La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv
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que sería difícil clasificar entre los que Lenin consideraba admisibles para un partido<br />
revolucionario. Y según una lógica bien comprobada en todas las <strong>crisis</strong> sociales, cuando no hay un<br />
partido revolucionario capaz de ponerse resueltamente a la cabeza de las masas, las capas<br />
intermedias, fluctuantes, comenzaron a evolucionar hacia la derecha.<br />
En diciembre se produce la <strong>crisis</strong> <strong>del</strong> gobierno Parri. Mientras la clase obrera ”exige” desempeñar<br />
un papel dirigente, la burguesía – viejas y nuevas ”castas” – consolida sus posiciones en el Estado,<br />
pone a de Gásperi al frente <strong>del</strong> gobierno. Como registran las Cronache di vita italiana de los<br />
biógrafos de Togliatti: ”El Viento <strong>del</strong> Norte sufrió un parón decisivo; todo el debate político se<br />
trasladó al problema de república o monarquía, y el embate social estimulado por la insurrección de<br />
abril quedó contenido. El Viento <strong>del</strong> Norte y el Viento <strong>del</strong> Sur llegaron a un compromiso.”(82) En<br />
efecto, en lugar <strong>del</strong> inquietante tema: capitalismo o socialismo, que pugnaba por situarse en el<br />
centro de la lucha política desde abril, todos los partidos se pusieron tácitamente de acuerdo para<br />
colocar en primer plano la cuestión: monarquía o república, mucho menos peligrosa para las clases<br />
dirigentes, y especialmente apta para inflamar la imaginación meridional. Mientras tanto, el<br />
desmantelamiento de los comités de liberación, la liquidación de la Resistencia a todos los niveles,<br />
proseguía metódicamente su curso normal. Los centros efectivos <strong>del</strong> poder burgués y los Aliados no<br />
perdían el tiempo. <strong>La</strong> ”depuración” no avanzaba un paso, pero el secretario general <strong>del</strong> Partido<br />
Comunista seguía regentando con ejemplar competencia el Ministerio de Justicia(83).<br />
El 2 de junio de 1946, las urnas darán la mayoría a la opción republicana y al mismo tiempo<br />
consagrarán la hegemonía de la Democracia Cristiana [DC] en la política italiana. En los días de<br />
Salerno la DC era uno más – y desde luego no el más influyente – entre los partidos de la coalición<br />
antifascista que habían entrado en el gobierno Badoglio. A los dos años de ”unión nacional” se<br />
había convertido en el primer partido político de Italia. <strong>La</strong>s elecciones a la Asamblea Constituyente<br />
(efectuadas al mismo tiempo que el referéndum sobre la forma <strong>del</strong> régimen). le dan 8 000 000 de<br />
votos (35,2 % de los sufragios emitidos), contra 4 300 000 (18,9 %) al PCI y 4 700 000 (20,8 %) al<br />
Partido Socialista. Esos ocho millones incluían la mayoría de la masa campesina y de la pequeña<br />
burguesía urbana, e incluso un porcentaje de obreros; masa social que votaba por el partido<br />
manejado por los grandes industriales y agrarios porque no veían diferencia substancial entre él y<br />
los partidos obreros en lo referente a los objetivos sociales, teniendo en cambio la ventaja de<br />
conciliarlos con la Iglesia y la religión. Los demócratas cristianos se presentaron a las elecciones<br />
para la Constituyente – señala uno de los dirigentes <strong>del</strong> PCI”con un programa social y de reformas<br />
de estructura que respondía a las aspiraciones de los trabajadores católicos y era substancialmente<br />
idéntico al de los <strong>comunista</strong>s y socialistas”(84). Togliatti subrayó este hecho inmediatamente<br />
después de las elecciones, reconociendo que <strong>comunista</strong>s y socialistas habían cometido un error al no<br />
diferenciarse netamente: a las declaraciones que hacían por doquier los demócratas cristianos de<br />
que ”su programa económico y social no se diferenciaba en nada <strong>del</strong> programa de los socialistas ni<br />
<strong>del</strong> de los <strong>comunista</strong>s, los socialistas y <strong>comunista</strong>s se limitaban, por lo general – señala Togliatti –,<br />
a exigir de los demócratas cristianos que se pronunciasen claramente a favor de la república”(85).<br />
Pero esto no era nuevo. Desde la caída de Mussolini, durante la guerra de liberación nacional, a lo<br />
largo <strong>del</strong> año 1945, cuando el ”viento <strong>del</strong> norte” agitaba al país, el PCI, preocupado ante todo de<br />
salvaguardar la ”unión nacional”, había facilitado la demagogia social <strong>del</strong> nuevo instrumento<br />
político de las clases dominantes. No sólo reduciendo su propio ”programa social” a reformas<br />
compatibles con la democracia burguesa, sino renunciando incluso a promover una lucha efectiva,<br />
de masas, por la realización de dichas reformas; renunciando, sobre todo – y esto era lo decisivo –,<br />
a la lucha por afirmar y desarrollar el nuevo poder democrático que la Resistencia portaba en sí, a<br />
partir <strong>del</strong> cual hubiera sido posible un avance real hacia el socialismo. En una palabra, la política<br />
<strong>del</strong> PCI había facilitado que las masas no pusieran a prueba la sinceridad <strong>del</strong> ”programa económico<br />
social” de la democracia cristiana.<br />
Cierto, las elecciones a la Constituyente ponían de relieve la enorme fuerza que agrupaban los dos<br />
partidos obreros:ese 40 % <strong>del</strong> cuerpo electoral que se había pronunciado por ellos incluía a la gran<br />
mayoría <strong>del</strong> proletariado industrial y agrícola, a importantes sectores <strong>del</strong> campesinado y de las