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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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socialista <strong>del</strong> régimen, ni a la esencia científica de su ”marxismo”), pese a su burda estulticia,<br />

satisficieron a una gran masa de <strong>comunista</strong>s – revelándose una vez más hasta qué punto su<br />

formación ideológica había perdido todo contacto con el marxismo vivo – mientras que otros las<br />

consideraron como una primera autocrítica imperfecta que podría abrir camino a la regeneración <strong>del</strong><br />

movimiento. Pero una nueva realidad había irrumpido irremisiblemente, y su formidable potencia<br />

desmistificadora, destructora de dogmas y mitos, iría abriéndose paso contra todas las resistencias<br />

subjetivas. Hasta entonces los fracasos, las derrotas, la impotencia de los partidos <strong>comunista</strong>s, eran<br />

explicados siempre – en aquello que no se atribuía a los ”factores objetivos” – como debido a sus<br />

imperfecciones respecto al mo<strong>del</strong>o soviético: insuficiente ”bolchevización”, retraso teórico en<br />

comparación con el nivel teórico óptimo que era el <strong>del</strong> partido soviético, etc. A partir de entonces<br />

comenzó a abrirse paso la idea de que los males de los partidos <strong>comunista</strong>s y <strong>del</strong> conjunto <strong>del</strong><br />

movimiento tenían por origen la razón inversa: su semejanza con el mo<strong>del</strong>o soviético. <strong>La</strong> <strong>crisis</strong> <strong>del</strong><br />

partido soviético se convirtió así en el espejo de la <strong>crisis</strong> de cada partido <strong>comunista</strong> y <strong>del</strong><br />

movimiento <strong>comunista</strong> internacional. De ahí la necesidad <strong>del</strong> análisis global a que antes nos hemos<br />

referido, que nos llevará el XX Congreso, heraldo histórico de la <strong>crisis</strong> general <strong>del</strong> movimiento<br />

<strong>comunista</strong>.<br />

Cerraremos ahora las dos primeras partes de nuestro ensayo con algunas consideraciones generales,<br />

que no tienen significado de conclusión ni pretenden tampoco sintetizar las grandes líneas <strong>del</strong><br />

proceso examinado. Su finalidad es precisar ciertos aspectos y complementar otros.<br />

1. <strong>La</strong> Internacional Comunista entra en la escena mundial como abanderada <strong>del</strong> marxismo vivo,<br />

revolucionario, tanto frente al revisionismo reformista como frente al ”marxismo ortodoxo” de la II<br />

Internacional. No se propone sólo desempolvar tesis olvidadas, o restaurar otras en su pureza, sino<br />

fecundar la teoría de Marx y Engels en consonancia con la nueva situación histórica. Pero este<br />

intento de restaurar el marxismo vivo se convierte rápidamente, apenas iniciado, en una nueva<br />

ortodoxia, que al cabo de pocos años deja en mantillas a la precedente en cuanto al grado de<br />

dogmatización y perversión <strong>del</strong> marxismo.<br />

Entre las razones que determinan esta regresión se encuentra una – situada en el punto de partida<br />

teórico de la renovación intentada por la IC – que sólo muy indirectamente hemos tocado en nuestro<br />

análisis: el ”marxismo ortodoxo” de la II Internacional no había sido objeto, antes de la <strong>crisis</strong><br />

revolucionaria abierta por la primera guerra mundial, de una contestación teórica-revolucionaria<br />

global. En la práctica, ese ”marxismo ortodoxo” representó el abandono de la teoría de la<br />

revolución proletaria, y por tanto – pese a todas sus apariencias de fi<strong>del</strong>idad – el abandono <strong>del</strong><br />

marxismo. Porque la teoría de Marx y Engels, considerada en su totalidad – es decir, considerada<br />

como marxismo, no como economía política marxista, o como filosofía marxista, o como sociología<br />

marxista, etc. – es eso: la teoría de la revolución socialista. Cualquiera de sus partes, tomada<br />

separadamente y aislada de la práctica revolucionaria, no tiene de por sí un significado<br />

revolucionario y puede ser utilizada a fines muy diversos. Pero el marxismo así entendido no era, al<br />

desaparecer sus creadores, más que un esbozo de la teoría de la revolución socialista, una<br />

anticipación genial. No podía ser otra cosa teniendo en cuenta los materiales disponibles: el<br />

capitalismo <strong>del</strong> siglo XIX y las intervenciones proletarias en las revoluciones burguesas, más la<br />

Comuna. El proletariado, sujeto presunto de la revolución socialista, se desarrolla como gran fuerza<br />

histórica, se organiza sindical y políticamente a escala europeoamericana, en una fase posterior, no<br />

revolucionaria. Debido a ello, la fracción <strong>del</strong> movimiento obrero que adopta el marxismo como su<br />

teoría – no hay que olvidar que importantes fracciones de ese movimiento, en Europa y América,<br />

quedan al margen <strong>del</strong> marxismo – no lo integra verdaderamente en su práctica, y en consecuencia<br />

no lo desarrolla teóricamente. El revisionismo bernsteiniano procede a la conocida operación de<br />

liquidar el marxismo – renunciar abiertamente a toda teoría de la revolución – para poner la<br />

ideología <strong>del</strong> movimiento en conformidad con su práctica reformista. Los teóricos ortodoxos se<br />

preocupan de profundizar en la teoría económica marxista, la sociología, la historia, etc.: en todas<br />

las ”ramas” <strong>del</strong> marxismo, menos en el marxismo mismo: en la teoría de la revolución. En ese<br />

periodo, llamado después por algunos autores edad de oro <strong>del</strong> pensamiento marxista, este

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