La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
76<br />
obreros-mujiks, el mito de Stalin se enlazaba con el de los grandes zares, se fundía con el<br />
patriotismo tradicional, las glorias <strong>del</strong> pasado, la religión reverdecida. Stalin y el partido se<br />
esforzaron hábilmente por amalgamar estos resortes patrióticos con el nuevo Estado, y Lenin era<br />
ritualmente invocado a cada paso para realzar la autoridad <strong>del</strong> nuevo Lenin. Desde el punto de vista<br />
de los objetivos internacionales de la guerra, los jefes soviéticos no añadieron una coma a los<br />
proclamados por las potencias capitalistas aliadas: liberación nacional de los pueblos europeos y<br />
democracia. O mejor dicho, sólo agregaron un ingrediente, que no era precisamente revolucionario,<br />
ni siquiera progresista: el paneslavismo, el llamamiento a la unión de los pueblos eslavos. Cuya<br />
transparente finalidad, aparte <strong>del</strong> efecto movilizador inmediato contra el enemigo tradicional, el<br />
pangermanismo, era preparar ideológicamente la futura construcción <strong>del</strong> glacis protector. Europa<br />
vivía su segunda catástrofe bélica a los veinte años de finalizar la primera. Era la prueba palpable de<br />
que las fronteras nacionales se habían convertido en un anacronismo que obstaculizaba el desarrollo<br />
de las fuerzas productivas; que hacía imposible una paz duradera y constituía una fuente<br />
permanente de rivalidades y conflictos. ¿No era el momento oportuno, obligado, de llamar al<br />
proletariado continental a luchar por la creación de los Estados Unidos socialistas de Europa, cuya<br />
idea había sido lanzada por el partido socialdemócrata ruso (incluyendo en ese momento a<br />
bolcheviques y mencheviques) al comienzo de la guerra <strong>del</strong> catorce, y recogida por la Internacional<br />
Comunista en 1923?(179) <strong>La</strong> idea eslava reemplazó a la idea socialista europea. Los eslavos debían<br />
unirse; los otros pueblos europeos seguir encerrados en su cascarón nacional.<br />
No insistiremos más sobre estos aspectos de la política estaliniana que diversos autores,<br />
especialmente Deutscher, han examinado en detalle(180). El gran biógrafo de Trotski plantea otra<br />
cuestión de sumo interés: la victoria de la revolución socialista a escala europea hubiera significado<br />
el cese <strong>del</strong> aislamiento en que se había encontrado la revolución rusa, y Stalin temía los efectos de<br />
la interpenetración entre el sistema soviético y el socialismo en las zonas <strong>del</strong> capitalismo industrial.<br />
Consideraba – no sin razón – que pondría en peligro los fundamentos políticos e ideológicos <strong>del</strong><br />
sistema burocrático y dictatorial construido a favor <strong>del</strong> aislamiento. Este, de condicionante objetivo<br />
<strong>del</strong> sistema, había pasado a ser condición imprescindible de su existencia, y por tanto de los<br />
privilegios de la capa dirigente. <strong>La</strong> evolución ulterior ha venido a corroborar esta tesis de<br />
Deutscher. Stalin y sus sucesores se han esforzado en mantener el aislamiento de la sociedad<br />
soviética no sólo <strong>del</strong> Occidente, sino incluso de los demás países <strong>del</strong> ”campo socialista”.<br />
”El contacto directo entre Rusia y las ”democracias populares” – libertad de comunicación e intercambio<br />
libre de ideas – podía constituir fácilmente una nueva fuente de fermentación en el interior de Rusia.<br />
Stalin tuvo, pues, que mantener dos ”telones de hierro”: el primero, separando a Rusia de su propia zona<br />
de influencia; el segundo, separando a esta zona <strong>del</strong> Occidente.”(181)<br />
Como vemos, la infortunada revolución proletaria europea tenía que vencer no pocos obstáculos<br />
para abrirse paso a través de la gran <strong>crisis</strong> de los años cuarenta. Para triunfar al final de la segunda<br />
década <strong>del</strong> siglo le faltó un partido socialista independiente de la burguesía. Para vencer al<br />
comienzo de la quinta década hubiese necesitado un partido independiente de la burguesía y de la<br />
”patria <strong>del</strong> socialismo”.<br />
Con la capitulación de Alemania en la primavera de 1945, la principal justificación de la política de<br />
”unión nacional” desaparece, pero la colaboración de los partidos <strong>comunista</strong>s en los gobiernos<br />
burgueses de Francia e Italia continúa (así como en otros países capitalistas europeos), y contribuye<br />
en la forma que vimos a la restauración de la economía capitalista y de sus superestructuras<br />
políticas. Se hace necesaria una nueva justificación que ya no puede ser sólo, o fundamentalmente,<br />
táctica. A ese fin se echa mano de la doctrina de la ”nueva democracia” o ”democracia popular”,<br />
nacida en función de otra necesidad urgente: definir los regímenes que comienzan a implantarse en<br />
los países liberados por el ejército soviético. Mientras la revolución, en efecto, había sido esquivada<br />
con arte y pericia en Francia e Italia – allí donde ”la clase obrera y sus aliados estaban mejor<br />
organizados que las fuerzas de la reacción, tenían superioridad evidente sobre los grupos dirigentes<br />
<strong>del</strong> capital monopolista y sus agentes políticos” (estamos citando a historiadores soviéticos)(182) –<br />
en los países <strong>del</strong> este la revolución se veía facilitada por la misma raison d’Etat que la había