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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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29<br />

”<strong>La</strong> administración militar angloamericana declaró el estado de guerra en el norte de Italia. Abolió todas<br />

las disposiciones democráticas de los comités de liberación nacional y destituyó <strong>del</strong> aparato dirigente a<br />

los que contaban con la confianza <strong>del</strong> pueblo, sustituyéndolos por funcionarios reaccionarios. Devolvió a<br />

los monopolistas y terratenientes la propiedad que se les había confiscado. Los ocupantes desarmaron a<br />

los destacamentos guerrilleros y disolvieron el comité de liberación nacional <strong>del</strong> norte de Italia.”(77)<br />

El historiador soviético se olvida únicamente de que en el Consejo consultivo para Italia había un<br />

representante soviético, y que se sepa hasta hoy el gobierno de la URSS no protestó, ni en ese<br />

organismo, ni en ninguna otra instancia, contra el comportamiento de los ”ocupantes” en el norte de<br />

Italia. Se olvida también de que el PCI fue el primero en facilitar el desarme de los guerrilleros,<br />

como recordó Togliatti en el V Congreso <strong>del</strong> partido (diciembre de 1945):<br />

”A todos nos une el acuerdo de no recurrir a la violencia en la lucha entre los partidos. Este acuerdo exige<br />

el desarme de todos, y nosotros fuimos los primeros en hacerlo tomando medidas para su realización por<br />

las unidades guerrilleras.”(78)<br />

<strong>La</strong> insurrección de la Italia septentrional suscitó una ola de entusiasmo y esperanza en el pueblo.<br />

Como se decía entonces, contra el ”viento <strong>del</strong> sur” – la política reaccionaria, enmascarada de<br />

antifascismo, de las clases dirigentes tradicionales – se levantó el ”viento <strong>del</strong> norte”, la aspiración<br />

de millones de obreros, campesinos e intelectuales, a profundas transformaciones sociales y<br />

políticas. En el curso de 1945 todos los partidos antifascistas de izquierda se convirtieron en<br />

partidos de masas. El <strong>comunista</strong> pasó de 400 000 miembros en abril a 1 700 000 en diciembre. El<br />

socialista contaba en esta última fecha con unos 800 000. Y el Partido de Acción, que expresaba las<br />

tendencias de la pequeña burguesía radicalizada, y en particular de importantes núcleos de la<br />

intelectualidad, tenía alrededor de 250 000 miembros. Incluso en la democracia cristiana – que<br />

como decía Togliatti eran dos partidos en uno, albergaba ”dos almas opuestas” – las corrientes de<br />

izquierda, particularmente entre la juventud <strong>del</strong> partido, se incrementaron considerablemente. <strong>La</strong><br />

Confederación General <strong>del</strong> Trabajo, que unificaba sindicalmente a todas las tendencias políticas de<br />

la clase obrera, llegó a reunir rápidamente más de cinco millones de afiliados. En el Mezzogiorno se<br />

desarrollaba un potente movimiento de braceros y campesinos. Los comités de gestión formados en<br />

todas las grandes fábricas <strong>del</strong> norte a favor de la insurrección seguían en pie, aunque no eran<br />

legalmente reconocidos; y, sobre todo, los obreros tenían conciencia de su fuerza, estaban<br />

dispuestos a la lucha(79). Pese a las medidas gubernamentales y de los aliados, encaminadas a<br />

depurar los comités de liberación y preparar su liquidación, estos órganos unitarios <strong>del</strong><br />

antifascismo, en los que a escala local y provincial predominaban generalmente las tendencias de<br />

izquierda, defendían tenazmente su existencia. De la misma manera que, pese a todas las medidas<br />

de desarme, muchas armas habían sido escondidas y la posibilidad de crear en gran escala, sobre la<br />

base de los combatientes de la Resistencia, organizaciones paramilitares de autodefensa, no ofrecía<br />

duda alguna: dependía exclusivamente de que las fuerzas antifascistas de izquierda se lo<br />

propusiesen. Al mismo tiempo, la ruinosa situación económica <strong>del</strong> país exigía objetivamente – si la<br />

restauración económica había de efectuarse en interés de los trabajadores – la realización urgente de<br />

radicales reformas de estructura, el ataque a fondo contra la propiedad de los grandes industriales,<br />

banqueros y agrarios. Seguía presente, además, el factor nacional. El comportamiento colonialista<br />

de los nuevos ocupantes hería los sentimientos nacionales exaltados por la guerra contra el ocupante<br />

alemán. Se daban, por tanto, una serie de premisas políticas, económicas, sociales, así como de tipo<br />

organizacional, muy favorables para que la izquierda antifascista y obrera, rompiendo con la línea<br />

de compromisos y componendas frente a la derecha ”antifascista”, instrumento político de las clases<br />

dirigentes tradicionales, pudiera pasar a una estrategia ofensiva, movilizando a millones de<br />

trabajadores manuales e intelectuales por una democracia avanzada, de contenido socialista. El<br />

”viento <strong>del</strong> norte” significaba la posibilidad latente de organizar una enérgica lucha de masas por la<br />

defensa y vigorización de las múltiples formas incipientes de un nuevo poder democrático que<br />

habían ido surgiendo durante la guerra de liberación, y a favor de la insurrección de abril. <strong>La</strong><br />

consigna lanzada por el Partido de Acción – llevar a término la ”revolución <strong>del</strong> CLN” – reflejaba la<br />

disposición de un amplio sector de la pequeña burguesía, y sobre todo de las capas intelectuales y<br />

profesionales, de ir junto con la clase obrera hacia una transformación democrática socialista.

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