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La crisis del movimento comunista - Marxistarkiv

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En resumen, los dos ”grandes” <strong>del</strong> comunismo occidental ofrecían al movimiento obrero por toda<br />

alternativa la vuelta al camino de 1944-1945, el mismo que había desembocado en la recuperación<br />

<strong>del</strong> capitalismo europeo, su sometimiento a los monopolios americanos, y el aislamiento de los<br />

partidos <strong>comunista</strong>s.<br />

Esta estrategia pacifista y reformista de los partidos <strong>comunista</strong>s europeos era, por otra parte,<br />

singularmente irrealista. Habida cuenta <strong>del</strong> grado de dependencia económica, política y militar en<br />

que las burguesías respectivas se encontraban entonces de su protector americano, resultaba ilusorio<br />

suponer que cualquier fracción de las mismas podía prestar oídos a los cantos de sirena thorezianos<br />

y togliattianos. Y, en efecto, cayeron en el vacío. <strong>La</strong> raíz de ese irrealismo residía en la errónea<br />

apreciación estaliniana <strong>del</strong> estado de las contradicciones interimperialistas e intercapitalistas en<br />

aquella fase. En realidad, toda posibilidad de desarrollo <strong>del</strong> capitalismo europeo – y, por<br />

consiguiente, de una política reformista – pasaba entonces inexorablemente por la dependencia de<br />

los Estados Unidos. Y toda lucha efectiva contra la dominación americana tenía que ser –<br />

objetivamente no podía no ser – anticapitalista, revolucionaria, antipacifista. <strong>La</strong> idea de un<br />

capitalismo nacional, antiamericano, en el área europea, era entonces – como hoy – totalmente<br />

utópica. (El secreto <strong>del</strong> fracaso gollista reside en ese utopismo.) Pero dada la necesidad en que se<br />

encontraba la diplomacia soviética de fomentar por doquier la oposición a la política americana, y<br />

dado que el objetivo de esa diplomacia – reconocimiento recíproco de las zonas de influencia – era<br />

incompatible con el desarrollo de una política revolucionaria en las zonas de influencia americana,<br />

la única política posible de los partidos <strong>comunista</strong>s europeos era la que efectivamente aplicaron. Su<br />

irrealismo se tradujo en la combinación de un oportunismo derechista – en lo que respecta al<br />

contenido –, con un oportunismo sectario, y por momentos aventurero – en lo que concierne a las<br />

formas y métodos. El movimiento por la paz, ya lo hemos dicho, no era más que una presentación<br />

camaleónica <strong>del</strong> propio movimiento <strong>comunista</strong> y sus filiales. En el movimiento de la paz no podían<br />

tener participación efectiva otras fuerzas por la sencilla razón de que debía ser rigurosamente<br />

subordinado a todas las peripecias de la política exterior soviética. En él no se podían plantear<br />

objetivos socialistas – como si la alternativa socialista no fuera la condición misma de una paz<br />

”sólida y duradera”porque estaban en contradicción con los objetivos que en esa etapa se proponía<br />

la diplomacia soviética, pero en cambio la condición de ”combatiente por la paz” era incompatible<br />

con la simpatía, o la simple neutralidad, hacia el titismo. Para luchar por la paz había que luchar<br />

contra el titismo. Y entre las principales ”pruebas” que se esgrimieron de la existencia de un<br />

complot imperialista para agredir a la URSS estaban los procesos de las democracias populares. Un<br />

verdadero ”combatiente de la paz” había de creer en esos procesos igual que los <strong>comunista</strong>s. <strong>La</strong><br />

socialdemocracia fue ”desenmascarada” – a causa de su colaboración con la política americana, no<br />

por su colaboración con la burguesía nacional – en términos que recordaban los tiempos <strong>del</strong><br />

”socialfascismo”. Se intentó politizar y forzar las huelgas económicas, no en función de una<br />

estrategia global socialista, fundada en las condiciones nacionales, sino en torno a la campaña por el<br />

desarme general, la prohibición de la bomba, etc. <strong>La</strong> ineficacia de las campañas de firmas, el vacío<br />

en que caía la política pacifista, llevó en ocasiones – muy contadas, ciertamente – a pasar al<br />

extremo opuesto, e intentar acciones violentas de calle para las que no existía el mínimo de<br />

condiciones políticas. Un ejemplo típico fue la manifestación organizada por el PCF contra la<br />

presencia en París <strong>del</strong> general americano Ridgway, cuyo único efecto fue poner de manifiesto el<br />

aislamiento <strong>del</strong> partido, el nulo eco que su abstracta cruzada antiamericana encontraba entre las<br />

masas(12). En cambio el PCF no intentó ninguna acción de masas de envergadura contra la guerra<br />

colonialista <strong>del</strong> gobierno francés en el Vietnam.<br />

<strong>La</strong> principal justificación aducida por los dirigentes soviéticos de la política que en ese periodo<br />

dictaron al movimiento <strong>comunista</strong> era la existencia de un grave peligro de agresión contra la Unión<br />

Soviética. (De ahí derivaba el riesgo de una tercera guerra mundial, sólo concebible si las dos<br />

superpotencias se enfrentaban directamente.) En su informe ante la reunión <strong>del</strong> Kominform de<br />

noviembre de 1949, Suslov planteó tajantemente: ”El bloque <strong>del</strong> Pacto Atlántico se propone la<br />

agresión directa contra los Estados democráticos de Europa oriental y, ante todo, contra la Unión

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