La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
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franceses les hubiera incomodado la facon cavalière con que Stalin había decidido, con Roosevelt y<br />
Churchill el destino de cada pueblo europeo, resolviendo que a Francia le correspondía permanecer<br />
en el área capitalista. No, la divergencia surge por el Ruhr. En la citada interviú a la agencia Reuter,<br />
Thorez lo reconoce públicamente: ”Nuestros amigos soviéticos dicen: ”Control interaliado <strong>del</strong><br />
Ruhr”. Nosotros decimos: ”Internacionalización <strong>del</strong> Ruhr”. Debemos encontrar una fórmula de<br />
acuerdo.” El conflicto había estallado unos meses antes, en otra de las conferencias de los Cuatro.<br />
Mólotov se había opuesto categóricamente al desmembramiento de Alemania, y a colocar el Sarre<br />
bajo autoridad francesa. El PCF mantuvo sus posiciones, mereciendo los plácemes envenenados de<br />
León Blum: ”Nuestros camaradas <strong>comunista</strong>s han aprovechado, muy legítimamente, esta ocasión de<br />
demostrar, con hechos, que su nacionalismo es verdaderamente un nacionalismo francés, auténtico,<br />
sólido y de buen temple, de suficiente buen temple como para resistir esa ducha.”(43) En realidad,<br />
la divergencia entre la ”política exterior” <strong>del</strong> PCF y la soviética tenía escasa importancia: atañía a<br />
las formas de impedir el resurgimiento <strong>del</strong> imperialismo alemán, sin afectar al fondo. Y en el<br />
terreno mismo de las formas las dos posiciones tenían de común el no tener nada de común con un<br />
enfoque internacionalista y revolucionario <strong>del</strong> problema. Lo que no quita significación al hecho de<br />
que el primer gesto de independencia <strong>del</strong> hijo frente al padre se manifestara, precisamente, en el<br />
terreno <strong>del</strong> nacionalismo. Pero otros conflictos de mucho mayor peso iban a desvanecer<br />
rápidamente este ligerísimo amago de conflicto entre el incipiente nacionalismo ”<strong>comunista</strong>”<br />
francés y el todopoderoso nacionalismo ”<strong>comunista</strong>” granruso.<br />
<strong>La</strong> ”gran alianza”, en efecto, dejaba prácticamente de existir. El imperialismo americano se había<br />
lanzado resueltamente a instaurar su dominación mundial. Ofrece a la burguesía europea el maná de<br />
los dólares a cambio de que se someta a su liderazgo. Le ofrece también protección militar – y tiene<br />
el monopolio de la bomba – contra el ”peligro rojo”. Y mientras Thorez y Duclos no escatiman<br />
concesiones – ya hemos visto de qué monta – para mantener la ”solidaridad ministerial”, a fin de<br />
que Bidault pueda defender en Moscú la ”causa de Francia”, respaldado por la ”unidad nacional”, el<br />
ministro de Negocios Extranjeros francés concluye en Moscú un acuerdo por separado, sobre el<br />
carbón <strong>del</strong> Ruhr, con Bevin y Marhall. A cambio <strong>del</strong> maná que se llamará Plan Marshall, la<br />
burguesía francesa abandona sus ”reivindicaciones alemanas” y se orienta decididamente a<br />
integrarse en el bloque americano. Pero para soltar los dólares Wáshington exige que los partidos<br />
<strong>comunista</strong>s desaparezcan de los gobiernos burgueses de Europa. Y en efecto, la operación se lleva a<br />
cabo con prontitud y sin dificultades. En cada caso se recurre a un pretexto que disimule la orden<br />
<strong>del</strong> nuevo amo, pero el resultado es el mismo: el 19 de marzo Spak forma gobierno sin los<br />
<strong>comunista</strong>s belgas, el 5 de mayo Ramadier despide a los franceses, y el 30 <strong>del</strong> mismo mes de<br />
Gasperi reconstituye su gobierno sin los <strong>comunista</strong>s italianos.<br />
En el caso francés el pretexto es la gran huelga de la Renault. A los cuatro años de ”batalla de la<br />
producción” y de política (cegetista-<strong>comunista</strong>) ”antihuelgas”, en aras de la ”unión nacional” y la<br />
”grandeza de Francia”; al cabo de esos cuatro años que han desembocado en el bloqueo de los<br />
salarios bajo un gobierno donde predominan los ministros <strong>comunista</strong>s y socialistas, en los obreros<br />
va cuajando la idea de dar su propia ”batalla”. <strong>La</strong> CGT ha intentado canalizar el descontento<br />
presentando en marzo de 1947 una serie de modestas reivindicaciones, pero sin emprender ninguna<br />
acción real. Y desaconseja que se emprenda. El 25 de abril los obreros de la Renault van a la<br />
huelga, iniciada, al parecer, por los trotsquistas. y secundada inmediatamente por sindicalistas<br />
socialistas y cristianos. En los medios gubernamentales se acusa al PCF de ser el instigador, y<br />
Ramadier plantea la cuestión de confianza ante la Asamblea nacional sobre la política economicosocial<br />
<strong>del</strong> gobierno. Ante decenas de miles de obreros en huelga y el profundo malestar que cunde<br />
en los que aún no lo están, el partido no puede aprobar de manera tan ostentosa la continuación <strong>del</strong><br />
bloqueo de los salarios, so pena de desacreditarse gravemente ante los trabajadores y de que se<br />
acentúe su desbordamiento por la izquierda, iniciado en la Renault. Si Ramadier aprovecha la<br />
oportunidad de cumplir la orden americana bajo la apariencia de un imperativo de política interior,<br />
el PCF no deja escapar tampoco la ocasión de matar dos pájaros de un tiro: poner en <strong>crisis</strong> un<br />
gobierno que acaba de dar un peligroso paso hacia el alineamiento con los americanos (la dirección