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hoy y mañana - DSpace CEU

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—Dudo porque sería una extravagancia pensar que eso es posible. Yo<br />

bien sé que hace algunos años ciertas provincias marchaban algo más<br />

atrasadas que otras; pero nunca tanto. Y sobre todo, desde que los telégrafos<br />

y los electroimanes y los globos han cruzado el mundo, ya no hay<br />

un rincón que no esté civilizado. De un extremo á otro de las naciones<br />

corre <strong>hoy</strong> la ilustración.<br />

—Y como va con demasiada rapidez—dijo Venancio—no se para en<br />

los puntos intermedios, y éstos tienen la dicha de estar en algunas cosas<br />

como en el siglo pasado.<br />

—jBah! ¡Eso no es posible!—dijo Safo.—Vuestras exageraciones me recuerdan<br />

un artículo que apareció días pasados en un periódico pretendiendo<br />

probar que el espíritu de asociación, las ideas centralizadoras y la rapidez<br />

de la locomoción establecían una diferencia de cultura de más de<br />

cien años entre unos pueblos y otros de una misma nación.<br />

—Pues ese periodista es un sabio; y si queréis verlo por vos misma^<br />

idos á los puntos que os indicaré de España, no en globo ni por el alambre<br />

eléctrico, sino en elementos de menos velocidad, y allí veréis, entre<br />

otras cosas, que las mujeres se casan sin anunciarse en los periódicos y<br />

sin que intervenga en los matrimonios ningún corredor de número, como<br />

al parecer sucede en Madrid.<br />

—¿Y quién garantiza esos contratos?—preguntó Safo.—¿Quién responde<br />

de que los contrayentes tienen la renta que dicen y el genio y las demás<br />

prendas de que se enamoraron mutuamente?<br />

—Señorita, si no sois vos la que os estáis divirtiendo conmigo, si de<br />

veras creéis lo que estáis diciendo, callad por piedad, yo os lo suplico, y<br />

no me quitéis la ilusión con que he venido aquí ciegamente enamorado.<br />

— Sea como queráis, ya callo; pero permitidme que os haga notar<br />

vuestras mismas contradicciones. Si confesáis que estáis enamorado de<br />

una ilusión, ¿cómo queréis que yo tenga confianza en vuestro amor? Desengañaos,<br />

amigo mío, y os doy con sinceridad este título: el mundo de<br />

las ilusiones no ha existido jamás sino en la mente de los poetas.<br />

—Pues qué, ¿creéis que el amor no es la fuente de toda poesía?<br />

—Una cosa es el amor y otra es el matrimonio. Yo amo al prójimo<br />

como á mí misma, y en este punto creo que no tendréis nada que enseñarme;<br />

pero si para unirse á un hombre no se consultara nada más que<br />

el amor, ¡bueno andaría el mundo!<br />

Venancio estaba tan trastornado con lo que oía, que por más empujones<br />

que le daba el corazón para que entrase por todas, quiso oir un momento<br />

á su cabeza, deseoso de que le aconsejara en razón lo que debía<br />

hacer, cuando vio que Safo, bajando la vista y metiendo la voz debajo<br />

del facistol en que estaba reclinada, dijo:

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