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hoy y mañana - DSpace CEU

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—Siempre es esto mejor que lo que antes se hacía de visitarse por<br />

medio de un trozo de cartulina con el nombre y apellido de cada persona.<br />

Ahora al menos<br />

—¡Calla!—interrumpió doña Ruperta mirando el reverso del retrato,<br />

con el que estaba jugando maquinalmente.—Aquí hay algo escrito;<br />

veamos.<br />

Venancio palideció, y quiso arrancar el retrato de manos de su madre;<br />

pero ésta le rechazó suavemente sin dejar de mirarle á la cara, y le dijo<br />

con cierto retintín sarcástico:<br />

—Déjame que lo lea, puesto que es para mí el retrato de tu conocida.<br />

Y leyó en voz alta lo siguiente:<br />

Señor ó señora: Os saludo respetuosa, cordial y sinceramente, y no<br />

olvidaré nunca esta primera entrevista que me proporciona el placer de<br />

conoceros y ofreceros mis servicios. Contad siempre con mi inutilidad,<br />

como yo me lisonjeo de contar desde <strong>hoy</strong> con la vuestra.<br />

—Esta última galantería vale cualquier dinero—dijo doña Ruperta.—<br />

Si semejante barbaridad se le hubiera escapado á un provinciano habría<br />

habido un escándalo en la corte.<br />

El joven amante respiró con tranquilidad, porque apenas hubo empezado<br />

á leer su madre, comprendió que aquellas líneas eran una jaculatoria<br />

estampada por el fotógrafo ai respaldo de todas las tarjetas de visita,<br />

como la fórmula gráfica de semejantes ceremonias; pero no le llegaba la<br />

camisa al cuerpo pensando en que de un momento á otro debía de venir<br />

Safo, y todo se perdía si antes no lograba enterar á su madre de lo que<br />

pasaba. Para engañarla le faltaba valor.<br />

Y en estas y las otras, el tiempo que era corto y la cosa larga de contar,<br />

sonaron las tres, y en el acto, gracias á la puntualidad característica<br />

de la época, entró un camarero diciendo:<br />

—En vuestro cuarto espera una joven.<br />

—¡Otra!—exclamó doña Ruperta.<br />

—No, señora—dijo Venancio todo aturdido;—es la misma.<br />

—¿Y á qué viene aquí esa mujer? Anda, anda, ve á recibirla y vuelve<br />

aquí al momento para que hablemos como corresponde. Nunca hubiera<br />

creído lo que estoy viendo. Yo no puedo continuar más tiempo en este<br />

hotel, y tú, si fueras como debías, no hubieras consentido en tenerme<br />

aquí para presenciar semejantes enredos.<br />

—¡Madre mía!—gritó Venancio, arrojándose á los brazos de doña Ruperta.—¿Qué<br />

está usted diciendo? Yo no tengo trapisondas de ninguna<br />

clase ni he hecho nada de que deba avergonzarme. Toda mi falta consiste

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