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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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una nueva combinación de fuerzas, basada en la alianza de la Unión Soviética con el movimiento de<br />

liberación de los pueblos europeos, susceptible de asegurar la derrota de Alemania y frustrar<br />

también los planes de los imperialistas angloamericanos. Y la exclusión apriorística de esta<br />

posibilidad se traducía en la renuncia a la política que podía contribuir a crearla. Como reconoce,<br />

según vimos en el apartado anterior, la misma historiografía soviética, la aludida posibilidad se<br />

concretó, de manera tangible hacia finales de 1943 y comienzos de 1944, y el desembarco de los<br />

Aliados en el continente no era necesario para asegurar la derrota de Alemania. Su finalidad<br />

principal era salvar de la revolución al Occidente europeo. ¿Pero lo hubieran logrado de haber sido<br />

otra la política de los partidos <strong>comunista</strong>s de Italia y Francia? ¿De haberse asemejado a la de los<br />

<strong>comunista</strong>s yugoslavos?<br />

En Yugoslavia se demostró prácticamente, desde 1941, la posibilidad de mantener la lucha en dos<br />

frentes: contra el enemigo número uno, el ocupante fascista y sus Quisling, y contra el aliadoenemigo,<br />

que trataba de crear en el curso mismo de la guerra las bases de la restauración <strong>del</strong><br />

régimen burgués-terrateniente y <strong>del</strong> enfeudamiento <strong>del</strong> país al imperialismo angloamericano. Al<br />

mismo tiempo, esa táctica demostró ser no menos eficaz en el aspecto de la guerra antihitleriana que<br />

la justificada en la lógica <strong>del</strong> sentido común: la envergadura de las operaciones realizadas por el<br />

ejército de liberación yugoslavo contra los invasores superó, con mucho, a la acción de las<br />

Resistencias francesa e italiana. Paradójicamente, la táctica <strong>del</strong> sentido común se volvía contra su<br />

motivación aparente: lograr la máxima eficacia en la lucha contra el ocupante. Renunciando, en<br />

efecto, a dar un contenido revolucionario a la guerra de liberación nacional; rehuyendo el<br />

enfrentamiento con la política de los Aliados y de la burguesía nacional, los partidos <strong>comunista</strong>s de<br />

Francia e Italia no sólo facilitaban a aquéllos y ésta la restauración <strong>del</strong> orden burgués. Renunciaban,<br />

también, a movilizar contra el invasor energías y fuerzas populares que sólo el fervor<br />

revolucionario, la conciencia de luchar por la emancipación social, por el poder de los trabajadores,<br />

podían poner en pie. <strong>La</strong> lógica <strong>del</strong> sentido común llevaba indefectiblemente a los partidos<br />

<strong>comunista</strong>s de Francia e Italia, como vimos de manera concreta en apartados anteriores, a<br />

supeditarse ellos mismos, y supeditar el proletariado, todas las fuerzas de izquierda, a la dirección<br />

de los Aliados y <strong>del</strong> ala burguesa de la Resistencia, cuya política de guerra consistía en reducir al<br />

mínimo posible la participación de las fuerzas obreras y populares. <strong>La</strong> ”unión nacional”, ensalzada<br />

como más potente, por más amplia, resultaba en la práctica más estrecha y más débil que la unidad<br />

nacional revolucionaria creada en la lucha yugoslava.<br />

Ni que decir tiene, el tipo de enfrentamiento, la manera de articularlo con la acción común, habían<br />

de variar con la evolución de la guerra en el plano europeo y mundial, y en el plano de cada país.<br />

Debían ser de orden político, rehuyendo el choque armado en la medida de lo posible, y, sobre todo,<br />

en condiciones desventajosas para las fuerzas revolucionarias. Los yugoslavos dieron una lección<br />

de inteligencia política en la manera de entender la dialéctica <strong>del</strong> enfrentamiento y la acción común,<br />

combinando la lucha política abierta con las acciones conjuntas cuando ello era posible, los choques<br />

armados con los tchetniks y las negociaciones con el gobierno real y los Aliados. Al mismo tiempo<br />

que creaban su propio poder y forjaban un ejército revolucionario, fomentaban en el viejo zorro<br />

inglés la ilusión de que podría obtener ”por las buenas” lo que no podía conseguir ”por las malas”.<br />

Y hasta consiguieron que los Aliados les proporcionaron armas antes que los soviéticos.<br />

<strong>La</strong> cuestión para los <strong>comunista</strong>s italianos y franceses – en el supuesto de que hubieran querido tener<br />

una política revolucionaria – no era, desde luego, imitar la táctica yugoslava, sino elaborar su propia<br />

táctica de enfrentamiento y acción común. Pero el ejemplo yugoslavo ponía de manifiesto algunas<br />

de las condiciones esenciales de una táctica de ese tipo. En primer lugar, la constitución de las<br />

fuerzas obreras y antifascistas de izquierda como movimiento independiente, con su propio<br />

programa, y sus fuerzas armadas totalmente autónomas. En segundo lugar, la creación de un nuevo<br />

poder popular en el curso mismo de la guerra antihitleriana, propiciando, en la medida que las<br />

circunstancias lo fuesen permitiendo, la participación directa de las masas en el nuevo poder.<br />

Podrían señalarse otros aspectos importantes, pero ya lo hicimos en el apartado dedicado al análisis<br />

de la lucha yugoslava. ¿Acaso la situación francesa e italiana no permitía nada semejante?

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