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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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política de Tito, Stalin podía contar con auxiliares entre los <strong>comunista</strong>s yugoslavos. Unos porque se<br />

habían compra metido con los servicios secretos soviéticos y otros porque su formación ideológica<br />

estalinista era más fuerte que cualquier otra consideración. Frente a este peligro la dirección <strong>del</strong><br />

PCY recurrió a métodos análogos a los de Stalin: los servicios secretos, la policía, todos los resortes<br />

coactivos <strong>del</strong> Estado. Ya en el congreso, Tito había planteado la necesidad de ser ”implacables<br />

contra todas las tentativas de dislocar” la unidad <strong>del</strong> partido y de los pueblos yugoslavos. Y en las<br />

resoluciones aprobadas por el congreso se llamaba a intensificar la vigilancia y depurar el partido.<br />

Pero simultáneamente la dirección <strong>del</strong> PCY persistió en el método de permitir al pueblo contrastar<br />

las palabras con los hechos. No se interceptaron las emisiones soviéticas, que desencadenaron una<br />

formidable campaña de denigramiento contra los dirigentes yugoslavos. Fueron masivamente<br />

difundidas las cartas de Stalin. En la prensa se polemizaba abiertamente con los ”argumentos” <strong>del</strong><br />

adversario. Poco a poco el mito de Stalin fue desvaneciéndose en el espíritu de los <strong>comunista</strong>s<br />

yugoslavos, reemplazado por la evocación de los zares que en otros tiempos encubrieron sus<br />

proyectos de expansión balcánica con la divisa de liberar <strong>del</strong> yugo turco a los eslavos <strong>del</strong> sur. <strong>La</strong>s<br />

torpes alusiones de la propaganda soviética a la amistad eterna de Rusia con Serbia contribuían a<br />

esclarecer la continuidad histórica de la política moscovita. Y en el mismo sentido influían los<br />

repetidos incidentes en las fronteras de Yugoslavia con Hungría, Rumania y Bulgaria, así como los<br />

inquietantes movimientos de las tropas soviéticas estacionadas en esos países. En una palabra, los<br />

<strong>comunista</strong>s y el pueblo yugoslavos adquirieron la convicción de que la avalancha de acusaciones<br />

ideológicas ocultaba, en realidad, la amenaza a la independencia nacional tan duramente<br />

conquistada.<br />

Todavía hoy se desconocen las razones concretas de que Stalin no recurriese en definitiva al<br />

procedimiento expeditivo que perfilaban esos síntomas alarmantes. Puede suponerse que la tensión<br />

internacional existente en aquel momento pesó de manera considerable. No podía descartarse que<br />

una intervención militar soviética en Yugoslavia fuera seguida de otra americana, prolongación de<br />

la que ya tenía lugar en Grecia, con todos los riesgos de generalización <strong>del</strong> conflicto que tal<br />

eventualidad implicaba. Por otra parte, el ejército popular yugoslavo, su experiencia de la lucha<br />

guerrillera, no eran datos despreciables. <strong>La</strong> prudencia de Stalin facilitó indudablemente el éxito de<br />

la resistencia yugoslava. Puede suponerse, también, que pese al fracaso inicial de la intimidación<br />

ideológica y al aborto <strong>del</strong> golpe de Estado, Stalin confiara en el derrumbamiento a breve plazo <strong>del</strong><br />

Estado hereje, cuya situación no podía ser más angustiosa. <strong>La</strong> ofensiva estaliniana coincidía, en<br />

efecto, con una serie de provocaciones de las potencias occidentales. Durante los tres primeros<br />

meses de 1948 los aviones americanos violaron 21 veces el espacio aéreo yugoslavo. Y en el curso<br />

de la campaña electoral italiana las fuerzas reaccionarias, ligadas a los americanos, acusaron a<br />

Yugoslavia de haber instalado rampas de lanzamiento de V-1 y V-2 en la proximidad de la frontera<br />

italiana, así como de concentrar tropas para atacar Trieste. Los Estados Unidos. Inglaterra y Francia<br />

aprovecharon el momento para revisar determinadas cláusulas <strong>del</strong> tratado de paz con Italia y cederie<br />

Trieste. Pero la situación era dramática sobre todo en el aspecto económico. El corte de las<br />

relaciones comerciales con la Unión Soviética y su rápida deterioración con las democracias<br />

populares, la suspensión de la ayuda técnica soviética, etc., colocaban a Yugoslavia frente a la<br />

alternativa de buscar un compromiso con las potencias occidentales o perecer. En su informe ante el<br />

V Congreso, consagrado a los problemas de política exterior, Kar<strong>del</strong>j había proclamado la decisión<br />

<strong>del</strong> PCY de mantenerse en la línea de frente único con la Unión Soviética y las democracias<br />

populares, al mismo tiempo que las emplazaba: ”¿Abandonaréis nuestro país a la presión <strong>del</strong><br />

imperialismo?” En la Conferencia internacional sobre el Danubio, celebrada poco después de<br />

publicarse la resolución <strong>del</strong> Kominform, los representantes yugoslavos hicieron causa común con<br />

los soviéticos frente a los diplomáticos occidentales. Pero muy rápidamente las cosas estuvieron<br />

claras: o Yugoslavia se sometía o Stalin la dejaba, en efecto, a merced de la presión imperialista. Al<br />

mismo tiempo, la feroz campaña antiyugoslava orquestada por el Kremlin anunciaba que Tito se<br />

preparaba a pactar con el imperialismo. De esta manera, o sucumbía o proporcionaba la ”prueba” de<br />

que Stalin tenía razón, que Tito era un agente <strong>del</strong> imperialismo.

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