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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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Y después de la reunión <strong>del</strong> Kominform los dirigentes yugoslavos no habían cedido un ápice en esa<br />

actitud(22). <strong>La</strong> bomba <strong>del</strong> proyecto de federación balcánica y danubiana lanzada por Dimítrov puso<br />

de manifiesto hasta qué punto el peligro de contagio existía en otras democracias populares(23). <strong>La</strong>s<br />

cosas habían llegado suficientemente lejos como para agotar la paciencia de Stalin y provocar la<br />

explosión de su enfermiza desconfianza. Era urgente matar el virus en su foco, antes de que se<br />

propagase excesivamente. Sin duda, en la determinación de Stalin influyó también la creencia en su<br />

infalibilidad, en su poder omnipotente. Como revelaría Jruschev en el ”informe secreto” ante el XX<br />

Congreso, Stalin creía que le bastaba con mover su dedo meñique para acabar con Tito. Confiaba en<br />

que los <strong>comunista</strong>s yugoslavos, puestos en el dilema de escoger entre la Unión Soviética y<br />

Yugoslavia, entre Stalin y Tito, no vacilarían. Y probablemente sus servicios secretos, informando<br />

de acuerdo con los deseos <strong>del</strong> jefe, contribuyeron no poco a robustecer tal creencia.<br />

El primer movimiento <strong>del</strong> dedo meñique estaliniano consistió en comunicar a los yugoslavos, en los<br />

últimos días de febrero, que no debían enviar a Moscú la <strong>del</strong>egación comercial prevista para el mes<br />

de abril, a fin de renovar el acuerdo comercial existente entre ambos países. Significaba, en la<br />

práctica, la ruptura de las relaciones comerciales, y ponía a Yugoslavia en situación<br />

extremadamente difícil porque todo su intercambio estaba orientado hacia la Unión Soviética y las<br />

democracias populares. <strong>La</strong> URSS absorbía el 50 % de las exportaciones yugoslavas y abastecía a la<br />

república de materias primas vitales como el petróleo. El 1 de marzo se reúne el Comité Central <strong>del</strong><br />

Partido Comunista yugoslavo. Tito y Kar<strong>del</strong>j (que acaba de regresar de la entrevista con Stalin en<br />

Moscú) plantean claramente la situación creada. El Comité Central decide resistir a la presión<br />

soviética en todos los terrenos. Según se supo más tarde, algunos de los miembros <strong>del</strong> Comité<br />

Central y <strong>del</strong> gobierno figuraban entre los agentes reclutados por los servicios secretos soviéticos e<br />

informaron inmediatamente de las decisiones adoptadas. A partir de este momento los movimientos<br />

<strong>del</strong> dedo meñique se hacen más amenazadores. El 18 de marzo, la embajada soviética en Belgrado<br />

comunica a Tito que Moscú ha decidido retirar los consejeros e instructores militares enviados para<br />

ayudar a la modernización <strong>del</strong> ejército yugoslavo. Al día siguiente comunica la retirada de los<br />

especialistas civiles (ingenieros, técnicos, economistas, etc.). Moscú justifica la primera medida con<br />

el argumento de que los consejeros e instructores militares son tratados inamistosamente. Y la<br />

segunda porque no se permitía a los especialistas civiles obtener de cualquier ciudadano yugoslavo<br />

las ”informaciones económicas” que deseasen, habiéndose ordenado que para obtener tales<br />

informaciones los especialistas soviéticos debían dirigirse a la dirección <strong>del</strong> Partido Comunista<br />

yugoslavo o al ministerio correspondiente(24). Tito escribe inmediatamente a Mólotov expresando<br />

el asombro de la dirección yugoslava ante las justificaciones de Moscú. ”Nuestras relaciones con<br />

los consejeros soviéticos – dice la carta – no son sólo buenas sino fraternales”, y en cuanto a las<br />

”informaciones económicas” aclara que la decisión tomada se explica ”porque los funcionarios de<br />

nuestros ministerios se habían habituado a transmitir informaciones a no importa quién, a<br />

consecuencia de lo cual se han divulgado secretos de Estado que han podido caer, y a veces han<br />

caído, en manos de nuestros enemigos comunes.” Y precisa: ”No existe ninguna disposición oficial,<br />

contrariamente a lo que se pretende en vuestro telegrama, a propósito <strong>del</strong> derecho de nuestros<br />

funcionarios a transmitir informaciones de carácter económico a los servicios soviéticos sin<br />

autorización de nuestro gobierno o <strong>del</strong> Comité Central.” <strong>La</strong> carta concluye así:<br />

”Para nosotros está claro que las razones invocadas no son las verdaderas. Nos placería que vuestro<br />

gobierno dijera francamente lo que no marcha e impide que las relaciones entre nuestros dos países sean<br />

tan cordiales como antes. Os ponemos en guardia contra informaciones que podáis obtener de fuentes no<br />

oficiales. No son forzosamente imparciales, precisas o bien intencionadas.”<br />

Con esta carta se inicia la escalada epistolar que desembocará en la reunión <strong>del</strong> Kominform<br />

(segunda quincena de junio) y la publicación (28 de junio) de la resolución allí adoptada<br />

condenando la herejía yugoslava.<br />

Stalin responde el 27 de marzo. Comienza calificando de ”embusteras”, y por tanto ”absolutamente<br />

insatisfactorias”, las explicaciones de Tito. Insiste en el ”derecho” de los especialistas soviéticos a<br />

obtener ”informaciones” de quien bien les plazca. Y acumula nuevos cargos contra los yugoslavos.

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