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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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nacional y la soberanía nacional, de las libertades democráticas burguesas y de la paz(31). <strong>La</strong><br />

bandera <strong>del</strong> socialismo debe seguir prudentemente enrrollada.<br />

150<br />

Primer epilogo<br />

En la historia universal las acciones de los hombres dan por resultado algo distinto de lo que han<br />

proyectado y logrado, de lo que saben y quieren inmediatamente. Los hombres realizan sus intereses, pero<br />

al mismo tiempo se produce otra cosa que está escondida, de la que no se da cuenta su conciencia y no<br />

entraba en sus previsiones. Hegel.<br />

Con la muerte de Stalin el movimiento <strong>comunista</strong> entra en su ocaso histórico, en la etapa de su<br />

<strong>crisis</strong> general, cuyo estudio abordaremos en las dos partes que restan de este ensayo: la tercera,<br />

dedicada al periodo comprendido entre el XX Congreso <strong>del</strong> PCUS y la ruptura chinosoviética, y la<br />

cuarta, consagrada a la fase actual. El estudio de esa etapa lo iniciaremos con un análisis global de<br />

las contradicciones internas <strong>del</strong> régimen soviético bajo Stalin, cuya dialéctica – llevada a un punto<br />

crítico por la desaparición <strong>del</strong> gran jefe carismático – provoca la primera conmoción profunda en el<br />

epicentro <strong>del</strong> movimiento <strong>comunista</strong>. <strong>La</strong>s ondas de esta conmoción rompen diques ideológicos,<br />

políticos y organizacionales en los regímenes <strong>del</strong> ”campo socialista” y en los partidos <strong>comunista</strong>s<br />

exteriores al ”campo”, en las relaciones interestados e interpartidos. Se exacerban los conflictos<br />

latentes y las tendencias centrífugas. Se derrumban mitos y dogmas. <strong>La</strong> duda, cuando no la<br />

angustia, se instala en las conciencias. <strong>La</strong>s <strong>crisis</strong> parciales y periféricas se funden con la <strong>del</strong> centro<br />

soviético en una <strong>crisis</strong> única, general, de todo el movimiento <strong>comunista</strong>.<br />

En las dos primeras partes de nuestro ensayo no hemos considerado imprescindible el análisis<br />

global de la evolución <strong>del</strong> régimen soviético bajo Stalin, teniendo en cuenta que la <strong>crisis</strong> <strong>del</strong><br />

movimiento <strong>comunista</strong> se inicia históricamente por su periferia. Se manifiesta primero, según<br />

vimos, en el fracaso de la IC, tanto en el mundo capitalista como el colonial; después, en la<br />

impotencia <strong>del</strong> movimiento <strong>comunista</strong> europeo para dar una salida revolucionaria al catastrófico<br />

seísmo <strong>del</strong> capitalismo continental en los años cuarenta; más tarde, en la ruptura yugoslava y en la<br />

degradación de las democracias populares (reflejada en el abracadabrante espejo de los procesos).<br />

Entre tanto, el régimen estaliniano se afirma y fortalece dentro de las fronteras soviéticas,<br />

destruyendo implacablemente todo lo que se cruza en su camino, lo mismo la oposición<br />

reaccionaria <strong>del</strong> kulak que la revolucionaria de la vieja guardia bolchevique. Se constituye y<br />

desarrolla como sistema social totalmente inédito, no sólo en la historia sino en las previsiones<br />

teóricas marxistas: ni capitalista ni socialista, se funda en el usufructo de los principales medios de<br />

producción por un nuevo tipo de clase social, que comienza a formarse con<br />

los elementos capaces de asumir la función más útil y urgente en un enorme país arruinado y<br />

hambriento: organizar y dirigir la economía. Creyendo subjetivamente – al menos durante un<br />

tiempo – construir el socialismo, encarnar la dictadura <strong>del</strong> proletariado, realizar el marxismo, esa<br />

nueva clase dirigente se convierte prácticamente en usufructuaria de los medios de producción,<br />

fuera de toda intervención y control de las masas trabajadoras, y adquiere progresivamente las<br />

características subjetivas de clase dominante. Nacido de la liquidación de la democracia soviética<br />

<strong>del</strong> año diez y siete, este régimen revela su capacidad para desarrollar las fuerzas productivas, sacar<br />

al país <strong>del</strong> atraso económico y cultural e industrializarlo a ritmos sin precedentes en la historia de la<br />

humanidad. Al finalizar los años cuarenta – como reconocería de hecho el XX Congreso – las<br />

estructuras sociopolíticas habían entrado ya en contradicción con el nivel alcanzado por las fuerzas<br />

productivas, con las exigencias de su ulterior desarrollo. Si la lucha de camarillas por la sucesión –<br />

única manera de resolver el problema sucesorio en un sistema político privado de todo cauce<br />

democrático, donde el dictador no es hereditario y las condiciones para la revolución aún no están<br />

presentes – revistió la implacabilidad que es sabida, la cosa no se explica fundamentalmente por<br />

ambiciones personales sino porque en la base de esa lucha estaba la contradicción antedicha,<br />

llegada a un grado de peligrosidad y entrelazada con otros conflictos y tensiones, tanto dentro <strong>del</strong><br />

Estado soviético como en el conjunto <strong>del</strong> ”campo socialista” y <strong>del</strong> movimiento <strong>comunista</strong>. <strong>La</strong><br />

dialéctica misma de la lucha por el poder en tales condiciones produjo el ”informe secreto” de

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