La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
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instaladas en el país, y por otros conceptos. Los bienes alemanes, que incluían las principales<br />
empresas y depósitos bancarios de ambos países, pasaron a manos <strong>del</strong> Estado soviético(7).<br />
79<br />
Como no podían rivalizar en patriotismo con los otros grupos políticos cuando estaban de por<br />
medio los intereses soviéticos, los <strong>comunista</strong>s locales se esforzaban por mostrarse dignos patriotas<br />
si el asunto concernía a otras democracias populares. Obligados a justificar la pérdida de las<br />
regiones orientales, los <strong>comunista</strong>s polacos no sólo fueron los campeones <strong>del</strong> antigermanismo, sino<br />
los más intransigentes en el conflicto con los checoslovacos a propósito de la región de Teschen.<br />
Los <strong>comunista</strong>s checoslovacos, constreñidos a ceder Ruthenia a los soviéticos, se mostraron no<br />
menos intransigentes que los polacos en el conflicto por esa región fronteriza, y fueron irreductibles<br />
frente a Hungría en el problema de las minorías húngaras de Eslovaquia. (Hubo que ”intercambiar”<br />
casi, medio millón de húngaros que habitaban en Eslovaquia contra una masa menor, pero también<br />
considerable, de eslovacos residentes en Hungría.) Los <strong>comunista</strong>s rumanos, obligados a defender<br />
la anexión de Besarabia y Bukovina por la URSS, a favor <strong>del</strong> pacto germanosoviético, hicieron gala<br />
de su patriotismo frente a los húngaros (que fueron los peor parados en la serie de reajustes<br />
territoriales) en el asunto de Transilvania. Los <strong>comunista</strong>s búlgaros pudieron mostrar el suyo frente<br />
a los rumanos en relación con Dobrudja, y frente a los serbios (después de la excomunión de Tito)<br />
en el problema macedónico. Moscú fue el árbitro de esos litigios, en los que si algo brillaba por su<br />
ausencia era el internacionalismo socialista(8).<br />
El gran ”regulador” de la transformación <strong>del</strong> este europeo, sobra decirlo, fue la política estaliniana,<br />
encaminada a articular todos los países de esa zona en un sistema político militar protector de las<br />
fronteras occidentales de la URSS, así como a ampliar el espacio económico de lo que en Moscú se<br />
entendía por construcción <strong>del</strong> socialismo. Lo que implicaba crear regímenes que ofreciesen<br />
suficientes garantías políticas al Kremlin. Durante la fase que estamos considerando, Stalin trató de<br />
conciliar la construcción de tales regímenes con el intento de llegar a un arreglo planetario,<br />
duradero, con los Estados Unidos. El poder efectivo debía estar en manos seguras para los intereses<br />
soviéticos, pero convenía, al mismo tiempo, observar lo más aparentemente posible los principios<br />
de democracia formal estipulados en la Declaración de Yalta y otros documentos (Carta de las<br />
Naciones Unidas, acuerdos de Potsdam, etc.). Convenía que las medidas contra los intereses<br />
capitalistas y terratenientes (indispensables no sólo para destruir las bases de las clases hostiles por<br />
naturaleza a la alianza preferencial con la URSS, y aún más a la integración en su esfera económica,<br />
sino para crear la base social adecuada al poder político prosoviético) no aparecieran como un<br />
ataque al sistema capitalista, a la empresa privada, en general. A estas consideraciones, derivadas de<br />
la política de ”gran alianza”, debe agregarse otra de primera magnitud, derivada de las<br />
características adquiridas por el régimen soviético. Este no podía tolerar que el proceso<br />
revolucionario abierto en los países vecinos desembocara en una democracia socialista, cuyos<br />
órganos de gestión económica y política emanaran verdaderamente <strong>del</strong> pueblo trabajador y<br />
estuvieran bajo su control. Un desarrollo de este género era el que podía, con más plenitud y<br />
rapidez, despertar y movilizar las energías e iniciativas de las masas, instruirlas y apartarlas de la<br />
influencia ideológica de las viejas clases dirigentes, levantar una sólida barrera frente a la política<br />
<strong>del</strong> imperialismo, y constituir, por tanto, la mejor defensa de la URSS. Pero ni la burocracia<br />
soviética, ni los núcleos dirigentes de los partidos <strong>comunista</strong>s formados en la época estaliniana, eran<br />
compatibles con semejante evolución. <strong>La</strong> vía yugoslava, que hasta cierto punto representaba un<br />
paso en ese sentido, fue la excepción de la norma, y reflejaba, precisamente, la formación durante la<br />
guerra nacionalrevolucionaria de un núcleo dirigente con nuevas características(9).<br />
<strong>La</strong>s consideraciones expuestas, tomadas en su conjunto, reglaron en gran medida las estructuras<br />
económicas y políticas de las llamadas democracias populares. Determinaron el ”aplazamiento” de<br />
la revolución socialista en Checoslovaquia y su sustitución por la ”revolución democrática y<br />
nacional”, según la definición de Gottwald. Determinaron que en Bulgaria, cuando ya Dimítrov era<br />
jefe <strong>del</strong> gobierno y el poder estaba prácticamente en manos de los <strong>comunista</strong>s y otros grupos de<br />
izquierda, el partido considerara que la tarea no era iniciar la construcción <strong>del</strong> socialismo sino<br />
”consolidar el régimen democrático-parlamentario”(10). En virtud de esas consideraciones, la