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hoy y mañana - DSpace CEU

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trimonio de Norma, era directo desde Madrid á la capital de Dinamarca;<br />

pero verdaderamente directo, sin escala en ningún punto, ni detención<br />

alguna para tomar agua y hacer carbón y mudar la máquina, ni ninguna<br />

de esas trabas que <strong>hoy</strong> hacen, indirectamente, que no sea directa ninguna<br />

expedición de ferrocarril.<br />

Ni tomaba ni dejaba viajeros, ni se paraba en las aduanas, ni cambiaba<br />

de vía, ni engañaba á nadie enseñándole comidas que sólo había de tener<br />

tiempo para pagar, ni hacía otra cosa que devorar distancias con una velocidad<br />

tan regular y tan constante que los mismos viajeros que se movían<br />

apenas sentían el movimiento. Y sin embargo, á pesar de no moderar<br />

su velocidad al cruzar por delante de las estaciones atravesándolas al<br />

paso, como hacen <strong>hoy</strong> con ridicula solemnidad los trenes del ferrocarril,<br />

acusaba su peso bruto en todas ellas, marcaba el número de viajeros que<br />

llevaba, y hasta declaraba en las aduanas, no los géneros de ilícito comercio,<br />

que ya no hay comercio que no sea lícito, ni los de libre entrada, que<br />

ahora la libertad no tiene aranceles ni tarifas, sino los efectos todos de<br />

cualquier clase que fueran, como dato curioso para la estadística internacional.<br />

Venancio, que sin ver cómo ni saber cuándo se encontró incrustado<br />

en aquella confortable masa elástica, teniendo á Safo á su izquierda y á<br />

Norma á su derecha, los tres solos en un departamento que, como todos<br />

los del tren, se hubiera estirado hasta contener veinticuatro personas si<br />

hubiese sido necesario, ó encogido hasta albergar una sola, no podía medir<br />

la distancia que iba recorriendo y miraba con espanto el reloj eléctrico<br />

que marcaba por cuartos de segundo los kilómetros, leyendo con<br />

verdadero terror los nombres de las poblaciones que iba cruzando.<br />

Ó no se movían apenas y aquella verdadera linterna mágica era una<br />

ilusión fantástica, ó cabalgaban en alas del demonio con una rapidez increíble.<br />

Las almas de los condenados, que su abuela le decía haber visto<br />

volar atadas á las escobas en que cabalgaban las brujas, no iban tan de<br />

prisa como él, á ser verdad que se encontraba en aquellos lugares cuyos<br />

nombres iban apareciendo en el techo con una velocidad de que no había<br />

ejemplo. Y no olvides, lector, que Venancio no estaba entonces tan atrasado<br />

como tú lo estás ahora, porque tú mismo le has visto ir y venir por<br />

el patín eléctrico, y volar por los aires en el balancín y con las alas del<br />

amor, y aun andar á flor de tejado en los ómnibus de la gran compañía<br />

aerostática; pero ¿qué tiene que ver la velocidad de los globos con la de<br />

la electricidad?<br />

La marcha de un electrocarril no se parece á nada. Desde una vía férrea<br />

á una vía eléctrica hay mil veces más distancia que desde una carreta<br />

serrana á un ferrocarril.<br />

TOMO III 13

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