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hoy y mañana - DSpace CEU

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estaba enamorado, sino una copia de ella, poetizada por el mismo Apolo<br />

y retocada por las nueve hermanas, y quedó absorto al verla.<br />

Una larga y elegante túnica de tul blanco descubría los bellos contornos<br />

de su hermoso cuerpo, sin que fuera fácil señalar dónde empezaba ni<br />

dónde concluía el traje, porque no era el cutis menos blanco que la ropa;<br />

y vista la blancura de las manos era imposible saber si un pie que asomaba,<br />

de no poco tamaño por cierto (y esto te probará, lectora, mi imparcialidad),<br />

estaba calzado ó desnudo.<br />

En las cuatro ochavas del gabinete había otros cuatro atriles ó facistoles,<br />

en los cuales se reclinaban también de pie y también vestidas de<br />

blanco cuatro jóvenes que escribían á la voz lo que les dictaba Safo; la<br />

cual hizo señas á Venancio, no para que se sentara, que no había donde<br />

hacerlo, sino para que la permitiera concluir lo que tenía comenzado, y<br />

dictó lo siguiente:<br />

Be cómo la pasión de los celos se conservó en los corazones algún<br />

tiempo después de haberse suprimido las celosías de los edificios y los<br />

celadores de barrio.<br />

Ojos pardos, cabellos negros, peinado de erizo, patilla corrida,<br />

frac de manga de jamón, cuello de bombé alto, pantalón corto con trabillas<br />

largas, chaleco y guantes amarillos. (Véase el retrato de un procurador<br />

á Cortes en 1836.)<br />

Dos capítulos de mirada retrospectiva. El primero relleno de consideraciones<br />

economistas y cálculos estadísticos, y el segundo de reflexiones<br />

de alta filosofía alemana.<br />

Basquina de estameña muy estrecha y negra, manga muy justa. El<br />

diálogo que tiene con el fraile en el confesonario ha de suponerse que no<br />

lo oye nadie.<br />

Aunque á Venancio le parecían pocos todos sus sentidos y los consagró<br />

enteros á la contemplación extática de la divinidad que tenía delante<br />

de sí, todavía le permitió el oído hacerse cargo de algunas de las<br />

palabras, que con pasmosa rapidez dictó Safo á las cuatro jóvenes escribientes<br />

ó secretarias, y á no ser porque todo en ella le parecía bien hecho,<br />

hubiera creído que su juicio no estaba muy en su lugar.<br />

Pero ya te he dicho, lectora, y si no te lo he dicho es porque habré<br />

pensado que lo sabrías por ti propia, que los verdaderos enamorados no<br />

tratan do poner el ídolo de su amor á su imagen y semejanza, sino que<br />

le aman tal cual es, hasta que logran ser con él una misma cosa. Por eso<br />

D. Quijote se rió de que Sancho le dijera que Dulcinea del Toboso estaba<br />

ahechando trigo descalza de pie y pierna, y Venancio cree que su oído<br />

no sabe lo que se pesca cuando le repite la ensalada de palabras que<br />

acabo de copiar, á las cuales añadió Safo las siguientes:

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