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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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En todo el periodo que estamos considerando – desde la liberación de Yugoslavia hasta la ruptura<br />

de 1948 – otro conflicto de máxima importancia estuvo latente entre Moscú y Belgrado.<br />

Permaneció más soterrado y secreto que los otros – como correspondía a su naturaleza –, pero en él<br />

se jugaba decisivamente la cuestión que en realidad estaba sobre el tapete: si Yugoslavia había de<br />

ser un país independiente o una colonia ”socialista”. Nos referimos a la guerra subterránea que se<br />

libraron los servicios secretos soviéticos y yugoslavos desde 1945. Los primeros, montando su red,<br />

reclutando sus agentes en todos los medios, y muy principalmente en las esferas dirigentes <strong>del</strong><br />

Partido Comunista yugoslavo y <strong>del</strong> Estado, en el ejército y la policía, en los organismos económicos<br />

y el cuerpo diplomático. Los segundos, esforzándose por impedir ese reclutamiento, tratando de<br />

descubrir y vigilar la red soviética. Historia nada nueva si no fuese porque por primera vez se<br />

desarrollaba entre dos Estados que se decían socialistas, entre dos partidos que se decían<br />

<strong>comunista</strong>s. Para vencer los escrúpulos de los <strong>comunista</strong>s yugoslavos solicitados – cogidos entre la<br />

fi<strong>del</strong>idad a su pueblo y su partido, con los que estaban ligados no sólo por la ideología y el<br />

sentimiento nacional sino por los cuatro años de sangre y sacrificios de la guerra de liberación, y la<br />

fi<strong>del</strong>idad a la Unión Soviética, expresión suprema para todo <strong>comunista</strong> de la causa revolucionaria –<br />

los agentes soviéticos recurrían a argumentos de este género: ”El enemigo puede encontrarse<br />

incluso entre los dirigentes más responsables (y recordaban los casos de Trotski, Bujarin, etc.);<br />

nunca podemos estar completamente seguros, y en ese caso es preferible encomendarse a una<br />

organización superior y más experimentada como es la Unión Soviética.” Los hombres de Beria<br />

solían referirse favorablemente a Tito, pero daban a entender que en el círculo próximo al mariscal<br />

habían ”elementos sospechosos”, a los que convenía ”vigilar”(20). Lo mismo sucedía en todas las<br />

otras democracias populares, con la diferencia de que en ellas no hubo resistencia de los respectivos<br />

partidos <strong>comunista</strong>s. <strong>La</strong> resistencia de los dirigentes yugoslavos a la instalación de ese mecanismo<br />

ultraoculto, encargado – como dijimos en páginas anteriores – de asegurar la unidad monolítica <strong>del</strong><br />

glacis en torno a la ideología y la política de Moscú, fue sin duda una de las causas principales de la<br />

ruptura entre el Kremlin y el Partido Comunista yugoslavo.<br />

De todo lo expuesto se deduce con evidencia que el problema de cómo someter a los yugoslavos<br />

estuvo permanentemente planteado ante Stalin en los primeros años de la postguerra. Según la<br />

situación política trató de resolverlo con métodos diversos, combinando las amonestaciones y<br />

exigencias imperativas con los compromisos y concesiones. En 1946 Stalin intenta explotar la<br />

vanidad -real o supuesta <strong>del</strong> <strong>comunista</strong>-mariscal, elogiando en privado sus méritos mientras denigra<br />

a Dimítrov, Thorez, Togliatti, Pasionaria(21) Ya hemos visto la utilización que hizo Zdanov <strong>del</strong><br />

prestigio de partido revolucionario conquistado por el PCY para corregir el oportunismo de<br />

franceses e italianos y ponerlos en la nueva línea antiamericana. En el momento de crearse el<br />

Kominform, el Partido Comunista yugoslavo parecía ser el más compenetrado con el viraje político<br />

decretado por Stalin. Pero precisamente ese viraje llevó el conflicto soterrado a su fase abierta y a la<br />

ruptura. <strong>La</strong> estrategia antiamericana de Stalin se proponía batir la ofensiva de Wáshington en<br />

aquellas zonas y cuestiones consideradas como vitales para los intereses soviéticos, pero incluía la<br />

perspectiva de un arreglo general que reconociese la primacía de los intereses americanos en otras<br />

zonas y problemas. Una de esas zonas era precisamente el sur de los Balcanes. Stalin no ponía en<br />

discusión el statu quo establecido en la península, que implicaba la dominación americana en<br />

Grecia y el rechazo de las reivindicaciones yugoslavas sobre Trieste y la Carintia eslovena, así<br />

como de las aspiraciones macedónicas a la reunificación nacional. En cambio, la política exterior<br />

yugoslava estaba centrada en la lucha contra ese statu quo y encerraba el peligro de un conflicto<br />

mayor con Wáshington en el que se viese envuelta la Unión Soviética. Para la nueva estrategia<br />

estaliniana, el ”aventurerismo” yugoslavo pasaba a ser un peligro más grave que el oportunismo<br />

gubernamental y parlamentario de los <strong>comunista</strong>s franceses e italianos. De todas maneras, no parece<br />

que este problema haya sido la causa esencial de la ruptura. A juzgar por las informaciones<br />

existentes, los dirigentes yugoslavos se hubieran plegado probablemente a las necesidades de la<br />

política exterior estaliniana. El punto de ruptura, sin duda, se situó en el problema <strong>del</strong> glacis. <strong>La</strong><br />

actitud independentista yugoslava era incompatible con el plan integracionista de Stalin. Se<br />

convertía en un peligro para el conjunto <strong>del</strong> plan, no sólo para su realización en el marco yugoslavo.

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