La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
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El PCY había sido el único, entre los componentes <strong>del</strong> Kominform, en fundir la guerra antifascista<br />
con la revolución anticapitalista. Ahora se veía acusado de abandonar la ”teoría marxista de las<br />
clases y de la lucha de clases” por los mismos que habían seguido una línea de colaboración de<br />
clases a escala internacional y nacional. <strong>La</strong> resolución <strong>del</strong> Kominform incluía en la teoría marxista<br />
el dogma estaliniano según el cual la lucha de clases se ”agudiza” indefectiblemente en la fase de<br />
transición <strong>del</strong> capitalismo al socialismo, y condenaba a los yugoslavos por no tenerlo en cuenta.<br />
Según el documento, el PCY no luchaba consecuentemente contra los kulaks. <strong>La</strong> acusación figuraba<br />
ya en la carta de Stalin <strong>del</strong> 27 de marzo, y los dirigentes yugoslavos, impresionados al parecer por<br />
esta crítica <strong>del</strong> depositario de la ortodoxia, cometieron el error de anunciar inmediatamente la<br />
pronta liquidación no sólo de los kulaks sino <strong>del</strong> pequeño comercio y la pequeña industria privada.<br />
En vista de ello la resolución <strong>del</strong> Kominform les acusaba también de irresponsabilidad y<br />
aventurerismo.<br />
En segundo lugar, el Kominform denunciaba a la dirección yugoslava por revisionista en relación<br />
con la doctrina marxista-leninista sobre la función dirigente <strong>del</strong> partido. El PCY había sido el único<br />
en Europa (junto con el griego) en no concebir la unidad de la Resistencia como una coalición por<br />
arriba con los partidos burgueses, sino como un movimiento de masas, revolucionario, con una<br />
perspectiva socialista. El Frente Popular, expresión política organizada de ese movimiento, adquirió<br />
influencia y prestigio, y los dirigentes <strong>comunista</strong>s consideraron oportuno que en una serie de casos<br />
fuera el Frente Popular y no el PC el que presentara ante el país iniciativas y medidas que en<br />
realidad habían nacido en la dirección <strong>del</strong> PC. En la práctica, los <strong>comunista</strong>s tenían plenamente en<br />
sus manos la dirección <strong>del</strong> Estado, no sólo por la influencia decisiva que habían conquistado en el<br />
curso <strong>del</strong> proceso revolucionario sino porque controlaban todos los puestos clave, y en primer lugar<br />
el ejército y la policía. No había riesgo alguno de que les escapase la dirección de la revolución,<br />
pero Stalin aprovechó el hecho que acabamos de indicar para acusar a Tito y sus colaboradores de<br />
”tendencias liquidadoras respecto al PCY”. En tercer lugar, el Kominform acusaba a los dirigentes<br />
<strong>del</strong> PCY de haber creado en el seno <strong>del</strong> partido un ”régimen burocrático”, a consecuencia <strong>del</strong> cual<br />
en el partido no existía ”ni democracia interior, ni elegibilidad de los órganos dirigentes, ni crítica y<br />
autocrítica”. Lo que era el régimen común a todos los partidos <strong>comunista</strong>s – la elección de los<br />
órganos dirigentes, allí donde aparentemente se realizaba, consistía en ”elegir” los candidatos<br />
previamente seleccionados por la dirección existente –, el Kominform lo endosaba exclusivamente<br />
al PCY, cargando además las tintas, calificándolo de ”régimen vergonzoso, puramente turco [sic] y<br />
terrorista”. Es decir, se atribuía al PCY el régimen que Stalin había instaurado hacía tiempo en el<br />
partido soviético, como el XX Congreso pondría al descubierto unos años después. En una de sus<br />
cartas, Stalin acusaba los dirigentes <strong>del</strong> PCY de no haber convocado aún, terminada la guerra, el<br />
congreso <strong>del</strong> partido. Este cargo no figura en la resolución <strong>del</strong> Kominform, posiblemente porque<br />
entre tanto los yugoslavos habían decidido celebrar inmediatamente el congreso, pero tal vez<br />
también porque alguien haría notar discretamente a Stalin que el partido soviético llevaba diez años<br />
sin convocar el suyo y aún no se sabía cuando tendría lugar. (El XIX Congreso <strong>del</strong> partido soviético<br />
no se celebró hasta fines de 1952, es decir, catorce años después <strong>del</strong> XVIII.)<br />
El PCY no era, desde luego, un dechado de democracia, pero en aquella ocasión sus dirigentes<br />
comprendieron – y eso les salvó, a ellos y a la revolución – que no podían resistir a la embestida<br />
estaliniana más que recurriendo a la base <strong>del</strong> partido y a las masas trabajadoras. Cosa que estaban<br />
en condiciones de hacer gracias a la profundidad y autenticidad de la revolución yugoslava. Como<br />
ya sabemos, a diferencia de lo ocurrido en los otros países <strong>del</strong> este, donde el factor decisivo de la<br />
liberación fue el ejército soviético, en Yugoslavia lo fue la lucha armada <strong>del</strong> pueblo, organizado y<br />
dirigido por el partido <strong>comunista</strong>. Los máximos dirigentes <strong>comunista</strong>s de las otras democracias<br />
populares llegaron a sus países en los furgones <strong>del</strong> ejército soviético, y aquellos que como<br />
Gomulka, Rajk y algunos más, lucharon sobre el terreno, quedaron inmediatamente flanqueados,<br />
después de la liberación, por los venidos de Moscú, cuando no pasaron a desempeñar papeles<br />
subalternos. Tito y sus camaradas habían compartido con los combatientes riesgos y penalidades.<br />
De ahí que entre ellos y las masas existiera confianza y compenetración recíprocas. Guerra y