La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
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En mayo de 1945 se produjo otro incidente significativo, esta vez en la esfera de la política exterior.<br />
Yugoslavia había firmado en abril un pacto de ayuda mutua con la URSS. Poco después las tropas<br />
angloamericanas entraban en Trieste, donde se encontraban ya las <strong>del</strong> ejército de liberación<br />
yugoslavo. Wáshington y Londres presentaron un ultimátum a Tito, exigiéndole la evacuación de<br />
Trieste. El jefe yugoslavo solicitó en vano el apoyo soviético. A fines de mayo pronunció un<br />
discurso en Liubliana, capital de Eslovenia. Refiriéndose a afirmaciones de la prensa occidental,<br />
según las cuales Yugoslavia reclamaba Trieste no tanto para ella como para la Unión Soviética, Tito<br />
declaró con énfasis: ”No queremos depender de nadie, pese a todo lo que se diga o escriba [...] No<br />
queremos ser moneda de cambio, no queremos que se nos mezcle a no se qué política de esferas de<br />
intereses.” Cumpliendo indicaciones <strong>del</strong> Kremlin, el embajador soviético en Belgrado hizo saber<br />
inmediatamente a los dirigentes yugoslavos que su gobierno consideraba esa declaración como ”un<br />
acto de hostilidad a la Unión Soviética” y todo nuevo acto semejante sería denunciado públicamente<br />
por Moscú(13)<br />
Desde 1945 el contencioso Moscú-Belgrado se extendió también a la esfera económica. En la<br />
dirección <strong>del</strong> Partido Comunista yugoslavo se enfrentaron dos tendencias. <strong>La</strong> minoritaria,<br />
representada por los ministros de Finanzas y de Industria (Juyovitch y Hebrang, este segundo<br />
presidente también de la Comisión <strong>del</strong> Plan), que reflejaba el punto de vista soviético. Y la<br />
mayoritaria, encabezada por Tito, Kar<strong>del</strong>j, etc. <strong>La</strong> primera preconizaba un desarrollo económico<br />
lento, teniendo en cuenta la falta de créditos, de obreros calificados y de técnicos, así como ”los<br />
intereses superiores de la URSS”. <strong>La</strong> segunda preconizaba la industrialización a ritmos forzados,<br />
sobre la base de la movilización entusiasta de los trabajadores y la obtención de créditos y ayuda<br />
técnica soviéticos(14). Pero al mismo tiempo los dirigentes yugoslavos se oponían a ciertas formas<br />
de ”ayuda económica” propuestas por Moscú, en particular las ”sociedades mixtas”. Sobre este<br />
último punto Stalin cedió aparentemente, reconociendo en una entrevista con los dirigentes<br />
yugoslavos que ”las sociedades mixtas eran una forma de colaboración con países dependientes y<br />
no con los independientes y amigos”. Pero la tensión persistió en relación con otros aspectos<br />
(condiciones de los créditos soviéticos, precios fijados para el comercio entre ambos países, etc.)<br />
que los dirigentes yugoslavos consideraban lesivos para el desarrollo económico nacional(15)<br />
Otro problema que tuvo peso considerable en la <strong>crisis</strong> sovieticoyugoslava fue el de la Federación<br />
balcánica y danubiana. En contraste con las actitudes nacionalistas aludidas en el capítulo anterior<br />
(véase p. 418), los dirigentes yugoslavos y búlgaros, Tito y Dimítrov, comenzaron desde finales de<br />
1944 a proyectar la constitución de una Federación balcánica. Pero surgieron divergencias sobre la<br />
estructura de la Federación, y por otra parte los angloamericanos hicieron saber su oposición al<br />
proyecto. Stalin, que en principio había dado su visto bueno a la idea – aunque en realidad, como se<br />
pondría de manifiesto ulteriormente, estaba lejos simpatizar con ella – aprovechó la oportunidad<br />
para pedir a yugoslavos y búlgaros que aplazasen toda negociación. Esta se reanudó en 1947. <strong>La</strong><br />
conferencia de Bled, celebrada a finales de julio, entre los dirigentes de ambas repúblicas, llegó a<br />
una serie de acuerdos – entre otros el proyecto de unión aduanera – que equivalían a la preparación<br />
práctica de la Federación(16). Sin embargo, subsistían divergencias sobre un punto esencial: si la<br />
Federación debía componerse de ocho repúblicas en pie de igualdad (las siete que ya componían el<br />
Estado yugoslavo, más la república búlgara), que era la tesis yugoslava, o si debía asentarse en dos<br />
Estados (búlgaro y yugoslavo), como propugnaban los búlgaros, lo cual implicaba colocar a las<br />
repúblicas componentes de la Federación yugoslava en pie de inferioridad respecto a la república<br />
búlgara. En enero de 1948, Dimítrov hace una declaración sensacional exponiendo un proyecto<br />
mucho más ambicioso: el de una Federación o Confederación balcánica y danubiana que englobase<br />
todos los países de democracia popular y Grecia. (En diciembre de 1947, se había formado en las<br />
montañas <strong>del</strong> norte de Grecia el gobierno revolucionario de Markos, y la inclusión de Grecia en el<br />
proyecto de Dimítrov se fundaba, naturalmente, en la perspectiva de la victoria de la insurrección.)<br />
Dimítrov aclaraba que la cuestión ”no ha sido discutida aún en nuestras conferencias”:<br />
”Cuando esté madura, lo que llegará inevitablemente, nuestros pueblos, los países de democracia popular,<br />
Rumania, Bulgaria, Yugoslavia, Albania, Checoslovaquia, Polonia, Hungría y Grecia – yo digo bien: ¡y