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Como lo había demostrado la experiencia de varias guerras, en una situación tal la<br />
mayoría de los disparos hechos por los atacantes desde campo abierto contra las<br />
trincheras se perderían; en cambio, los disparos de los defensores extraerían un<br />
altísimo costo en bajas a sus adversarios.<br />
Este escenario, de ataques a campo traviesa destruidos por las armas de<br />
repetición y por la muralla infranqueable de las trincheras, fue claramente descrito<br />
por un autor polaco cuya obra: El Futuro de la Guerra, constituye una excepción<br />
dentro del pensamiento estratégico en el período precedente al estallido de la guerra.<br />
Iván Bloch no era un militar profesional, sino un banquero; no obstante sostenía que<br />
«las conclusiones a que llegan los expertos militares no son de ninguna manera<br />
inaccesibles a otras personas». De sus lecturas de los escritos de estrategas de la<br />
época, así como de sus propias investigaciones, Bloch concluyó que los nuevos<br />
desarrollos tecnológicos en las armas de fuego habían resultado en: a) la apertura de<br />
las batallas desde distancias mucho más amplias; b) la disgregación de las<br />
formaciones en el ataque; c) el fortalecimiento de la defensa; d) el crecimiento en la<br />
extensión global del campo de batalla, y e) el aumento en el número de bajas 2 .<br />
Bloch fue uno de los pocos que apreció el escaso realismo de los partidarios<br />
de la ofensiva a ultranza al estilo de Foch; sin embargo, a pesar del carácter a la vez<br />
acertado e incisivo de sus conclusiones, la obra de Bloch permaneció en general<br />
ignorada. Su muerte en 1902 le impidió analizar las experiencias de la guerra rusojaponesa<br />
de 1905 la cual confirmó en buena parte sus planteamientos.<br />
Foch y Bloch pueden considerarse representantes de las dos posiciones<br />
extremas de la controversia ofensiva-defensiva anterior a la guerra mundial. Por un<br />
lado, el énfasis de Foch en la superioridad de la ofensiva llevó a sus más ardientes<br />
discípulos a argumentar que las críticas a esa tesis eran signo de debilidad moral y<br />
de incapacidad sicológica para el mando. Por otro lado, Bloch, hondamente<br />
convencido de la veracidad de sus postulados concluyó que los costos humanos y<br />
materiales de una conflagración general serían tan altos que «la guerra se había<br />
hecho imposible».<br />
Desde cierto punto de vista Bloch tenía razón: en vista de sus costos<br />
probables, la guerra se había hecho «imposible» como acto racional de la política de<br />
los Estados participantes. El problema estaba en que, con muy escasas excepciones<br />
(entre las que se cuenta Lord Grey, Secretario británico del Exterior), los líderes<br />
políticos y militares que tomaron las decisiones de ir a la guerra en 1914 nunca<br />
imaginaron que los costos del conflicto serían tan extraordinariamente elevados, y<br />
que sus consecuencias políticas serían tan catastróficas para los poderes<br />
beligerantes.<br />
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2. Ibid., p. 219.<br />
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