La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
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”revolución democrática y nacional” fue exportada a Polonia, Rumania y Hungría, donde el control<br />
efectivo <strong>del</strong> poder por los <strong>comunista</strong>s, carentes de base política para ejercerlo, quedó disimulado<br />
tras un parlamentarismo ficticio. Los <strong>comunista</strong>s tuvieron que convertirse en amañadores de<br />
elecciones, como antes lo habían sido los partidos reaccionarios. Pero este método se reveló<br />
insuficiente para encauzar por la vía de la ”nueva democracia” a partidos como el de los pequeños<br />
propietarios en Hungría y el agrario, de Petkov, en Bulgaria, en los cuales se reagruparon las<br />
principales fuerzas burguesas, y hubo que recurrir – con la experta ayuda de los servicios secretos<br />
soviéticos – al montaje de complots que permitiesen justificar la represión contra ambos partidos.<br />
Bien pronto el sistema parlamentario habría de mutarse en farsa incluso en Checoslovaquia, el<br />
único país de los cinco donde tenía cierta autenticidad.<br />
<strong>La</strong> vía iniciada en los países <strong>del</strong> este, a partir de su liberación por los ejércitos soviéticos, era<br />
totalmente nueva para los partidos <strong>comunista</strong>s. <strong>La</strong> experiencia más próxima -que en teorizaciones<br />
posteriores fue presentada como primer ejemplo de ”democracia popular” – era la república<br />
española de 1936-1939, pero aparte de que esta experiencia tuvo lugar en las condiciones<br />
excepcionales de guerra civil e intervención armada extranjera, faltaba en ella el factor que fue<br />
determinante en las democracias populares <strong>del</strong> este: la presencia en acto, o potencial, <strong>del</strong> ejército<br />
soviético. <strong>La</strong>s explicaciones doctrinales ”marxistas-leninistas” que se suministraron en aquellos<br />
años, acerca de la naturaleza y perspectivas de la ”democracia popular”, resultaban falseadas en su<br />
raíz porque el papel decisivo de ese factor no podía ser incluido y analizado sin perjudicar a la<br />
diplomacia soviética, sin ”dar argumentos” a la propaganda y la estrategia de las potencias<br />
capitalistas.<br />
Reducida a su esencia, la teoría de la ”democracia popular” se fundaba en la siguiente hipótesis: una<br />
vez destruido en el curso de la Liberación el poder político de la oligarquía financiera y<br />
terrateniente, privada de su base económica mediante las expropiaciones y nacionalizaciones<br />
subsiguientes, sería posible la colaboración duradera entre la clase obrera, los pequeños campesinos<br />
propietarios y la burguesía media – Industrial, comercial, agraria – en una perspectiva de evolución<br />
gradual hacia el socialismo. El sector nacionalizado iría ampliándose y el capitalista privado<br />
reduciéndose; los pequeños campesinos pasarían poco a poco, voluntariamente, a formas<br />
cooperativas, hasta que toda la economía quedase estructurada sobre bases socialistas. <strong>La</strong> lucha de<br />
clases seguiría existiendo, pero tomando formas pacíficas y evolutivas dentro <strong>del</strong> sistema<br />
representativo democrático-parlamentario. Este tipo de desarrollo quedaba supuestamente<br />
garantizado desde el momento que la clase obrera (entiéndase: el partido <strong>comunista</strong>) asumía la<br />
dirección dentro de la coalición gobernante, y que la nueva relación mundial de fuerzas, salida de la<br />
guerra, permitía a la Unión Soviética proteger a los países que emprendieran esa vía contra toda<br />
intervención <strong>del</strong> imperialismo. Se trata – decían los teóricos soviéticos y los jefes <strong>comunista</strong>s de las<br />
democracias populares – de una vía de acceso al socialismo diferente de la soviética, la cual se ha<br />
hecho practicable gracias a las ”nuevas condiciones históricas” creadas por la construcción<br />
definitiva <strong>del</strong> socialismo en la URSS y por la victoria <strong>del</strong> Estado soviético en la segunda guerra<br />
mundial. Dimítrov fue más lejos que nadie, sentando la tesis de que si ”para el paso al socialismo<br />
era indispensable [en 1919] la dictadura <strong>del</strong> proletariado”, ahora, ”ante muchos países el problema<br />
de la realización <strong>del</strong> socialismo se plantea como un problema de colaboración de la clase obrera con<br />
los campesinos, los artesanos, los intelectuales y demás capas progresivas <strong>del</strong> pueblo”(11). (<strong>La</strong>s<br />
”demás capas progresivas <strong>del</strong> pueblo”, claro está, eran las de la burguesía industrial, comercial y<br />
agraria, cuyos representantes políticos formaban parte <strong>del</strong> ”frente nacional” y <strong>del</strong> gobierno<br />
”democrático-popular”, o ”gobierno <strong>del</strong> pueblo”, como solía llamársele.) Esta fue la concepción<br />
vigente en los años 1945 y 1946, mientras perduró la esperanza de un entendimiento global entre la<br />
URSS y los Estados Unidos. Después de iniciarse la ”guerra fría y derrumbarse todas las ilusiones –<br />
en la ”gran alianza” y en las ”pequeñas alianzas” –, el viejo Dimítrov tuvo que hacer autocrítica,<br />
declarar que la dictadura <strong>del</strong> proletariado seguía siendo tan necesaria en los años cuarenta como en<br />
los años veinte, y reconocer que aunque diferente <strong>del</strong> sistema soviético la ”democracia popular”<br />
cumplía también las funciones de la dictadura <strong>del</strong> proletariado(12). No es necesario precisar que