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hoy y mañana - DSpace CEU

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el reloj, y con más razón que Cervantes digo despue's de mirar la hora:<br />

La del alba sería cuando Venancio, apartándose bruscamente del fabricante<br />

de agua de Colonia y perdiendo de vista la manifestación popular<br />

y el retrato que iba á la cabeza de ella y que á tal punto trastornó la<br />

suya, se dio á vagar por las calles sin rumbo ni dirección fija, viéndose á<br />

cada instante cercado de vendedores ambulantes que le ofrecían toda<br />

clase de objetos, no de madrugada, como los antiguos buñuelos y el cafó<br />

caliente y las verduras, ó cualquier otro de aquellos comestibles y bebestibles<br />

cuyo ronco pregón era en el suelo lo que el trinar de los pájaros<br />

en el aire.<br />

Ofrecíanle, por el contrario, cicerones metálicos para que acertara á<br />

encontrar su casa, alas de Morfeo para que se fuera volando á la cama,<br />

y le entregaban á centenares los prospectos de otras tantas alcobas higiinicas<br />

y económicas; viéndose cada vez que pasaba por una de estas inmensas<br />

camas redondas en grave compromiso para no caer en la tentación<br />

de echar su cuerpo á dormir.<br />

Ya se ve, andaba tan despacio y con un aire tal de distraído, que todos<br />

le adivinaban su cualidad de forastero y á todo trance querían hacerle su<br />

parroquiano.<br />

Si alzaba la vista al cielo se veía cercado por diez ó doce personas de<br />

ambos sexos, que á porfía querían ponerle un par de alas debajo de los<br />

brazos; si bajaba los ojos acudían otras tantas á enseñarle la estación de<br />

un electrócarril subterráneo; si volvía la cabeza hacia la izquierda le<br />

ponían en la mano veinte billetes para otros tantos salones de baile, y si<br />

angustiado de tanta solicitud corría hacia la derecha, le seguían una multitud<br />

de gentes para ofrecerle, el uno, asiento en el GRAN FAETÓN DE LA<br />

AURORA, desde donde se ven cómodamente todos los misterios de la madrugada;<br />

el otro, el último billete que le quedaba para asistir al GLOBO<br />

DE LOS ASTRÓNOMOS y presenciar la retirada de las estrellas, y más de<br />

uno le dijo si quería que le sacara vistas albográficas de todos los secretos<br />

de la aurora.<br />

Afortunadamente Venancio, que iba demasiado en sí mismo para pensar<br />

en los demás, no oía la mitad de aquellos gritos ni escuchaba la<br />

mayor parte de tan extravagantes ofrecimientos, y seguía marchando sin<br />

saber adonde iba ni ocuparse de averiguar en dónde se encontraba;<br />

hasta que sin que él pudiera darse razón de lo que le ocurría, se halló en<br />

un aposento elegantísimo, frente á una lámpara de luz melancólica, sentado<br />

en una cómoda butaca y al pie de una cama colgada con un lujo<br />

exquisito.<br />

Y fué que cansado de dar vueltas y viendo á la puerta de un gran<br />

edificio de planta baja un parque lindísimo con sillas de varias clases.

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