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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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Puede suponerse el efecto que semejantes versiones producirían en los dirigentes <strong>comunista</strong>s<br />

chinos, pero de momento no dieron signos de inmutarse. Otras culebras más gordas hubieron de<br />

tragar en aquellos años, y lo hicieron con la misma impasibilidad. Sin entrar ahora en detalles sobre<br />

las relaciones chinosoviéticas hasta la muerte de Stalin, nos limitaremos a señalar que en virtud de<br />

los acuerdos anexos al tratado de 1950 la restitución al gobierno chino <strong>del</strong> ferrocarril manchuriano<br />

fue aplazada hasta 1952, salvo que antes se firmase el tratado de paz entre la URSS y el Japón. El<br />

mismo aplazamiento sufrió la retirada de las tropas soviéticas de la base naval de Port-Arthur. Y el<br />

problema <strong>del</strong> puerto de Dairen quedó en suspenso para ser examinado de nuevo después de la<br />

conclusión de dicho tratado de paz. El gobierno chino tuvo que reconocer la ”independencia” de la<br />

Mongolia exterior, es decir, su permanencia bajo el absoluto control soviético(40). En relación con<br />

Sinkiang los chinos tuvieron que aceptar la creación de dos sociedades mixtas <strong>del</strong> tipo que los<br />

yugoslavos habían rechazado. En 1954 Mao exigió la transferencia integral e inmediata a China de<br />

la parte soviética en estas sociedades(41). En el terreno de los créditos económicos los dirigentes<br />

chinos habían cifrado las necesidades <strong>del</strong> país entre dos mil y tres mil millones de dólares. En<br />

Moscú obtuvieron un crédito de 60 millones de dólares por año, durante cinco años. En total, 300<br />

millones de dólares, suma inferior a la que poco antes el gobierno soviético había prestado a<br />

Polonia(42). Con los especialistas soviéticos enviados a China se presentó el mismo problema que<br />

provocó las dificultades que vimos en Yugoslavia: sus emolumentos eran muy superiores a los de<br />

sus colegas chinos. Dado el nivel económico <strong>del</strong> pueblo y los hábitos de austeridad en que se habían<br />

educado los <strong>comunista</strong>s chinos, es fácil imaginar el efecto moral y político que tal situación tenía<br />

que provocar inevitablemente. Y sin duda hubo otros muchos aspectos de las relaciones entre los<br />

dos Estados y partidos que no abonaban<br />

precisamente la rosada imagen oficial de la ”amistad chino-soviética”. Sin embargo, hasta después<br />

de los acontecimientos húngaros y polacos <strong>del</strong> otoño de 1956 no habrá declaraciones chinas<br />

poniendo en entredicho esa imagen panglosiana. En diciembre de aquel año, Mao declarará que<br />

”en la solución de ciertas cuestiones concretas, Stalin manifestaba tendencia al chovinismo de gran<br />

potencia y no se inspiraba suficientemente en la igualdad de derechos; no educaba a los cuadros en un<br />

espíritu de modestia y a veces se inmiscuía injustamente en los asuntos internos de países y partidos<br />

hermanos, lo cual tuvo muchas y graves consecuencias”(43)<br />

Pero ni entonces ni después los maoístas han hecho un análisis histórico objetivo y documentado de<br />

la intervención de Stalin (de la burocracia dirigente soviética) en las diferentes fases de la<br />

revolución china, y en particular en el periodo 1949-1953. Lo que puede explicarse porque<br />

semejante análisis implicaría abordar críticamente determinados aspectos de la propia actuación de<br />

Mao, cosa difícil mientras persista el culto a su pensamiento y su personalidad. En todo caso,<br />

mientras no hagan ese análisis los <strong>comunista</strong>s chinos no podrán dar una explicación histórica<br />

concluyente de su actual conflicto con el partido soviético(44).<br />

<strong>La</strong> empresa de unificar políticamente el país y de crear una economía planificada en las condiciones<br />

de China tenía que engendrar forzosamente – en escala aún mayor que en la Rusia de 1917 – un<br />

proceso de burocratización, pero es indudable que la importación <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o y los métodos<br />

soviéticos no podía por menos de estimular y acelerar dicho proceso en todas las esferas: partido y<br />

Estado, economía e ideología. <strong>La</strong> extrema complejidad de la problemática china, <strong>del</strong> intento de ir<br />

hacia el socialismo en un país de tales características, exigía objetivamente la apertura de un debate<br />

permanente, el desarrollo de una investigación sin cortapisas, con amplia participación de las masas<br />

y de los cuadros intelectuales. Incluyendo la crítica de la experiencia soviética. En lugar de ello el<br />

mo<strong>del</strong>o soviético fue adoptado dogmáticamente como la única vía posible.<br />

Otro efecto de la subordinación <strong>del</strong> PCC a Stalin, en aquella etapa, fue que la gran experiencia<br />

acumulada por la revolución china hasta la toma <strong>del</strong> poder, sus enseñanzas teóricas y prácticas, no<br />

pudieron convertirse en patrimonio <strong>del</strong> movimiento <strong>comunista</strong> internacional, y en particular de los<br />

<strong>comunista</strong>s de los países coloniales y semicoloniales, salvo en contados casos (<strong>comunista</strong>s<br />

vietnamitas y algunos núcleos <strong>comunista</strong>s <strong>del</strong> sudeste asiático, tradicionalmente ligados a los<br />

chinos). Como regla, la revolución china fue conocida por los <strong>comunista</strong>s <strong>del</strong> mundo entero a través

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