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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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imperialistas, facilitando así su acción, pero sólo esta acción era susceptible de llevar a un cambio<br />

revolucionario que fuese el fruto y la expresión de la voluntad popular. En los tres casos el ejército<br />

soviético se sustituyó a la voluntad de las masas. Fue él quien tomó el poder y puso sus resortes<br />

decisivos – el mando <strong>del</strong> ejército, la policía, la información, etc. – en manos de los <strong>comunista</strong>s,<br />

encubriendo este poder real, durante una primera fase, bajo formas ”democrático-parlamentarias”.<br />

Como reconoció Rakosi ulteriormente, el partido se aseguró desde el momento de la liberación ”el<br />

control absoluto de la policía política, la AVO”. ”Es la sola institución cuya dirección nos<br />

reservamos totalmente, sin compartirla con los otros partidos de la coalición según la proporción de<br />

fuerzas respectivas.”(2) El problema <strong>del</strong> ejército fue resuelto en este caso, según explica el mismo<br />

Rakosi, reduciendo al mínimo sus efectivos (12 000 hombres en lugar de los 70 000 a que Hungría<br />

tenía derecho de acuerdo con los términos <strong>del</strong> armisticio) y dispersándolos por todo el país. ”<strong>La</strong><br />

presencia <strong>del</strong> ejército rojo – prosigue Rakosi – disminuyó la importancia de la lucha que debíamos<br />

llevar para ganar a la influencia <strong>comunista</strong> la mayoría <strong>del</strong> ejército [...] El reforzamiento <strong>del</strong> ejército<br />

húngaro no comenzó hasta 1948, después que el partido <strong>comunista</strong> se apoderó <strong>del</strong> Ministerio de<br />

Defensa.”(3) Lo que Rakosi no ha explicado nunca es cómo pudo el partido monopolizar la policía<br />

política y liquidar prácticamente el ejército, hasta que no tuvo el Ministerio de Defensa, siendo así<br />

que era extremadamente minoritario, como demostraron las elecciones de 1945 (15 % de votos al<br />

PC contra 85 % al resto de los partidos de la coalición, de los cuales 57 % al partido de los<br />

pequeños propietarios)(4). En Rumania y Polonia, el partido <strong>comunista</strong> se aseguró el control <strong>del</strong><br />

ejército desde los primeros meses.<br />

”¿Exportar la revolución? ¡Tontería! Cada país hace su revolución si quiere, y si no quiere no hay<br />

revolución” – respondió Stalin en 1935 a un periodista americano(5). Dos años y pico después, la<br />

”tontería” fue ensayada en los países bálticos, regiones orientales de Polonia, Besarabia y Bucovina,<br />

pero podía presentarse con otra significación. Desde 1945, Polonia, Hungría y Rumania pasaron a<br />

ser ejemplos clásicos de ”revolución exportada” , realizada desde arriba, por un poder emanado <strong>del</strong><br />

liberador-ocupante. Lo que no quiere decir que este poder no llevase a cabo una obra progresista, y<br />

en ciertos aspectos revolucionaria, de transformación social (reformas agrarias, nacionalizaciones<br />

industriales, reconstrucción <strong>del</strong> país, etc.), que le valió durante un primer periodo el apoyo de las<br />

masas trabajado- ras, así como de fracciones importantes de la intelectualidad y de otros grupos<br />

sociales. ”<strong>La</strong> obra de reformas realizada en 1945-1947 – escribe F. Fejto en su Histoire des<br />

démocraties populaires – puede considerarse como una obra nacional, realizada con el apoyo más o<br />

menos activo, más o menos sincero, de todos los partidos democráticos.”(6) Los progresos de la<br />

influencia y la organización <strong>comunista</strong>s – subraya este mismo autor, nada sospechoso de parcialidad<br />

por los <strong>comunista</strong>s – no se explican sólo por la intervención <strong>del</strong> ejército soviético, sino porque<br />

fueron los elementos más decididos y dinámicos en la realización de esa obra, sus principales<br />

inspiradores y definidores. Pero estos méritos eran ensombrecidos por lo que cada vez resultaba<br />

más evidente a los ojos <strong>del</strong> pueblo: el partido <strong>comunista</strong> dependía de una potencia extranjera, estaba<br />

sometido a la disciplina de Moscú. <strong>La</strong>s decisiones capitales, y con frecuencia las accesorias, se<br />

tomaban allí, y no en Varsovia o Budapest, Bucarest o Sofía. Ni siquiera en Praga, cuya autonomía<br />

era mayor.<br />

<strong>La</strong> lucha contra el hitlerismo había sido llevada, ante todo, con la bandera nacional, y la liberación<br />

exaltó los sentimientos patrióticos. <strong>La</strong> misma divisa eslava era entendida en Praga y Sofía como<br />

unión de pueblos libres y soberanos. Incluso los espíritus más avanzados no podían resignarse<br />

fácilmente a que una nueva sujeción – ni siquiera con el marchamo ”socialista” – reemplazara las<br />

anteriores. En el periodo 1945-1947 el peso de esta nueva dependencia se dejó sentir<br />

particularmente en Polonia, por las razones dichas, y en Hungría y Rumania, por pertenecer al<br />

campo de los vencidos. Aunque Bulgaria también estaba incluida en esta categoría, la actitud<br />

prorrusa de la población y la impon- tancia <strong>del</strong> partido <strong>comunista</strong> le ganaron un trato más bené volo<br />

de Moscú. Pero sobre Rumania y Hungría, además <strong>del</strong> control militar-policiaco, recayeron<br />

abrumadores tributos económicos en forma de reparaciones, sostenimientos de las, tropas soviéticas

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