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hoy y mañana - DSpace CEU

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zón á toda vela, atravesó el vestíbulo del templo en que vivía su amor, y<br />

sin hacer caso de la portera, que también á él le pareció que no se cuidaba<br />

de él, se sentó en un confortable diván, en cuyo respaldo se leía el nombre<br />

de la señora de la casa; y con la rapidez del pensamiento se halló trasplantado<br />

al piso principal y de pie en una gran sala, donde con una pausada<br />

cortesía le saludó una dama que á él le parecía señora muy principal,<br />

hasta que parándose á leer la tarjeta de porcelana que ostentaba en el<br />

brazo derecho, vio que decía: Portera de cámara.<br />

Contestó Venancio con una ligera inclinación de cabeza y sin decir<br />

una sola palabra ni dar un paso, mientras la portera, que le miraba con<br />

asombro, le repitió la cortesía y aun le hizo tres seguidas con mayor<br />

pausa y ceremonia, hasta que por fin le dijo:<br />

—Si no tenéis la bondad de decirme qué saludo os corresponde, no<br />

acabaremos nunca.<br />

—Ninguno—contestó Venancio;—yo soy un simple particular que viene<br />

á ver á la señora.<br />

—¿Pues por qué no pasáis adelante?—replicó la portera de cámara un<br />

tanto enfada y sentándose con marcada grosería, como si quisiera borrar<br />

las cuatro cortesías que le hizo cuando le creyó un sujeto de lo más principal<br />

de la corte.<br />

—Quisiera saber si está visible—elijo Venancio.<br />

—¡Visible!—exclamó la portera;—si no sois ciego, visible estará. ¡Vaya<br />

una pregunta!<br />

—¿Pero recibe?<br />

—Todo lo que le traigan—contestó la portera sonriendo.<br />

—Pues haced el favor de anunciarme, decid que está aquí<br />

—Caballero—dijo la portera un tanto incomodada,—aquí no puede<br />

estar nadie. Si no pasáis inmediatamente adelante, idos al punto. Esta es<br />

la antecámara de los saludos y podría llenárseme de gente si me detuviera<br />

á contestaros. Por otra parte, si yo entrara y saliera á llevar recados abandonaría<br />

mi puesto de honor y los que vinieran tendrían que esperar ó pasar<br />

sin que nadie les saludara.<br />

—Perdonad, señora portera de honor—dijo Venancio con amabilidad<br />

respetuosísima, inspirada por la pasión que sentía hacia el ídolo de su<br />

amor;—yo soy forastero y no conozco las costumbres de la casa.<br />

—Si sois forastero—repuso la portera con dulzura,—la hospitalidad<br />

me impone el deber de trataros con consideración. Ya me parecía á mí que<br />

no os había visto nunca, porque me precio de ser fisonomista, y aunque el<br />

álbum de la casa tiene muchos tomos me le sé de memoria.<br />

—¿Qué álbum?—preguntó Venancio.<br />

—El de las visitas de la señora. Como sois forastero no sabréis, aunque

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