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hoy y mañana - DSpace CEU

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pero el amor que me devora, la pasión que arde en mi pecho no me permiten<br />

continuar más tiempo en esta incertidumbre. Necesito un sí ó un no.<br />

—Pues bien, no—dijo la madre de Safo, soltando los pinceles, pero sin<br />

alterarse.—Yo soy una mujer casada y no sé por qué no habéis tomado<br />

vuestros informes antes de venir aquí.<br />

—Señora—dijo Venancio alzándose de su asiento y con voz respetuosa,<br />

—siento haberme expresado mal y os pido mil perdones; yo no me hubiera<br />

atrevido nunca á enamorarme de una señora, que, aunque muy hermosa,<br />

pertenece á otro hombre.<br />

—Tampoco eso es verdad; yo no soy pertenencia de nadie, yo me pertenezco<br />

á mí misma.<br />

—He querido decir que estáis casada.<br />

—Eso es otra cosa; pero en suma, ¿podré saber á qué habéis venido?<br />

—¿No lo habéis adivinado?—dijo con vergonzosa timidez Venancio.<br />

—No tal; ya veis cómo me han engañado vuestras palabras.<br />

—Pues, señora—replicó el joven, haciendo un esfuerzo supremo y cerrando<br />

los ojos para de una vez errar ó quitar el blanco,—yo vengo á pediros<br />

la mano de vuestra hija.<br />

—¡La mano de mi hija!—exclamó la señora.—¿Y qué tengo yo que ver<br />

con eso?<br />

—¡Pues no sois su madre!<br />

—Sí que lo soy; pero nada más que su madre.<br />

—¿Y no es á vos á quien debo dirigirme?<br />

—Claro está que no.<br />

—¿A. su padre tal vez?<br />

—Lo mismo que á mí. ¿Qué tiene él que ver con la mano de mi hija?<br />

Ella, en uso de un derecho indisputable, se la dará á quien quiera.<br />

—Comprendo bien, señora, lo que decís, y os honra mucho esa consideración<br />

que guardáis á la voluntad de vuestra hija; pero yo quisiera que<br />

me oyeseis y me permitierais<br />

—Ni una palabra más, caballero; voy á llamar para que os conduzcan<br />

al cuarto de Safo, y á ella podéis decirle cuanto gustéis.<br />

—¿Pero podré contar con vuestra benevolencia?<br />

—Os he dicho que no quiero hablar más de este asunto; mi hija es<br />

libre, y como tal, puede hacer lo que quiera. Si necesita consultarme alguna<br />

cosa ya lo hará; pero mientras tanto yo no me mezclaré en sus asuntos.<br />

—Según eso—dijo Venancio,—¿no sois vos la que abrió mi carta?<br />

—¿Qué carta?<br />

— La que dirigí á vuestra hija.<br />

—Caballero—dijo la señora, alzándose de su asiento,—me extraña mucho<br />

vuestra insolencia, pero me extraña más aún vuestra ignorancia. ¿En

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