La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
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asumieran las responsabilidades colectivas, al mismo tiempo que se ocultaban o mistificaban los<br />
problemas reales, y se exaltaban las instancias superiores. <strong>La</strong> diferencia consistía en la naturaleza de<br />
los ”<strong>del</strong>itos”, y en que para llegar a las ”autocríticas” de los procesos se requería la intervención de<br />
la tortura, en acto<br />
o como amenaza. <strong>La</strong> ”formación de partido” era condición necesaria, pero no suficiente, para que<br />
los <strong>comunista</strong>s llegasen a aceptar el papel de espías, provocadores, etc., en nombre <strong>del</strong> ”interés<br />
superior” <strong>del</strong> partido. <strong>La</strong> tortura hacía de partera en ese sacrificio supremo, digno de los dioses<br />
aztecas. En resumen, la ”formación de partido” había hecho aptos a los <strong>comunista</strong>s tanto para<br />
asumir el papel de ”espías” como para creer en las confesiones de los ”espías”, cuyo lenguaje,<br />
estructura y estilo eran tan sorprendentemente parecidos a los de las ”autocríticas” habituales. Del<br />
Destino dependía que fuesen llamados a desempeñar uno u otro papel. El libro de A. London es una<br />
escalofriante ilustración de esa ligadura íntima entre la ”formación de partido”, la fabricación de las<br />
”confesiones” y la credulidad de los <strong>comunista</strong>s en ellas.<br />
Lo mismo L’Aveu que otros documentos aparecidos durante la efímera ”primavera” checoslovaca<br />
confirman lo que desde el XX Congreso resultaba evidente, aunque no hubiese prueba documental:<br />
los procesos de las democracias populares fueron directamente organizados por los especialistas<br />
soviéticos. En ocasiones con la intervención personal, sobre el terreno, de los máximos dirigentes<br />
<strong>del</strong> Kremlin(53). El monstruoso aparato policiaco, encabezado por Stalin y Beria, en cuyas manos<br />
se encontraba el Partido Comunista y el Estado soviéticos – como Jruschev reconoció en su<br />
”informe secreto” – era el mismo que controlaba, auxiliándose de las policías indígenas, todo el<br />
glacis. El punto de ruptura con Yugoslavia fue precisamente, como vimos, la resistencia de Tito y<br />
sus colaboradores a permitir la instalación de ese aparato. Y una de las finalidades de los procesos<br />
en las democracias populares fue romper toda resistencia a su implantación aún más profunda y<br />
ramificada en dichos países. El silencio que el ”informe secreto” observa a este respecto habla<br />
elocuentemente de las proporciones que debió revestir el hecho. Su revelación hubiera representado<br />
asestar un golpe mortal al mantenimiento ulterior <strong>del</strong> control soviético sobre el glacis.<br />
En julio de 1953, cuando aún no había terminado la fantástica caza de espías proseguida durante<br />
cinco años en las democracias populares en nombre de la vigilancia revolucionaria y bajo la<br />
calificada dirección de los especialistas soviéticos en la materia, recién fallecido el especialista<br />
número 1, el Comité Central <strong>del</strong> Partido Comunista de la Unión Soviética anunció que el<br />
especialista número 2 había sido desenmascarado como agente de los servicios secretos<br />
imperialistas. Según información confidencial de los jefes soviéticos a los jefes de los partidos <strong>del</strong><br />
Kominform, la prueba decisiva de que Beria era también espía consistía en que al detenerle se le<br />
encontró una carta dirigida a Rankovitch, pidiéndole que le pusiera en contacto con Tito(54)<br />
<strong>La</strong> Gran Depuración de ”espías” y de auxiliares directos o indirectos de ”espías”, dirigida por el<br />
”espía” Beria, bajo la superdirección <strong>del</strong> Gran Vigilante, fue uno de los componentes esenciales –<br />
efecto y causa al mismo tiempo – <strong>del</strong> curso político que secó en los partidos <strong>comunista</strong>s de las<br />
democracias populares la savia revolucionaria aún viva en los años precedentes; que iba a<br />
configurar los regímenes respectivos según el mo<strong>del</strong>o policiaco <strong>del</strong> régimen soviético estaliniano,<br />
llevando al extremo su burocratización, liquidando toda forma de libertad, haciendo de la mentira<br />
ley y de la ley una farsa, frenando el desarrollo técnico y científico, falseando los análisis<br />
económicos – y cualquier análisis –, aprisionando la cultura en las estulticias <strong>del</strong> zdanovismo,<br />
fomentando el nacionalismo que pretendía combatir, alimentando la rusofobia que pretendía<br />
extirpar, desacreditando los ideales socialistas. Ese curso político trasladó a las democracias<br />
populares los dramas <strong>del</strong> régimen soviético, con el agravante <strong>del</strong> drama que representaba el<br />
menoscabo de la soberanía nacional. <strong>La</strong> desatinada campaña de difamación contra Yugoslavia, y la<br />
imposición de los diktats soviéticos a las otras democracias populares, puso en entredicho la<br />
hipótesis marxista de que la revolución proletaria habría de crear relaciones fraternales entre los<br />
pueblos, basadas en la igualdad y la libertad.