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hoy y mañana - DSpace CEU

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Con la sacramental muletilla de y sin perjuicio de dar cuenta á las<br />

Cortes, dispuso y empezó desde luego las obras, la construcción de ocho<br />

magníficos edificios para cada uno de los ocho ministerios; marcó el terreno<br />

que había de ocupar el gran palacio que con el tiempo se construiría<br />

para la representación nacional; emprendió la edificación de dos plazas<br />

de toros, al Norte y al Sur de la población, y todas las oficinas y<br />

establecimientos públicos los fué desparramando á tal distancia los unos<br />

de los otros, que los periódicos, influidos por el empleado que veía alejarse<br />

demasiado la mesa redonda de su familia, ó por el agente de negocios<br />

que presentía la necesidad de montarse sobre ruedas para servir á<br />

sus clientes, empezaron á declamar contra la que llamaban monomanía<br />

sillar del ministerio.<br />

Pero éste seguía con ardor las obras comenzadas; las cuales difícilmente<br />

se habrían suspendido porque estaban contratadas y los que las tenían<br />

á su cargo contestaban á los periódicos aumentando de día en día el número<br />

de los jornaleros. Circunstancia esta última que dio mucho que hacer,<br />

demasiado que pensar y no poco que discutir á las altas capacidades<br />

de los partidos políticos; porque aunque el gobierno había concedido á<br />

los pueblos el derecho de reunión, como él se anticipaba á reunirlos, no<br />

en sociedades patrióticas, sino en obras públicas y en talleres industriales,<br />

el derecho de reunión venía á ser, políticamente hablando, una letra<br />

muerta.<br />

Por no volver muy atrás la vista, haciendo un paréntesis retrospectivo<br />

demasiado extenso, no me detengo á narrar uno por uno todos los sucesos<br />

ocurridos en ese período importantísimo del último tercio de este<br />

siglo, y á fe que el lector había de agradecérmelo, porque sólo viendo todos<br />

los detalles de esa regeneración monumental del Madrid de 1850 en<br />

el de 1899, es como puede apreciarse todo el talento y todas las grandes<br />

cualidades de aquel gran ministro, que ha pasado á la posteridad con el<br />

apodo de Chirivitas el Yesero, tomado de uno de los más célebres sainetes<br />

de D. Ramón de la Cruz.<br />

Su primer decreto sobre la propiedad urbana, en cuyo preámbulo se<br />

condenaba con frases durísimas á las administraciones anteriores, que<br />

bajo el absurdo pretexto de la utilidad pública habían atropellado la utilidad<br />

privada, de donde nace la utilidad colectiva, fué recibido con gran<br />

aplauso por toda clase de gentes y con especialidad por los caseros de<br />

Madrid, que creyeron ver crecer el valor de sus fincas al leer, entre otros,<br />

los dos siguientes párrafos:<br />

«Parricidas, sí, parricidas son los pueblos que derriban los monumentos<br />

de sus mayores. No hay edificio alguno, por pequeño y miserable que<br />

sea, que no encierre dentro de sí una historia sagrada digna del respeto

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