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hoy y mañana - DSpace CEU

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Figúrate, lector, cuan grande no sería el asombro de la pobre señora<br />

al abrir los ojos en una bóveda altísima, toda empapelada y cubierta con<br />

anuncios y carteles de gran tamaño y de mucho lujo, con tiendas á izquierda<br />

y derecha, en las que había, para comodidad dolos compradores,<br />

muebles confortables, espejos magníficos y alfombras que hacían innecesaria<br />

la recogida de los vestidos. Imagínate cómo se quedaría al observar<br />

que lejos de verse obligada á marchar á pie, entre charcos y suciedades,<br />

bajando la cabeza para no tropezar con ella en el techo, subía en un tren<br />

de gran velocidad, con coches de gran lujo, viendo á cada paso cruzar<br />

otros trenes por ambos lados de la vía y gentes á pie por las aceras ó<br />

pretil del túnel; siendo éste más ancho y espacioso que las antiguas carreteras<br />

de Castilla. Ponte, lector, por un momento en su lugar, y dime<br />

si no tuvo razón para estregarse los ojos, y mirando á su hijo con verdadero<br />

asombro decirle:<br />

—¿Pero qué es esto, hijo mío, qué es esto? ¿Dónde estamos?<br />

—Cruzando el último arrabal de la corte. Ya vamos á entrar en el<br />

centro de la población, y allí nos apearemos para que vea usted despacio<br />

lo que es esta población que está debajo de la que ve usted todos los días.<br />

—Estoy aturdida; me dan miedo estas cosas.<br />

—No tenga usted cuidado. Lo admirable de esto es que apenas ocurre<br />

un hundimiento ni un choque de trenes.<br />

' —Mi miedo no es sólo por eso—dijo doña Ruperta,—sino porque me<br />

asusta que el hombro sepa tanto. Esto no puede parar en bien. Desde que<br />

estoy en Madrid no ceso de pensar en la torre de Babel. Así debieron de<br />

empezar aquellos hombres á irritar la cólera divina.<br />

Á Venancio le pareció que su madre no iba muy fuera de razón en lo<br />

que decía, y guardó silencio hasta que, después de atravesar varias estaciones<br />

en las que entraban y salían viajeros de todas clases y condiciones,<br />

llegaron á la central, que cae debajo de la antigua Puerta del Sol y tiene<br />

casi las mismas dimensiones, aunque no la forma irregular de esa plaza.<br />

Es perfectamente circular, y así el local de la estación que ocupa el centro<br />

como el pretil que corre alrededor, y las tiendas, almacenes y otros<br />

grandes locales que forman el circuito, están marcados por columnas de<br />

hierro, gruesas, pero elegantes, que á la vez que sirven de estribos de entibación<br />

en el túnel, le embellecen extraordinariamente, formando un<br />

grandioso laberinto.<br />

Alzó doña Ruperta los ojos al cielo en busca de la luz del día que entraba<br />

por la gran claraboya del centro, y no pudo articular una sola palabra.<br />

Sus criados hacían bastante con tenerse de pie, temblándoles corno<br />

les temblaba todo el cuerpo, y únicamente Venancio, que sabía darse razón<br />

de lo que veía, cogió del brazo á su madre y le dijo:

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