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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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Así, pues, la negociación en la que se había efectuado secretamente, con insuperable cinismo, el<br />

reparto de las ”zonas de influencia” en los Balcanes; la negociación en la que Stalin había dejado<br />

las ”manos libres” a Churchill – según la expresión de éste en su telegrama a Eden <strong>del</strong> 7 de<br />

noviembre(145) – para lanzar la flota, los tanques y los aviones británicos contra el pueblo griego;<br />

este ejemplo típico de diplomacia secreta y de menosprecio <strong>del</strong> derecho de autodeterminación de los<br />

pueblos, era presentado por Stalin – en ocasión tan apropiada para el caso como el aniversario de la<br />

revolución de Octubre – como la prueba más brillante de la unidad de las tres grandes potencias.<br />

<strong>La</strong> intervención armada de Churchill contra la Resistencia griega suscitó viva oposición en la<br />

opinión liberal y en los medios obreros de los Estados Unidos y de Inglaterra. Los principales<br />

órganos de prensa, incluido el Times londinense, expresaron su desaprobación. <strong>La</strong> operación fue<br />

condenada por las Trade Unions, por casi todos los diputados laboristas y parte de los liberales. <strong>La</strong><br />

cuestión de confianza planteada por Churchill no obtuvo más que 272 votos entre los 615 miembros<br />

de los Comunes. Según testimonio de su hijo, Roosevelt estaba escandalizado por los<br />

”procedimientos” ingleses, y el secretario de Estado, Stettinius, hizo una declaración oficial<br />

recordando que los Estados Unidos sostenían el derecho de los pueblos a regir sus destinos y<br />

estaban contra toda intervención en los asuntos interiores de cualquier país(146) Quiere decirse que<br />

el momento político era extraordinariamente propicio a un gesto soviético en defensa de la<br />

democracia griega. En aquella fase final de la guerra antifascista actos tan descaradamente<br />

reaccionarios como el de Churchill no podían por menos de suscitar la repulsa general, y el<br />

prestigio de la URSS entre los pueblos de Occidente era inmenso. Por otra parte, la situación militar<br />

no podía ser más favorable. Los ejércitos soviéticos habían llegado en octubre a las fronteras de<br />

Grecia con Bulgaria y Yugoslavia, los restos de las tropas alemanas tuvieron que evacuar la<br />

península helena y ésta se encontraba totalmente en poder de la Resistencia. <strong>La</strong>s tropas ingleses<br />

desembarcadas en el Pireo sólo controlaban el terreno que pisaban. De no haber existido el acuerdo<br />

secreto Churchill-Stalin, nada podía impedir que unas cuantas unidades soviéticas descendiesen<br />

hasta Atenas para ”enlazar” allí con el cuerpo expedicionario británico. Esta ”presencia” militar,<br />

respaldando una declaración de Moscú análoga a la de Stettinius, hubiera desbaratado los planes de<br />

Churchill. Pero Stalin no sólo no hizo ningún gesto militar ni diplomático en defensa de la<br />

Resistencia griega; no sólo guardó un silencio cómplice durante los treinta y tantos días en que los<br />

tanques y aviones británicos ametrallaban a la población de Atenas; presionó, además, a los<br />

dirigentes <strong>comunista</strong>s griegos para que llegaran a la capitulación de Varkiza, la cual no estuvo<br />

impuesta, ni mucho menos, por la relación de fuerzas(147)<br />

Mientras Churchill dedicaba no pocos tanques y aviones a su pequeña guerra contra la Resistencia<br />

griega, von Rundstedt rompía el frente aliado en las Ardennes y amenazaba a los ejércitos<br />

angloamericanos con un nuevo Dunkerque. (<strong>La</strong> ofensiva churchilliana en Atenas se inició el 5 de<br />

diciembre, y la hitleriana en Bélgica el 16 <strong>del</strong> mismo mes; ambas se prolongaron hasta mediados de<br />

enero(148).) El 6 de enero Churchill envió un mensaje a Stalin pidiéndole que se a<strong>del</strong>antara la<br />

ofensiva soviética (prevista para finales de enero) a fin de aliviar la grave situación en que se<br />

encontraban los ejércitos aliados en su frente principal. Stalin podía haber preguntado por qué los<br />

ejércitos aliados no atacaban en el frente de los Apeninos, por qué las divisiones blindadas y la<br />

aviación empleadas en Grecia contra el pueblo griego no eran trasladadas a ese frente, en el que una<br />

ofensiva aliada podía contar con el poderoso concurso <strong>del</strong> ejército guerrillero de la zona ocupada<br />

por los alemanes. Pero Stalin respondió inmediatamente a Churchill que pese a las desfavorables<br />

condiciones climatológicas imperantes en el frente este, las cuales hacían difícil el empleo de la<br />

aviación y la artillería, el ejército soviético a<strong>del</strong>antaría su ofensiva. ”No le quepa duda alguna –<br />

decía el telegrama de Stalin – que haremos todo lo posible por acudir en ayuda de las gloriosas<br />

tropas aliadas.”(149) Y, en efecto, cinco días más tarde el ejército soviético pasaba al ataque en un<br />

frente de 1 200 km. Lo que obligó al alto mando alemán, según testimonian las memorias <strong>del</strong><br />

general Guderian, a ”pasar a la defensiva en el frente occidental y trasladar al este las fuerzas que<br />

quedasen libres”(150) Como explica la historiografía soviética, Stalin sabía muy bien desde hacía<br />

tiempo – y los acontecimientos griegos estaban confirmándolo – que los ejércitos aliados habían

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