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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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fruto – esa maestría – de veinticinco años de experimentación y teorización de la guerra<br />

revolucionaria; ni por el alto nivel de combatividad revolucionaria, de disciplina y espíritu de<br />

sacrificio, de eficacia operacional, logrados por la organización militar y política de los <strong>comunista</strong>s.<br />

Sin estos elementos la victoria hubiera sido imposible, pero ellos solos no la explican, y sobre todo<br />

no explican su rapidez. Todos los que han estudiado este periodo de la revolución china señalan<br />

entre las causas decisivas <strong>del</strong> hundimiento <strong>del</strong> régimen kuomintaniano su propia podredumbre<br />

interna, su incapacidad y corrupción. Aparte de los jefes <strong>comunista</strong>s chinos, uno de los primeros en<br />

comprender esa realidad fue Marshall. Su misión en China, antes de hacerse cargo <strong>del</strong><br />

Departamento de Estado, en febrero de 1947, le permitió conocer por dentro el régimen de Chiang.<br />

Y en junio de 1947, ante una reunión interministerial, profetizó su hundimiento. En febrero de 1948<br />

declaró ante el Consejo de Seguridad americano que ”dado el estado de desorden, corrupción,<br />

incuria e impotencia <strong>del</strong> gobierno central los problemas chinos eran prácticamente insolubles”(22).<br />

Pero la impotencia y descomposición <strong>del</strong> régimen de Chiang no eran más que el reflejo, el efecto,<br />

de una realidad más profunda: el grado avanzado de revolucionarización de la sociedad china. <strong>La</strong><br />

revolución organizada, programada, encarnada en el ejército popular y el PCC, engranaba en su<br />

avance con la revolución difusa, espontánea, omnipresente, que al cabo de treinta años de guerras<br />

civiles, insurrecciones campesinas y obreras, guerrillas revolucionarias, invasión japonesa, guerra<br />

de liberación nacional, etc., había acabado por instalarse en las conciencias y desarticular<br />

profundamente las estructuras seculares. <strong>La</strong> invasión japonesa fue la prueba decisiva para todas las<br />

fuerzas políticas que prentendían resolver los problemas de esta China en mutación. Después de<br />

haberse revelado en 1925-1927 como el enemigo de la revolución agraria, el Kuomintang reveló en<br />

1937-1945 su incapacidad para organizar la resistencia nacional. E incluso se comprometió<br />

colaborando directa o indirectamente con el enemigo en no pocas ocasiones. En cambio el PCC,<br />

que en el curso de la primera y segunda guerra civil se había acreditado como el partido de la<br />

revolución, en el curso de la guerra antijaponesa se acreditó, además, como el partido de la<br />

independencia nacional. Capas sociales y políticas que oscilaban entre él y el Kuomintang pasaron a<br />

su lado ó exigieron una alianza sincera con él. Al capitular el Japón el gobierno de Chiang Kai-chek<br />

no hubiera podido instalar su poder en la mayor parte <strong>del</strong> país si no se hubiese dado un conjunto de<br />

factores extraños a la realidad profunda <strong>del</strong> país: el acuerdo americanonipón para que las fuerzas<br />

japonesas sólo se rindiesen a las tropas de Chiang; el traslado de estas tropas (confinadas en el<br />

sudoeste <strong>del</strong> país) al centro y norte de China por la aviación y la flota americanas; el estatuto<br />

internacional <strong>del</strong> gobierno de Chiang (reconocido por los ”tres grandes” como único gobierno legal<br />

de China) y el tratado chinosoviético de agosto de 1945 que lo fortalecía políticamente ante las<br />

fuerzas revolucionarias; el comportamiento <strong>del</strong> ejército soviético en el norte y en Manchuria en<br />

cumplimiento de ese tratado; y, finalmente, la ayuda activa, en todos los órdenes, que el gobierno<br />

americano comenzó a prestar inmediatamente al de Chiang.<br />

En realidad, el régimen <strong>del</strong> Kuomintang fue artificialmente restaurado sobre un país que reclamaba<br />

lo que ese régimen venía precisamente a impedir la paz civil, transformaciones sociales radicales,<br />

independencia nacional efectiva. El Kuomintang apareció desde el primer día que siguió a la<br />

liberación <strong>del</strong> yugo japonés como el partido de la guerra civil, el enemigo de todo cambio social, y<br />

el instrumento de una nueva dominación extranjera: la americana. Para consolidar su poder durante<br />

un periodo más o menos largo no le quedaban más que dos posibilidades: o bien aplastar<br />

militarmente a los <strong>comunista</strong>s, o bien que éstos capitularan políticamente, se ”integraran” en el<br />

régimen, disolvieran sus fuerzas militares, se sometieran a la jefatura de Chiang Kai-chek,<br />

abandonando prácticamente su programa revolucionario. Desde el punto de vista <strong>del</strong> Kuomintang,<br />

las negociaciones más arriba mencionadas eran una maniobra táctica para ganar tiempo y preparar<br />

las fuerzas militares con vistas a la primera solución, y al mismo tiempo para tantear la segunda. Si<br />

la dirección <strong>del</strong> PCC cede a las exigencias de Stalin esta segunda posibilidad hubiera podido<br />

imponerse. Los <strong>comunista</strong>s se hubiesen encontrado de nuevo, como en 1925-1927, prisioneros <strong>del</strong><br />

Kuomintang, y la tragedia de entonces podría haberse repetido en uno u otro momento. Si en<br />

Europa occidental la ”unión nacional” de tipo oportunista desembocó en la exclusión de los<br />

ministros <strong>comunista</strong>s y el aislamiento de los partidos, en las condiciones de China, análogo tipo de

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