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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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pública por otro, asá como su rigurosa articulación con la política dictada por Moscú al movimiento<br />

<strong>comunista</strong>. Nos limitaremos a señalar algunos de los jalones más significativos.<br />

En mayo de 1942, se firma el tratado de alianza anglo-soviético, por veinte años, sin incluir el<br />

reconocimiento inglés de las fronteras soviéticas de 1941, pero sin que los rusos hubieran<br />

renunciado a su exigencia. Simplemente, quedaba aplazada. <strong>La</strong> difícil situación militar explica,<br />

probablemente, esa momentánea y aparente concesión de Stalin. En realidad, su verdadera<br />

concesión se situaba en otro terreno, como muestra la política <strong>del</strong> Partido Comunista de la India.<br />

Gandhi y su Partido <strong>del</strong> Congreso habían adoptado, desde la iniciación misma de la guerra entre<br />

Inglaterra y Alemania, una posición que se condensa en la siguiente declaración: ”<strong>La</strong> India no<br />

puede considerarse ligada a una guerra, llamada guerra por las libertades democráticas, al mismo<br />

tiempo que ella está privada de libertad.” Y se mantuvo con firmeza a esta actitud incluso después<br />

de la entrada de la URSS en la guerra. Aprovechó la situación en que se encontraba el imperialismo<br />

inglés para intensificar la lucha por la independencia nacional. Pero mientras la burguesía nacional<br />

adoptaba esta táctica ”leninista”, el Partido Comunista de la India adoptaba la táctica<br />

socialdemócrata: se pronunciaba por el apoyo al imperialismo inglés contra su rival alemán. En el<br />

verano de 1942, las autoridades coloniales desencadenaron una bárbara represión contra el<br />

movimiento nacional, detuvieron a Gandhi y a todos los miembros <strong>del</strong> comité ejecutivo <strong>del</strong> Partido<br />

<strong>del</strong> Congreso, y prohibieron la actividad de éste. Al mismo tiempo... legalizan al Partido<br />

Comunista, que se encontraba en la clandestinidad desde 1934(126).<br />

En ese mismo mes de mayo de 1942 tiene lugar la entrevista Mólotov-de Gaulle, a la que ya nos<br />

hemos referido en otro lugar(127). A cambio de que el general sostuviera cerca de los<br />

angloamericanos la demanda rusa de un segundo frente, el ministro soviético ofrece los buenos<br />

oficios de Moscú para que la Resistencia, lo mismo que las colonias francesas, reconozcan la<br />

jefatura <strong>del</strong> general. Poco después se inicia, en efecto, la política <strong>del</strong> PCF – analizada en páginas<br />

anteriores – de subordinación a de Gaulle y de defensa de la Unión Francesa (unión entre la<br />

metrópoli y las colonias).<br />

A lo largo de todo este año el gobierno soviético apoya a los instrumentos yugoslavos <strong>del</strong><br />

imperialismo inglés: el gobierno real exilado en Londres y los tchetniks de Mijailovitch. Presiona<br />

enérgicamente sobre las fuerzas guerrilleras de Tito para que abandonen su política revolucionaria y<br />

se sitúen, como los franceses e italianos, en el terreno de la ”unión nacional”.<br />

En enero de 1943, después que la victoria de Stalingrado hubo mejorado sustancialmente la<br />

situación militar, Stalin vuelve a la carga sobre el reconocimiento de las fronteras soviéticas de<br />

1941. Y en marzo ingleses y americanos se ponen de acuerdo para ceder en lo que se refiere a<br />

Carelia, Besarabia y Bukovina, pero mantienen su oposición en cuanto a los Estados bálticos y<br />

Polonia. En una entrevista con Eden, Roosevelt opina que tal vez habrá que ceder, en definitiva,<br />

pero a cambio de otras concesiones(128). Una de estas concesiones es formulada públicamente por<br />

la prensa y personalidades oficiales norteamericanas: Stalin debe ofrecer garantías más concretas y<br />

seguras de que renuncia realmente a ”fomentar la revolución mundial”. El muy oficioso New York<br />

Times reconoce el 20 de diciembre de 1942, que el jefe soviético ha hecho ya progresos sensibles en<br />

esa dirección: ”<strong>La</strong>s consignas de Stalin [...] no son consignas marxistas que impulsen a los<br />

proletarios <strong>del</strong> mundo a unirse, sino consignas sobre el patriotismo, la libertad y la patria.” Pero no<br />

es suficiente, y agitando el espantajo de una inversión de las alianzas, dice que la Alemania<br />

hitleriana podría convencer a muchos de la necesidad de marchar con ella en la cruzada de clase<br />

contra la URSS, de persistir ”una Internacional Comunista inspirada por la ideología trotsquista de<br />

la revolución proletaria mundial.” Y el 9 de marzo de 1943, el vicepresidente Wallace, considerado<br />

a justo título como uno de los más decididos partidarios de la cooperación con la Unión Soviética,<br />

declara – refiriéndose al futuro: ”<strong>La</strong> guerra sería inevitable si Rusia abrazara de nuevo la idea<br />

trotsquista de fomentar la revolución mundial.”(129) Como ya sabemos, estos requerimientos<br />

fueron escuchados. No vamos a volver de nuevo sobre el análisis de la disolución de la<br />

Internacional Comunista, que hemos hecho en los capítulos primero y último de la primera parte de<br />

este libro. Simbolizaba la renuncia, no a la idea ”trotsquista” de la ”revolución mundial” (esta

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