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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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obreros-mujiks, el mito de Stalin se enlazaba con el de los grandes zares, se fundía con el<br />

patriotismo tradicional, las glorias <strong>del</strong> pasado, la religión reverdecida. Stalin y el partido se<br />

esforzaron hábilmente por amalgamar estos resortes patrióticos con el nuevo Estado, y Lenin era<br />

ritualmente invocado a cada paso para realzar la autoridad <strong>del</strong> nuevo Lenin. Desde el punto de vista<br />

de los objetivos internacionales de la guerra, los jefes soviéticos no añadieron una coma a los<br />

proclamados por las potencias capitalistas aliadas: liberación nacional de los pueblos europeos y<br />

democracia. O mejor dicho, sólo agregaron un ingrediente, que no era precisamente revolucionario,<br />

ni siquiera progresista: el paneslavismo, el llamamiento a la unión de los pueblos eslavos. Cuya<br />

transparente finalidad, aparte <strong>del</strong> efecto movilizador inmediato contra el enemigo tradicional, el<br />

pangermanismo, era preparar ideológicamente la futura construcción <strong>del</strong> glacis protector. Europa<br />

vivía su segunda catástrofe bélica a los veinte años de finalizar la primera. Era la prueba palpable de<br />

que las fronteras nacionales se habían convertido en un anacronismo que obstaculizaba el desarrollo<br />

de las fuerzas productivas; que hacía imposible una paz duradera y constituía una fuente<br />

permanente de rivalidades y conflictos. ¿No era el momento oportuno, obligado, de llamar al<br />

proletariado continental a luchar por la creación de los Estados Unidos socialistas de Europa, cuya<br />

idea había sido lanzada por el partido socialdemócrata ruso (incluyendo en ese momento a<br />

bolcheviques y mencheviques) al comienzo de la guerra <strong>del</strong> catorce, y recogida por la Internacional<br />

Comunista en 1923?(179) <strong>La</strong> idea eslava reemplazó a la idea socialista europea. Los eslavos debían<br />

unirse; los otros pueblos europeos seguir encerrados en su cascarón nacional.<br />

No insistiremos más sobre estos aspectos de la política estaliniana que diversos autores,<br />

especialmente Deutscher, han examinado en detalle(180). El gran biógrafo de Trotski plantea otra<br />

cuestión de sumo interés: la victoria de la revolución socialista a escala europea hubiera significado<br />

el cese <strong>del</strong> aislamiento en que se había encontrado la revolución rusa, y Stalin temía los efectos de<br />

la interpenetración entre el sistema soviético y el socialismo en las zonas <strong>del</strong> capitalismo industrial.<br />

Consideraba – no sin razón – que pondría en peligro los fundamentos políticos e ideológicos <strong>del</strong><br />

sistema burocrático y dictatorial construido a favor <strong>del</strong> aislamiento. Este, de condicionante objetivo<br />

<strong>del</strong> sistema, había pasado a ser condición imprescindible de su existencia, y por tanto de los<br />

privilegios de la capa dirigente. <strong>La</strong> evolución ulterior ha venido a corroborar esta tesis de<br />

Deutscher. Stalin y sus sucesores se han esforzado en mantener el aislamiento de la sociedad<br />

soviética no sólo <strong>del</strong> Occidente, sino incluso de los demás países <strong>del</strong> ”campo socialista”.<br />

”El contacto directo entre Rusia y las ”democracias populares” – libertad de comunicación e intercambio<br />

libre de ideas – podía constituir fácilmente una nueva fuente de fermentación en el interior de Rusia.<br />

Stalin tuvo, pues, que mantener dos ”telones de hierro”: el primero, separando a Rusia de su propia zona<br />

de influencia; el segundo, separando a esta zona <strong>del</strong> Occidente.”(181)<br />

Como vemos, la infortunada revolución proletaria europea tenía que vencer no pocos obstáculos<br />

para abrirse paso a través de la gran <strong>crisis</strong> de los años cuarenta. Para triunfar al final de la segunda<br />

década <strong>del</strong> siglo le faltó un partido socialista independiente de la burguesía. Para vencer al<br />

comienzo de la quinta década hubiese necesitado un partido independiente de la burguesía y de la<br />

”patria <strong>del</strong> socialismo”.<br />

Con la capitulación de Alemania en la primavera de 1945, la principal justificación de la política de<br />

”unión nacional” desaparece, pero la colaboración de los partidos <strong>comunista</strong>s en los gobiernos<br />

burgueses de Francia e Italia continúa (así como en otros países capitalistas europeos), y contribuye<br />

en la forma que vimos a la restauración de la economía capitalista y de sus superestructuras<br />

políticas. Se hace necesaria una nueva justificación que ya no puede ser sólo, o fundamentalmente,<br />

táctica. A ese fin se echa mano de la doctrina de la ”nueva democracia” o ”democracia popular”,<br />

nacida en función de otra necesidad urgente: definir los regímenes que comienzan a implantarse en<br />

los países liberados por el ejército soviético. Mientras la revolución, en efecto, había sido esquivada<br />

con arte y pericia en Francia e Italia – allí donde ”la clase obrera y sus aliados estaban mejor<br />

organizados que las fuerzas de la reacción, tenían superioridad evidente sobre los grupos dirigentes<br />

<strong>del</strong> capital monopolista y sus agentes políticos” (estamos citando a historiadores soviéticos)(182) –<br />

en los países <strong>del</strong> este la revolución se veía facilitada por la misma raison d’Etat que la había

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