La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
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Los círculos liberales norteamericanos de la época, agrupados en torno a Henry Wallace (vicepresidente<br />
de los Estados Unidos con Roosevelt), comprendieron perfectamente el mensaje cifrado<br />
contenido en el informe de Zdanov, e intentaron convencer a la opinión pública de aceptar la mano<br />
tendida por Stalin, pero fracasaron rotundamente(21). <strong>La</strong>s clases dirigentes norteamericanas se<br />
consideraban suficientemente fuertes para imponer al mundo la Pax Americana o lo que es lo<br />
mismo, para modificar a su favor el reparto de las esferas de influencia salido de la guerra.<br />
Retroceso general <strong>del</strong> movimiento <strong>comunista</strong> en Occidente<br />
En los medios burgueses, el informe de Zdanov y la creación <strong>del</strong> Kominform – resurrección, a<br />
primera vista, <strong>del</strong> Lázaro rojo enterrado en 1943 – fueron acogidos como un desafío a los ”pueblos<br />
libres”, cuya defensa habían asumido tan desinteresadamente los Estados Unidos, según proclamaba<br />
la ”doctrina Truman”; como el anuncio de una especie de ofensiva revolucionaria mundial. Desde el<br />
momento que rechazaban la negociación global, sobre las bases reiteradamente propuestas por<br />
Stalin, los dirigentes <strong>del</strong> imperialismo tenían interés en acreditar esa versión: la agitación <strong>del</strong><br />
”peligro <strong>comunista</strong>” constituía un excelente recurso ideológico para agrupar bajo la égida americana<br />
todas las fuerzas conservadoras <strong>del</strong> orbe. En realidad, la nueva política estaliniana tenía un carácter<br />
esencialmente defensivo. Su objetivo central era consolidar las posiciones adquiridas en el este y<br />
centro de Europa, así como en el Extremo Oriente, e impedir que cuajasen los proyectos de bloques<br />
antisoviéticos. <strong>La</strong> tarea de los partidos <strong>comunista</strong>s <strong>del</strong> mundo capitalista, cumpliendo con su<br />
función de ”apoyo” de la ”base” <strong>del</strong> ”campo antimperialista” debía consistir en ”encabezar la<br />
resistencia a los planes imperialistas de expansión y agresión”, tal como se definía en el informe<br />
Zdanov. Al final de esta nueva ”resistencia” no había otra meta estratégica que la muy utópica de<br />
una democracia burguesa celosa de su honor nacional, de su independencia, frente a las<br />
pretensiones ”rectoras” de Washington. Lo que dio cierta tonalidad ”ofensiva” a esta nueva política<br />
fue, de un lado, la violencia verbal – recubriendo, por lo general, la pobreza de ideasen la denuncia<br />
de la política americana y de sus ”lacayos” socialdemócratas, violencia que en este último aspecto<br />
reverdecía los laureles <strong>del</strong> ”tercer periodo” de la IC, los tiempos <strong>del</strong> ”socialfascismo”; y de otro<br />
lado, la utilización de formas de lucha casi olvidadas en los años de colaboración gubernamental la<br />
huelga, la manifestación, y hasta el enfrentamiento con las fuerzas <strong>del</strong> orden público. Pero el<br />
contenido ofensivo o defensivo de una política no se define únicamente por los métodos de acción,<br />
y la violencia verbal puede servir – lo más frecuentemente, deservir – cualquier política.<br />
<strong>La</strong> curva ascendente <strong>del</strong> movimiento huelguístico en Europa occidental, desde el otoño de 1947<br />
hasta finales de 1949 (luego hubo un acusado descenso, salvo en Italia donde, por el contrario, el<br />
mayor desarrollo correspondió a los años 1950-1955), expresó la acción defensiva de la clase obrera<br />
frente a la ofensiva de la patronal y el Estado, el intento de salvaguardar sus intereses elementales<br />
frente a las medidas de racionalización que contribuyeron a preparar el auge de la economía<br />
capitalista europea iniciado a comienzos de los años cincuenta(22). Situados en la oposición, e<br />
interesados en movilizar a las masas contra los gobiernos de la ”tercera fuerza” puestos al servicio<br />
de la política americana, los partidos <strong>comunista</strong>s procuraron encabezar las luchas obreras, en lugar<br />
de frenarlas como habían hecho en el periodo 1945- 1947. Se esforzaron – con muy poco éxito –<br />
por conectar estas luchas económicas con las consignas de defensa de la paz y la independencia<br />
nacional, de oposición al plan Marshall y al Pacto Atlántico, de prohibición de la bomba atómica,<br />
etc.<br />
En el otoño de 1947 se extendió por Francia una ola huelguística que englobó a más de dos<br />
millones de trabajadores. Como el movimiento se inicia apenas conocidas las resoluciones <strong>del</strong><br />
Kominform, el gobierno cree encontrarse ante un ”complot <strong>comunista</strong>” y pone al país en estado de<br />
sitio, moviliza 80 000 reservistas, disuelve unidades de las fuerzas de orden público consideradas<br />
poco seguras y adopta una serie de disposiciones antiobreras. En diversas localidades tienen lugar<br />
choques entre los obreros y las fuerzas de represión que dan un balance de cuatro trabajadores<br />
muertos, cientos de heridos y miles de detenciones. No hay, claro está, ”complot <strong>comunista</strong>”; hay el<br />
miedo de la burguesía, que vive aún con la impresión de haber estado tres años atrás al borde de la