la hegemonía alemana: «Las<br />
consecuencias inmediatas de la victoria serán probablemente la ocupación por parte<br />
del Ejército Rojo de la totalidad de Europa Central y una gran parte de Alemania.<br />
Sólo Rusia tendrá la fuerza para colocar un ejército de ocupación efectivo en esos<br />
países. Al mismo tiempo las fuerzas anglo-americanas ocuparán los países del sur<br />
de Europa y algunas secciones de Alemania.» Gran Bretaña se hallaría entonces en<br />
una difícil posición entre los dos grandes poderes, pero del lado opuesto del Atlántico<br />
y demasiado cerca de los soviéticos. El único otro Estado que podía servir de barrera<br />
estaba siendo aplastado bajo la política de «rendición incondicional»: «La ironía de la<br />
situación —escribió Liddell Hart en el mencionado memorando— se encuentra en<br />
que el logro de nuestra meta de victoria total conducirá a la destrucción de la única<br />
otra fuente de fuerza real» 31 .<br />
El análisis de Liddell Hart pasaba por alto el hecho de que la política de<br />
«rendición incondicional» no había sido simplemente «elegida» por los aliados, sino<br />
que era en buena parte el resultado de las políticas hitlerianas de conquista y<br />
subyugación. Sin embargo, Liddell Hart apuntó tempranamente hacia un problema<br />
acerca del cual Churchill tomó conciencia relativamente tarde, tratando entonces de<br />
manipularlo y controlarlo a través de angustiosas maniobras diplomáticas. Ese<br />
problema, ese nuevo reto, estaba representado por el triunfo de las armas soviéticas<br />
sobre los ejércitos de Hitler. Churchill veía la guerra esencialmente como un conflicto<br />
entre Estados, y su mentalidad conservadora no le ayudaba a percibir las profundas<br />
conmociones sociales y políticas que el conflicto llevaba aparejadas. La guerra<br />
mundial estaba desatando una revolución en Europa y en otros continentes y estaba<br />
transformando radicalmente el balance de poder. La definición de victoria que había<br />
dado Churchill en sus primeras actuaciones como Primer Ministro, una definición<br />
militar y no política, pronto se mostró insuficiente. Churchill había dicho el 21 de<br />
Junio de 1941: «Tengo sólo un propósito: la destrucción de Hitler; de esa manera mi<br />
vida se simplifica. Si Hitler invadiese el infierno yo haría al menos una referencia<br />
favorable al diablo en la Cámara de los Comunes» 32 . Al día siguiente, Hitler invadió<br />
la Unión Soviética, y Churchill de inmediato ofreció toda ayuda posible a Stalin. La<br />
alianza anti-nazi comenzaba a fraguarse, pero sus protagonistas eran muy<br />
diferentes, y las consecuencias del combate mortal que acabaría en el «bunker» de<br />
Hitler sólo se revelaron con toda intensidad a Churchill en las etapas finales de la<br />
guerra.<br />
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31. Ibid., pp. 151. 152.<br />
32. W. S. Churchill: Germany drives East, Cassell, London, 1972, p. 336.<br />
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