La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
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flamante ejército pacifista. En el resto <strong>del</strong> mundo los ”combatientes de la paz” se reducían, con<br />
ligeras variantes, a los efectivos de los partidos <strong>comunista</strong>s y de las organizaciones de masas que<br />
controlaban (sindicales, femeninas, juveniles, culturales, etc.). <strong>La</strong> participación de algunas<br />
personalidades no <strong>comunista</strong>s <strong>del</strong> mundo científico y artístico, junto con la inflación publicitaria de<br />
cifras cuya exactitud era imposible controlar, podía producir a los no advertidos la impresión de que<br />
el movimiento desbordaba el campo político y social habitualmente influido por los <strong>comunista</strong>s. En<br />
realidad no era así, y en los medios dirigentes de los partidos <strong>comunista</strong>s se tenía conciencia de ello.<br />
Los ”comités por la paz” creados en ciudades, barrios, empresas, etc., estaban constituidos – salvo<br />
raras excepciones – por <strong>comunista</strong>s y simpatizantes.<br />
<strong>La</strong> principal actividad de los ”combatientes de la paz” consistió en recoger firmas al pie de<br />
innumerables documentos dirigidos a la opinión pública y a los gobiernos, parlamentos,<br />
Organización de las Naciones Unidas, etc., reclamando la prohibición <strong>del</strong> arma atómica y el<br />
desarme general, protestando contra el Pacto Atlántico y el rearme alemán, apoyando las sucesivas<br />
iniciativas de la diplomacia soviética (la sincronización a este respecto no dejaba lugar a dudas<br />
sobre la identidad <strong>del</strong> director de orquesta), etc. <strong>La</strong> ”firma” era el arma por excelencia <strong>del</strong><br />
”combatiente de la paz”. En marzo de 1950 el Comité permanente <strong>del</strong> Congreso mundial, reunido<br />
en Estocolmo, decidió lanzar un llamamiento por la prohibición <strong>del</strong> arma atómica y organizar la<br />
correspondiente recogida de firmas. Se colectaron 500 millones en 79 países. Figuraban las firmas<br />
de ”toda la población adulta de la URSS, toda la población adulta de las democracias populares, y<br />
de 223 millones de chinos”(2). Total, 400 millones de firmas en los 11 países donde los ciudadanos<br />
firmaban con el mismo impresionante automatismo y unanimidad que votaban en las elecciones por<br />
las listas únicas. Cien millones de firmas en los 69 países restantes. De los cuales 31 millones<br />
correspondían a Francia e Italia (14 y 17 respectivamente). En el resto de los Estados capitalistas la<br />
cifra caía desoladoramente: 2 millones en los Estados Unidos, 2 millones en Alemania occidental, 1<br />
millón en Inglaterra, etc.(3) Aun admitiendo que todas esas firmas fuesen auténticas – supuesto<br />
excesivamente candoroso – el resultado, de toda evidencia, no era muy halagüeño. (Obsérvese que<br />
la cifra oficial de firmas era inferior en 100 millones a la de ”combatientes por la paz” que según el<br />
primer Congreso no sólo existían sino estaban organizados.) Sin embargo, la operación fue<br />
calificada por sus promotores de ”auténtico referéndum universal de los pueblos”(4).<br />
Mientras los ”combatientes de la paz” recogían afanosamente firmas al pie <strong>del</strong> Llamamiento de<br />
Estocolmo, se iniciaba la guerra de Corea. En noviembre (1950), se reunió en Varsovia el segundo<br />
Congreso mundial de la paz, adoptando un nuevo llamamiento a los pueblos. A las consignas<br />
acostumbradas de prohibición <strong>del</strong> arma atómica, desarme general, etc., se agregaba la de poner fin a<br />
la guerra de Corea. Como es sabido, desde los primeros días <strong>del</strong> conflicto coreano la intervención<br />
americana fue cubierta con la bandera de la ONU – que se encontraba entonces bajo el absoluto<br />
control de los Estados Unidos – y complementada con el envío de fuerzas armadas de otros Estados<br />
miembros. Sin embargo, el segundo Congreso de los ”combatientes de la paz” no tuvo<br />
inconveniente en dirigirse a la ONU pidiéndole que ”asumiera la alta misión de asegurar una paz<br />
sólida y duradera, de acuerdo con los intereses vitales de todos los pueblos”(5). En ese momento los<br />
”voluntarios” chinos habían pasado ya a la ofensiva y hacia finales de diciembre las tropas<br />
americanas y demás fuerzas <strong>del</strong> cuerpo expedicionario de la ONU se encontraban al borde <strong>del</strong><br />
desastre. Pero, cediendo al chantaje atómico, el objetivo de Stalin – al que en esa ocasión se<br />
plegaron chinos y coreanos – no era la victoria revolucionaria en Corea sino el cese de las<br />
hostilidades sobre la base <strong>del</strong> statu quo anterior, es decir, la división <strong>del</strong> país. El movimiento<br />
<strong>comunista</strong>, a través <strong>del</strong> movimiento de la paz y directamente, no hizo otra cosa que presionar a<br />
favor de esa solución. El armisticio en Corea debía facilitar el arreglo mundial buscado por Stalin.<br />
A este objetivo apuntaba la decisión tomada por el Consejo mundial de la paz (creado en el segundo<br />
Congreso) en febrero de 1951: lanzar un llamamiento en pro de la conclusión de un pacto de paz<br />
entre los ”cinco grandes”, y organizar la correspondiente recogida de firmas en apoyo a esa<br />
sugestión (que poco después fue hecha suya por el gobierno soviético). A base de aumentar la