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hoy y mañana - DSpace CEU

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adjudicación del premio. Del mismo modo la mujer que ha velado la víspera<br />

de su boda cae rendida de dolor, y duerme la noche en que se le<br />

acaba de morir un hijo.<br />

Por esto la madre del hidalgo extremeño, aunque daba vueltas en la<br />

cama, al parecer disgustada de no poder reconciliar el sueño, gozaba estando<br />

despierta el placer de haber encontrado á su hijo y de hallarle con<br />

la investidura de diputado. Y como estos pensamientos la eran tan halagüeños,<br />

un secreto impulso egoísta la hacía estar despierta para seguirlos<br />

gozando.<br />

Algo la atormentaba el deseo de saber dónde había estado Venancio<br />

mientras ella llegaba á Madrid y corría diligente en su busca, pero temía<br />

preguntárselo.<br />

No sé yo si ella había leído alguna cosa en el semblante de su hijo, ó<br />

si obraba sólo inspirada por ese instinto, egoísta también, que hace preferible<br />

la duda cuando se recela un desengaño (instinto que en las madres<br />

tiene todas las apariencias de una doble vista, cuando tratan de sondear<br />

el corazón de su hijo); pero es lo cierto que nada quiso preguntarle directamente,<br />

ahorrándole así la pena de engañarla con una mentira ó la de<br />

disfrazar cuando menos la verdad. Porque creer y pensar que el enamorado<br />

mancebo tuviese valor para decir de buenas á primeras á su madre<br />

que estaba enamorado y que no había salido á recibirla por irse de la<br />

Ceca á la Meca, á solas con su amada, sería un disparate.<br />

Si doña Ruperta no pudo cerrar los ojos al sueño, otro tanto hizo Venancio,<br />

pensando, no en la manera de revelar á su madre lo ocurrido,<br />

sino en la de preparar el terreno de manera que algún día fuese posible<br />

aproximar dos almas tan distintas como la de Safo y la de doña Ruperta,<br />

sin que chocaran al verse juntas, causándole á él la muerte con el<br />

choque.<br />

Porque aunque ya sabes, lector, cuan grande era su pasión, no lo<br />

era tanto que le quitase el conocimiento de lo que sucedería al verse por<br />

primera vez aquellas dos mujeres para él igualmente queridas. En cuanto<br />

á su madre, sin ver á Safo, con sólo saber que se había ido á solas con<br />

su hijo por esos mundos de Dios, puedes figurarte lo que habría pensado<br />

de ella.<br />

Harfo lo sabía Venancio, y por eso guardó el más profundo misterio<br />

acerca de lo ocurrido, á pesar de que la mujer con quien volvía de Dinamarca<br />

no era la misma con quien salió de Madrid. Safo había cambiado<br />

mucho; el amor la tenía próxima á ser lo que ambicionaba su amante,<br />

pero ni siquiera en camino de comprender lo que doña Ruperta exigiría<br />

de la que aspirase á ser su nuera. ¡Podía esta señora haberla visto medio<br />

desnuda debajo de una túnica blanca dictando novelas, ó vestida de

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