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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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la pregunta de si la tensión entre la URSS y los Estados Unidos ha aumentado. En diciembre de<br />

1946, a la pregunta que le hace el hijo de Roosevelt de si es posible la colaboración entre la URSS y<br />

los Estados Unidos, Stalin contesta: ”Sí, naturalmente. No sólo es posible sino que es la cordura<br />

misma y plenamente realizable.” <strong>La</strong> Unión Soviética – dice Stalin – está dispuesta a un acuerdo<br />

económico de largo alcance con los Estados Unidos que incluya un desarrollo sustancial <strong>del</strong><br />

comercio y créditos norteamericanos. <strong>La</strong> Unión Soviética está dispuesta – y ésta es la principal<br />

contrapartida que Stalin ofrece explícitamente – a ”proseguir una política común con los Estados<br />

Unidos en las cuestiones <strong>del</strong> Extremo Oriente”(171).<br />

China es, en efecto, una de las principales cartas que Stalin cree tener todavía en sus manos.<br />

Después de la capitulación <strong>del</strong> Japón había presionado sobre los <strong>comunista</strong>s chinos para que lleguen<br />

a un modus vivendi con Chiang Kaichek(172), y en la conferencia de ministros de Relaciones<br />

exteriores de los ”tres grandes”, celebrada en diciembre de 1945, se llegó a un acuerdo ”sobre la<br />

necesidad de una China unificada y democrática, bajo la dirección de un gobierno nacional, a base<br />

de una amplia integración de los elementos democráticos en todos los organismos <strong>del</strong> gobierno<br />

nacional, y el cese de los desórdenes civiles”. (<strong>La</strong> expresión ”elementos democráticos” aludía a los<br />

<strong>comunista</strong>s, por ”organismos <strong>del</strong> gobierno nacional” se sobreentendía el Kuomintang y su ejército,<br />

en el cual debían ”integrarse” las fuerzas armadas <strong>comunista</strong>s, y por ”desórdenes civiles”, la lucha<br />

entre el Kuomintang y los <strong>comunista</strong>s.) Se trataba, en el fondo, de una solución tipo ”unión<br />

nacional”, a estilo francés o italiano, que asegurara la dirección de la burguesía china y un<br />

desarrollo democrático burgués <strong>del</strong> país. Pero los <strong>comunista</strong>s chinos no se plegaron a esta solución,<br />

pese a las presiones de Stalin, y Chiang Kai-chek desencadenó en 1946 – con ayuda de aviones,<br />

técnicos y dinero americanos – una ofensiva de gran envergadura contra el ejército popular. A fines<br />

de 1946 las cosas iban mal para Chiang Kai-chek y sus protectores, y el ofrecimiento que hace<br />

Stalin en la entrevista con el hijo de Roosevelt – ”proseguir una política común con los Estados<br />

Unidos en las cuestiones <strong>del</strong> Extremo Oriente” – tiene un sentido inequívoco: influir sobre los<br />

<strong>comunista</strong>s chinos para llegar a una solución de la guerra civil que satisfaga los intereses<br />

”comunes”, americanos y soviéticos. Pero en Wáshington creen que están ante un doble juego de<br />

Stalin: no pueden concebir que los <strong>comunista</strong>s chinos sigan una política independiente. Sin<br />

embargo, así es. En un documento interno de abril de 1946, destinado al núcleo restringido de la<br />

dirección <strong>del</strong> PCC, Mao analiza la situación internacional y considera posible un compromiso<br />

URSS-Estados Unidos. Pero este compromiso, dice, ”no exige de los pueblos de los diferentes<br />

países <strong>del</strong> mundo capitalista que concluyan, en consecuencia, compromisos en su propio país”. El<br />

objetivo que persiguen las fuerzas reaccionarias, agrega, es ”destruir resueltamente todas las fuerzas<br />

democráticas que puedan y prepararse a destruir más tarde las que no consigan destruir por el<br />

momento”. Frente a esta situación, ”las fuerzas democráticas populares deben aplicar el mismo<br />

principio respecto a las fuerzas reaccionarias”. Como aclara una nota explicativa de la edición<br />

china, Mao sale al paso en este documento a las posiciones de ”algunos camaradas” que vacilaban<br />

en responder con la guerra revolucionaria a la ofensiva desencadenada por el bloque Estados<br />

Unidos-Kuomintang(173). Es de suponer que los ”camaradas” aludidos propugnaban la línea de<br />

Stalin, reflejada en el acuerdo de las tres potencias de diciembre de 1945.<br />

En el bienio que va de Potsdam al anuncio <strong>del</strong> plan Marshall, la política de ”contención”, al amparo<br />

<strong>del</strong> ”paraguas” atómico y sin escatimar dólares, va obteniendo sus primeros resultados. Grecia es<br />

teatro de una represión terrorista que obliga a los <strong>comunista</strong>s, en el transcurso de 1946, a tomar de<br />

nuevo el camino de la lucha armada. En Francia e Italia progresa aceleradamente la reconstrucción<br />

<strong>del</strong> aparato militar y civil <strong>del</strong> Estado capitalista, y el movimiento obrero – como vimos – va<br />

perdiendo posiciones. Moscú tiene que retirar sus tropas <strong>del</strong> norte <strong>del</strong> Irán y no puede obtener la<br />

base naval que reclama en las costas turcas, a proximidad de los Dardanelos. En el Extremo Oriente<br />

los soviéticos son excluidos de toda intervención en el Japón, transformado en protectorado<br />

americano. Pero es en Alemania donde los aliados asestan el golpe más sensible a los planes<br />

soviéticos. Moscú no logra imponer el control <strong>del</strong> Ruhr por las cuatro potencias, que le hubiera<br />

permitido hipotecar considerablemente el poder efectivo de los aliados en sus zonas de ocupación y

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