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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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”segunda etapa” iniciada con la guerra de 1939-1945. En 1960 se decidió que la ”segunda etapa”<br />

había terminado y se iniciaba la ”tercera”. ¿Cuantas ”etapas” habrá que introducir todavía?)<br />

Pero esa vitalidad global incluía estructuras anquilosadas que entraban en contradicción aguda con<br />

la dinámica <strong>del</strong> sistema, polarizada fundamentalmente en tres centros motores: el alemán, el<br />

japonés, y, sobre todo, el americano. El control <strong>del</strong> viejo y estancado capitalismo anglofrancés sobre<br />

extensas áreas de explotación colonial, así como sobre la Europa atrasada <strong>del</strong> este y <strong>del</strong> sur,<br />

representaba un grave obstáculo a la potencialidad expansiva de los citados centros, pero el<br />

capitalismo anglofrancés, amenazado en sus más caros intereses, no estaba dispuesto a ceder sin<br />

lucha. Para el capitalismo americano, que disponía de un área de expansión tan importante como<br />

América latina, que podía penetrar más fácilmente en los dominios coloniales anglofranceses, la<br />

cuestión no se planteaba en términos belicosos. Pero para el capitalismo alemán y japonés la única<br />

vía abierta era la muy tradicional de la guerra. Desde el punto de vista de las cinco principales<br />

potencias capitalistas, la segunda guerra mundial, como la primera, fue una guerra por los<br />

mercados, las colonias, las materias primas, y al mismo tiempo significó el paso <strong>del</strong> conjunto <strong>del</strong><br />

sistema a una nueva fase: el capitalismo monopolista de Estado. <strong>La</strong>s tres potencias que iban a la<br />

avanzada de esta nueva fase <strong>del</strong> capitalismo, no ambicionaban solamente integrar el espacio<br />

anglofrancés (más los dominios coloniales belgas y holandeses); se proponían también integrar el<br />

espacio soviético. Que los Estados Unidos trataran de alcanzar ambos objetivos a través de la<br />

alianza con las víctimas, y sus dos peligrosos competidores mediante la conquista militar, daba gran<br />

ventaja política y militar a los primeros, pero no modificaba sustancialmente el carácter de sus<br />

objetivos.<br />

Después de la experiencia de los años 1917-1920, la burguesía de todos los países era plenamente<br />

consciente de los riesgos implícitos en la terrible operación que la lógica infernal <strong>del</strong> sistema<br />

imponía una vez más. Máxime cuando ahora existía el Estado soviético con su ejército rojo, existía<br />

la Internacional Comunista. Cierto que en vísperas de la guerra los movimientos revolucionarios<br />

europeos habían sido derrotados y reducidos a la clandestinidad en casi todos los países <strong>del</strong><br />

continente, pero, ¿cómo reaccionarían las masas bajo los efectos de la nueva mantaza? ¿No serían<br />

capaces los núcleos <strong>comunista</strong>s subsistentes de aprovechar la situación? En febrero de 1917 los<br />

bolcheviques tampoco eran más que un puñado de revolucionarios... Cada burguesía consideraba<br />

estas incógnitas con óptica distinta, según la situación interior <strong>del</strong> país. El capitalismo alemán se<br />

sentía seguro, una vez aplastado el movimiento obrero y el partido <strong>comunista</strong>. Consideraba que su<br />

victoria militar le permitiría liquidar con análogos procedimientos todo brote revolucionario en el<br />

resto de Europa. Parecida era la óptica <strong>del</strong> capitalismo japonés, que también había podido reducir a<br />

la impotencia su movimiento obrero. Sobre otras bases – la integración reformista <strong>del</strong> proletariado a<br />

un grado sin igual en el mundo capitalista –, los Estados Unidos se encontraban en condiciones más<br />

ventajosas que cualquier otra potencia para afrontar la prueba de la guerra. <strong>La</strong> burguesía inglesa no<br />

podía sentir la misma seguridad, como había puesto de relieve la gran huelga <strong>del</strong> año 1926, pero de<br />

todas maneras el laborismo representaba una garantía bastante sólida. Muy distinta se presentaba la<br />

situación de Francia. Era evidente que, en toda el área <strong>del</strong> capitalismo industrial, Francia constituía<br />

el eslabón más débil. Al anquilosamiento de sus estructuras económicas y políticas se juntaba la<br />

neta radicalización <strong>del</strong> proletariado francés, puesta de manifiesto en la explosión social <strong>del</strong> año<br />

1936 y en la posición hegemónica adquirida por el Partido Comunista francés en el movimiento<br />

obrero, así como en la irradiación de la influencia <strong>comunista</strong> dentro de importantes núcleos de la<br />

intelectualidad y de otras capas sociales. <strong>La</strong> ejemplar moderación <strong>del</strong> Partido Comunista francés en<br />

el periodo <strong>del</strong> frente popular podía bastar para tranquilizar a la burguesía: ¿Se trataba de una táctica<br />

episódica o de una mutación profunda <strong>del</strong> partido? Italia, que bajo el fascismo había experimentado<br />

un desarrollo capitalista importante, constituía una incógnita desde el punto de vista de su solidez<br />

burguesa. Era claro que no ofrecía las garantías alemanas, pero tampoco contenía visiblemente un<br />

dato tan inquietante como el comunismo francés.<br />

Fuera <strong>del</strong> área capitalista industrial abundaban las situaciones susceptibles de desembocar en <strong>crisis</strong><br />

revolucionarias bajo el impacto de la guerra mundial: colonias asiáticas, repúblicas

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