La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
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<strong>La</strong> revolución herética<br />
El 28 de junio de 1948 se hizo pública en las democracias populares la resolución <strong>del</strong> Kominform<br />
condenando a la dirección <strong>del</strong> Partido Comunista de Yugoslavia. <strong>La</strong> noticia, como decía Le Monde<br />
al día siguiente, produjo en todas partes ”el efecto de una verdadera bomba”. En los meses<br />
precedentes la prensa occidental se había hecho eco de rumores sobre dificultades entre Moscú y<br />
Belgrado (Le Figaro de París, por ejemplo, informó en febrero de que el Partido Comunista rumano<br />
había ordenado retirar los retratos <strong>del</strong> mariscal Tito de todos los escaparates en donde figuraba al<br />
lado de Stalin, Dimítrov y Groza(8)), pero nadie sospechaba que el conflicto pudiera alcanzar tales<br />
proporciones. Y menos que nadie los principales interesados: para los <strong>comunista</strong>s esos rumores eran<br />
indiscutiblemente calumnias de la prensa burguesa. Stalin no informó <strong>del</strong> conflicto – mejor dicho,<br />
de su versión <strong>del</strong> conflicto – más que a los máximos órganos dirigentes de los otros siete partidos<br />
que junto con el soviético y el yugoslavo formaban el Kominform. El resto <strong>del</strong> movimiento<br />
<strong>comunista</strong> mundial se enteró <strong>del</strong> asunto al mismo tiempo que los demás mortales.<br />
Antes de analizar la resolución <strong>del</strong> Kominform reseñaremos sucintamente los principales<br />
antecedentes de la <strong>crisis</strong>, basándonos en las informaciones disponibles hasta hoy, todavía<br />
incompletas, porque lo mismo que en todos los problemas de este género los archivos soviéticos<br />
permanecen cerrados a la investigación histórica(9). Al conflicto surgido durante la guerra mundial<br />
entre la política de los <strong>comunista</strong>s yugoslavos y la estrategia estaliniana, siguió – como vimos en<br />
otro lugar(10) – una aproximación entre ambas políticas, en especial a partir de 1946, cuando la<br />
deterioración de las relaciones entre Washington y Moscú fue agravándose. Pero las agudas<br />
divergencias <strong>del</strong> periodo de guerra deben situarse entre las premisas de la <strong>crisis</strong> <strong>del</strong> año cuarenta y<br />
ocho, aunque sólo sea porque mostraron la existencia en la dirección <strong>comunista</strong> yugoslava de una<br />
voluntad de autonomía difícilmente compatible con las concepciones existentes en Moscú, y en el<br />
conjunto <strong>del</strong> movimiento <strong>comunista</strong>, de las relaciones entre el ”partido guía” y los ”guiados”. De<br />
haber existido una actitud internacionalista en Moscú, el aspecto nacionalista que indudablemente<br />
iba adherido a la voluntad de autonomía yugoslava hubiera podido ir cediendo y extinguiéndose.<br />
Pero en el choque con la prepotencia <strong>del</strong> nacionalismo granruso se exacerbó cada vez más. Entre la<br />
liberación de Yugoslavia y el comienzo de la <strong>crisis</strong> que llevó a la ruptura de 1948, el conflicto<br />
latente entre ambos nacionalismos se reflejó en una serie de incidentes y problemas significativos,<br />
la mayor parte de los cuales no trascendieron de los círculos dirigentes, saliendo a la superficie en la<br />
fase aguda de la <strong>crisis</strong>, o después de la ruptura. No<br />
limitaremos a reseñar los que tuvieron mayor alcance.<br />
A finales de 1944, después de la liberación de Belgrado, se registraron numerosos casos de<br />
violencias y abusos contra la población civil cometidos por soldados soviéticos. Como es lógico, los<br />
elementos reaccionarios explotaban estos incidentes contra el nuevo régimen. <strong>La</strong>s masas<br />
revolucionarias, <strong>comunista</strong>s incluidos, que se habían forjado una imagen idealizada <strong>del</strong> Ejército<br />
rojo, no podían comprender el fenómeno, y menos aún que no fuesen castigados los culpables con<br />
toda energía. <strong>La</strong> cuestión se convirtió en problema político importante, y el mismo Tito, junto con<br />
los principales dirigentes yugoslavos, tuvo que plantearlo al general Korneiev, jefe de la misión<br />
soviética. <strong>La</strong> reacción inmediata <strong>del</strong> general fue calificar la gestión de ofensa al Ejército rojo. En el<br />
curso de la discusión uno de los dirigentes yugoslavos explicó que el asunto tomaba un significado<br />
político más grave por el hecho de que los miembros de la misión militar británica no cometían<br />
parecidos excesos y la población comentaba el contraste. <strong>La</strong> indignación <strong>del</strong> general Korneiev llegó<br />
al colmo: para él la constación de ese hecho equivalía a comparar el Ejército rojo a los ejércitos de<br />
los países capitalistas, lo cual era, decía, una injuria intolerable(11) En los años siguientes Stalin<br />
sacó a relucir más de una vez este episodio en sus entrevistas con los jefes yugoslavos, y en 1948 se<br />
convirtió en una de las ”pruebas” <strong>del</strong> antisovietismo de éstos(12). Casos semejantes en el<br />
comportamiento de una parte de las tropas soviéticas – contrastando con la conducta correcta de la<br />
mayoría – se habían dado también en otros países, sobre todo en Hungría, sin hablar ya de<br />
Alemania, donde la ”ley <strong>del</strong> vencedor” se aplicó en gran escala. Pero en ninguno de esos países los<br />
dirigentes <strong>comunista</strong>s osaron plantear el problema a las autoridades militares soviéticas.