La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
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principal los Estados capitalistas coloniales y la gran potencia americana, la teoría leninista de la<br />
revolución mundial – revisada y dogmatizada sobre la base de la concepción rusocentrista<br />
estaliniana – fue abiertamente proclamada y agitada. (Su formulación más completa y coherente es<br />
el programa adoptado en el VI Congreso de la IC.) <strong>La</strong> ”construcción <strong>del</strong> socialismo en la URSS” se<br />
presenta, sin miramientos, agresivamente, como el motor de la revolución mundial, y la IC,<br />
abiertamente sostenida y dirigida por Moscú, como su gran instrumento internacional. <strong>La</strong> práctica<br />
en que esa teoría se traduce dentro <strong>del</strong> mundo capitalista y colonial se revela totalmente inoperante<br />
y conduce a la catástrofe alemana, pero al menos mantiene el fuego sagrado. Son los años heroicos<br />
<strong>del</strong> comunismo estaliniano. Cuando la Alemania hitleriana pasa a ser el enemigo principal, y los<br />
Estados Unidos, más los capitalismos europeos coloniales, se convierten en aliados potenciales, la<br />
teoría de la revolución mundial queda transformada en relicario, lo mismo que en los tiempos de la<br />
II Internacional. Se relega al olvido el programa <strong>del</strong> VI Congreso, reemplazado por un programa<br />
universal de antifascismo, democracia y paz. <strong>La</strong> ”construcción <strong>del</strong> socialismo en la URSS” pasa a<br />
ser la garantía suprema de la paz, el motor de la democracia mundial. (<strong>La</strong> democracia deja de<br />
adjetivarse en los textos programáticos.) Cerrado el breve paréntesis <strong>del</strong> pacto germanosoviético,<br />
esa uidación teórica se afirma definitivamente en los años de la ”gran alianza”. <strong>La</strong> ”guerra fría” no<br />
lleva a desempolvar los viejos textos revolucionarios, ni siquiera a fines demagógicos como se hizo<br />
durante el bienio 1939 (septiembre)-1941 (junio). Convertida en superpotencia mundial, reconocida<br />
y respetada como realidad irreversible por los Estados capitalistas, la URSS se instala<br />
decididamente en el nuevo statu quo, y el eje magistral de su política internacional pasa<br />
invariablemente por la búsqueda de la concertación planetaria con la otra superpotencia. A ese eje<br />
queda supeditada la orientación que imprime al movimiento <strong>comunista</strong>. <strong>La</strong> perspectiva socialista<br />
queda relegada en la teoría – si aún puede hablarse de teoría <strong>del</strong> movimiento <strong>comunista</strong> – a un<br />
horizonte lejano y brumoso, al que tal vez se llegará algún día gracias a la emulación económica<br />
entre los dos sistemas, coronada por la indefectible victoria <strong>del</strong> ”comunismo” en la URSS. Lo<br />
esencial ya no es la revolución – que pasa a ser una eventualidad perturbadora, casi indeseable –<br />
sino la conservación de la paz mundial (basada en un statu quo aceptable para las dos<br />
superpotencias).<br />
Así, al final <strong>del</strong> reinado de Stalin, el abandono <strong>del</strong> marxismo, de la teoría de la revolución, llega en<br />
la ortodoxia ”marxista-leninista” a un grado mucho más avanzado que en la ortodoxia de la vieja<br />
socialdemocracia, y parece hacer eco a la exigencia de Bernstein: ”Es necesario que la<br />
socialdemocracia tenga el coraje de emanciparse de la fraseología <strong>del</strong> pasado y la voluntad de<br />
aparecer lo que actualmente es en realidad: un partido de reformas democráticas y socialistas.” Por<br />
otra parte, si la vieja socialdemocracia embalsamó la teoría marxiana de la revolución, al menos<br />
desarrolló la investigación en las ciencias sociales. Bajo Stalin, en un periodo de vertiginosa<br />
mutación mundial, la esterilidad es total en este terreno. Es difícil citar una sola obra <strong>del</strong> marxismoleninismo-estalinismo<br />
que aporte algo alconocimiento <strong>del</strong> capitalismo o <strong>del</strong> régimen social que se<br />
edificaba en la URSS.<br />
2. <strong>La</strong> política de la IC descansó invariablemente en la concepción teórica <strong>del</strong> capitalismo como<br />
régimen agonizante, llegado históricamente al límite de su capacidad para desarrollar nuevas<br />
fuerzas productivas, impotente por tanto para integrar todo mejoramiento sensible de las<br />
condiciones de vida de las masas trabajadoras. De ahí que la lucha por las reivindicaciones<br />
económicas ”elementales” tuviera a los ojos de la IC una significación estratégica fundamental: no<br />
era sólo un medio de educar y organizar a las masas políticamente atrasadas, sino el resorte<br />
permanente para acelerar la <strong>crisis</strong> final <strong>del</strong> sistema, dinamizar la lucha de clases y llevarla al punto<br />
que permitiese el paso a las ”formas superiores” de lucha: la huelga general política y la<br />
insurrección armada. (Este ”paso” estuvo siempre presente en la política de la IC hasta el viraje <strong>del</strong><br />
VII Congreso. Después se eclipsó.) <strong>La</strong> IC, naturalmente, era enemiga por principio de la concepción<br />
economista de la lucha de clases, y la acción en el frente económico debía enlazarse con la acción<br />
específicamente política. A este nivel la IC efectuó los numerosos virajes tácticos que vimos, pero a<br />
través de todos ellos la lucha por las reivindicaciones económicas ”elementales” fue vista siempre