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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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remontándose hacia el pasado de una serie de personalidades <strong>comunista</strong>s occidentales y orientales –<br />

como se hacía con Rajk, Tito, etc. – se podía llegar fácilmente a la conclusión de que la<br />

Internacional Comunista fue creada, en realidad, por el espionaje alemán – ¡aquél sospechoso viaje<br />

de Lenin en el vagón precintado a través de la Alemania <strong>del</strong> Kaiser! –, lo que hubiese permitido<br />

dilucidar el punto que hasta hoy permanece oscuro en la historiografía estaliniana: por qué la IC fue<br />

dirigida en sus primeros años por expertos agentes de la Gestapo como Zinoviev, Trotski, Bujarin,<br />

etc. Luego, en la época <strong>del</strong> frente popular, la IC habría pasado al servicio <strong>del</strong> espionaje anglofranco-americano.<br />

A conclusiones semejantes se podía llegar, como es lógico, en relación con el<br />

Estado soviético. Afortunadamente, la metodología <strong>del</strong> proceso de Budapest recubría otra mucho<br />

más rigurosa y científica: las listas de espías o candidatos a espías, se confeccionaban previamente<br />

en las oficinas de Beria, siguiendo las instrucciones <strong>del</strong> Infalible. No había riesgo, por tanto, de que<br />

la aplicación de una lógica formal llevara a conclusiones erróneas. Sólo después de designados los<br />

espías, se coleccionaban los datos ilustrativos de su condición: contactos, reuniones,<br />

encarcelamientos (contacto evidente con la policía), relaciones con liberales, socialdemócratas, etc.<br />

(superabundantes en la época de las alianzas antifascistas y pruebas evidentes de contactos con la<br />

burguesía), tratos con las misiones militares o diplomáticas angloamericanas (¿qué dirigente<br />

<strong>comunista</strong> de cierta categoría no había tenido alguna relación directa o indirecta con ellas en la<br />

época de la ”gran alianza”?), prueba suprema de la conexión con el imperialismo y sus servicios<br />

secretos, etc. Una vez que el Infalible, asesorado por sus servicios, decidía que tal <strong>comunista</strong> era un<br />

espía, la acumulación de los datos ilustrativos, de las ”pruebas irrefutables” – como decía el acta de<br />

acusación de Budapest – era cosa sencilla. No había más dificultad que la de la selección. Aquí es<br />

donde a veces fallaban los servicios, debido a la rutina burocrática, imperante en este dominio como<br />

en todos los demás. Por ejemplo, entre los voluntarios de las Brigadas Internacionales que, según el<br />

relato de Rajk, fueron enviados por la Gestapo a Yugoslavia, desde los campos de concentración<br />

franceses, había bastantes que nunca habían estado en dichos campos, y uno de ellos –<br />

Vukmanovitch – que ni siquiera había estado en España. Pero aparte estos ligeros errores<br />

burocráticos, el método indicado – la designación previa de los espías o candidatos a espías –<br />

permitía poner límites en el tiempo y en el espacio al encadenamiento lógico, y dejar localizada la<br />

epidemia a la zona y el periodo convenientes, según los problemas políticos e ideológicos que se<br />

trataba de resolver. En aquellos años, el Infalible decidió que la epidemia de espías en el<br />

movimiento <strong>comunista</strong> se localizaba preferentemente en los países <strong>del</strong> glacis y, sobre todo, en el<br />

que había rechazado el honor de ingresar en él.<br />

Dos meses y medio después de Hungría, le llegó el turno a Bulgaria. El fiscal general de esta<br />

república dio a la publicidad, el 30 de noviembre, el acta de acusación contra ”el grupo de<br />

conspiradores y criminales encabezado por Traicho Kostov”. A Kostov se le conocía en el<br />

movimiento <strong>comunista</strong> como viejo revolucionario, fundador con Dimítrov, <strong>del</strong> Partido Comunista<br />

búlgaro, colaborador durante algún tiempo de los órganos dirigentes de la Komintern, templado en<br />

treinta años de actividad clandestina, luchas de masas, insurrecciones armadas y, finalmente, de<br />

labor dirigente en la democracia popular. Pero según el acta de acusación Kostov era otra cosa. En<br />

primer lugar tenía – como Rajk y casi todos los convertidos en espías – un pasado trotsquista. ”Sus<br />

principales rasgos biográficos – decía el acta- son la doblez, la traición y la conspiración criminal<br />

contra los más sagrados intereses de la clase obrera y <strong>del</strong> pueblo búlgaro.”(41) Se revelaba que<br />

Kostov recomendó a la dirección de la Komintern la utilización de Tito en puestos responsables <strong>del</strong><br />

partido yugoslavo. (Esta era la única verdad contenida en el acta de acusación y, naturalmente, uno<br />

de los cargos más graves.) Kostov no era un agente policiaco tan precoz como Rajk: no se vendió<br />

hasta 1942. Poco después pasó al servicio <strong>del</strong> espionaje inglés, el cual le encomendó ponerse en<br />

relación con Tito. Kostov se puso de acuerdo con Tito para derribar el poder popular en Bulgaria<br />

mediante el apoyo militar yugoslavo. (Rajk había revelado también su complot con Tito para<br />

derribar el poder popular en Hungría, con ayuda de fuerzas militares yugoslavas, las cuales habrían<br />

de intervenir disfrazadas de magiares, y en cooperación con unidades <strong>del</strong> exejército y la expolicía<br />

de Horthy, concentradas en las zonas inglesa y americana de Austria.) En el plan de la conspiración

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