Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Entre 1933, año de su ascenso al poder, y 1939 el Führer nazi supo avanzar paso a<br />
paso hacia la conquista de sus objetivos hegemónicos: primero fue la reocupación de<br />
la zona del Rin, luego la anexión de Austria, después vino el Pacto de Munich y más<br />
tarde la toma del resto de Checoslovaquia. De esta manera, a través de golpes<br />
individuales y sucesivos, manipulando los temores y las falsas esperanzas de sus<br />
adversarios, Hitler evitó presentarse como ese «peligro real», en la «gran<br />
emergencia» o las «circunstancias extremas» de que habían hablado Castierneagh y<br />
Canning el siglo pasado. Hasta el final, el líder nazi mantuvo su confianza en llegar a<br />
un arreglo con Gran Bretaña, aparentemente convencido de que ese país bien podía<br />
tolerar la hegemonía alemana en el continente a cambio de la estabilidad de su<br />
imperio. La política de no actuar sobre la base de «principios abstractos de<br />
precaución», de no asumir un compromiso continental definido hasta tanto la<br />
amenaza se despojase de ambigüedades, contribuyó significativamente al<br />
crecimiento de esa amenaza —debido a la ausencia de controles que la limitasen—<br />
y, en última instancia, a Dunquerque.<br />
Quizá Gran Bretaña hubiese asumido compromisos más claros en el período<br />
1919-39 de no haber mediado el predominio de la atmósfera pacifista generada<br />
luego de los desastres de la Primera Guerra Mundial. El pueblo británico veía con<br />
horror la posibilidad de otra guerra, el electorado era abrumadoramente pacifista y<br />
los políticos no podían perder de vista esa realidad. En este marco de ideas y<br />
opiniones se propagaron las doctrinas militares sobre «el modo británico de hacer la<br />
guerra», elaboradas por teóricos de la importancia de Liddell Hart. Fue precisamente<br />
Liddell Hart quien acuñó la frase: «modo británico de hacer la guerra» en un libro de<br />
ese título publicado en 1932. De acuerdo a Liddell Hart, esta práctica distintivamente<br />
británica se basaba en un uso eficaz del poder marítimo, la movilidad y la sorpresa.<br />
Esta doctrina fue su respuesta a los dilemas de la política de defensa británica entre<br />
las dos Guerras Mundiales: Gran Bretaña no debía crear de nuevo un gran ejército<br />
para enviarlo al continente con una estrategia ofensiva dirigida a la «victoria total».<br />
La solución militar adecuada consistía en retornar a las prácticas tradicionales de<br />
dejar el peso de los combates terrestres a sus aliados, mientras Gran Bretaña se<br />
concentraba en el empleo de poder naval y aéreo a través del bloqueo y los<br />
bombardeos. El ejército de tierra británico debería concebirse tan sólo como una<br />
fuerza de policía imperial, y su aporte a la lucha en el continente debía limitarse a<br />
unas cuantas brigadas mecanizadas. Mas en todo caso, sería preferible no<br />
comprometer fuerzas terrestres a las batallas sobre el continente y limitar al mínimo<br />
posible el compromiso británico en ese sentido 11 .<br />
Las ideas de Liddell Hart reflejaban los sufrimientos padecidos por su<br />
generación durante la Primera Guerra Mundial, pero no hay que olvidar que si bien<br />
era legítimo abogar por estrategias «más flexibles», era también necesario tener en<br />
cuenta que —en palabras de Howard—: «el éxito de tal flexibilidad dependía de la<br />
___________________________________________________________________<br />
11. Véase B. Bond: Liddell Hart: A Study of his Military Thought, Cassell, London, 1977, pp. 65, 88.<br />
135