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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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El freno que la política de Stalin puso al movimiento revolucionario fue insuficiente para impedir<br />

que el auge obrero y democrático de la Liberación asustara a la burguesía de uno y otro lado <strong>del</strong><br />

Atlántico, pero fue suficiente para limitar ese auge de tal manera que incluso allí donde alcanzó la<br />

mayor envergadura dentro <strong>del</strong> capitalismo desarrollado (Francia, Italia) se reveló impotente, no ya<br />

para determinar un cambio político radical, sino hasta para impedir que dichos Estados se<br />

integrasen en el bloque antisoviético bajo la jefatura americana. Es decir, la supeditación de los<br />

partidos <strong>comunista</strong>s a la estrategia estaliniana acabó por tener efectos contrarios a las razones en<br />

que pretendía justificarse: se volvió contra la seguridad <strong>del</strong> Estado soviético.<br />

Interrogantes y conjeturas<br />

Los juicios de ciertos historiadores y políticos occidentales, abogados <strong>del</strong> ”mundo libre”, que se<br />

complacen en subrayar las ”malas artes” empleadas por Stalin para asegurarse el glacis y otros<br />

objetivos de su estrategia mundial, mientras idealizan la política rooseveltiana, e incluso la<br />

churchilliana, no revelan sólo carencia de objetividad sino ingratitud. Si el ”mundo libre” no perdió<br />

en la gran <strong>crisis</strong> algunos de sus más viejos y reputados florones, lo debe en gran medida a Stalin.<br />

Como es bien sabido, ninguna hipótesis sobre el curso que la historia podría haber seguido, en lugar<br />

<strong>del</strong> que siguió, es susceptible de demostración concluyente. Y no tendría fundamento afirmar que si<br />

el jefe soviético – y jefe supremo <strong>del</strong> ejército <strong>comunista</strong> mundial – llega a incluir la revolución<br />

europea entre los objetivos prioritarios de su política de guerra, la revolución europea hubiera<br />

triunfado indefectiblemente. Lo que sí puede afirmarse con todo fundamento, porque está inscrito<br />

en los hechos, en cada paso de la política estaliniana – como hemos tratado de poner de relieve en el<br />

análisis precedente –, es que Stalin, secundado por los líderes <strong>comunista</strong>s occidentales que<br />

aplicaron fielmente su política, aportó una contribución inestimable a la solución <strong>del</strong> difícil<br />

problema que se planteó ante los jefes <strong>del</strong> capitalismo angloamericano desde 1939: cómo derrotar a<br />

su temible rival alemán preservando al mismo tiempo <strong>del</strong> riesgo revolucionario a los centros vitales<br />

<strong>del</strong> capitalismo europeo.<br />

Según vimos en la primera parte de este ensayo, Trotski tenía una visión excesivamente optimista<br />

de la coyuntura revolucionaria que se crearía en Europa a consecuencia de un nuevo conflicto<br />

mundial, optimismo derivado de su concepción sobre el estado <strong>del</strong> capitalismo (agotamiento de su<br />

capacidad histórica para desarrollar las fuerzas productivas, etc.). Pero la previsión de que la<br />

segunda guerra mundial podía tener un desenlace revolucionario a escala europea no era una<br />

elucubración extremista. Expresaba una posibilidad real, de la que la burguesía tuvo conciencia<br />

desde el primer día <strong>del</strong> conflicto. Esa posibilidad no provenía de que el sistema capitalista hubiera<br />

llegado a la situación límite supuesta por Trotski, reincidiendo en el error <strong>del</strong> análisis leniniano de<br />

los años de la primera guerra mundial, sino <strong>del</strong> método al que el capitalismo se veía obligado a<br />

recurrir para ”reajustar” sus estructuras y pasar a una nueva fase de desarrollo.<br />

<strong>La</strong> segunda guerra mundial fue la <strong>crisis</strong> más grave que el sistema capitalista e imperialista haya<br />

conocido en toda su historia. Y al mismo tiempo reveló de manera espectacular – ya en el curso<br />

mismo de la guerra y, sobre todo, en sus efectos ulteriores – la vitalidad que conservaba el sistema,<br />

globalmente considerado: el enorme potencial que encerraba su aparato industrial, técnico y<br />

científico; su capacidad para manipular a las masas y mantenerlas sometidas a los valores,<br />

ideologías y concepciones políticas necesarios a la supervivencia <strong>del</strong> sistema. Demostró la<br />

inteligencia política de las viejas clases dirigentes, su habilidad maniobrera, fruto de una<br />

experiencia secular. Lo mismo que la guerra <strong>del</strong> catorce y que la <strong>crisis</strong> económica de 1929, pero a<br />

escala mucho mayor, la segunda guerra mundial mostró que la agonía <strong>del</strong> ”capitalismo agonizante”<br />

tiene larga vida. (<strong>La</strong> dilatada duración de esta agonía ha dado tiempo y oportunidad al marxismo<br />

oficial para introducir en ella una sabia periodización. Se comenzó por sentar la tesis de que con la<br />

guerra <strong>del</strong> catorce y la revolución rusa se había iniciado la ”<strong>crisis</strong> general” <strong>del</strong> capitalismo. Después<br />

de la segunda guerra mundial, y en vista de que el enfermo no murió, se decidió que el periodo<br />

entre las dos guerras no era más que la ”primera etapa” de la ”<strong>crisis</strong> general”. A la que siguió la

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