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hoy y mañana - DSpace CEU

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derando las ventajas y excelencias de las delegaciones personales, y ni<br />

asomó á sus labios la risa al oir los títulos de los periódicos funerarios, ni<br />

interrumpió con pregunta alguna la impertinente charla de aquel hombre,<br />

que continuó citando diferentes casos en que él había representado dignamente<br />

á sus comitentes, suplantando padres, remedando hermanos y<br />

fingiendo amigos. Pero la distracción del joven extremeño era aparente,<br />

porque no sólo oía cuanto decía el maestro de ceremonias, sino que su<br />

semblante se fué animando á medida que iba comprendiendo que el hombre<br />

podía multiplicarse para atender á muchas cosas á un tiempo; y fijando<br />

su vista á la vez en la carta de Safo, que le citaba, como sabe el lector,<br />

para las doce de aquella <strong>mañana</strong>, y en el reloj, que marcaba las diez y<br />

media, exclamó con aire de verdadera exaltación:<br />

—¡Conque es decir, que yo puedo asistir á la comida electoral y salir<br />

cuatro horas antes para la Laponia y estar á la vez en Madrid para recibir<br />

á mi madre!<br />

El maestro de ceremonias no comprendió que aquella exclamación era<br />

una consulta que á quemarropa le hacía Venancio, y le miró con cierto<br />

aire de extrañeza y aun con algo de lástima, como si la sospecha que había<br />

concebido de que aquel huésped no estaba muy en su juicio recibiera una<br />

completa confirmación. Pero el joven extremeño repitió la pregunta exigiendo<br />

una respuesta, y el diplomático, tomando un aire de seriedad verdaderamente<br />

ridicula, dijo:<br />

—Caballero, me honráis demasiado con vuestra confianza; pero ya os<br />

he dicho que el hotel tiene mentores para esta clase de consultas, y yo no<br />

sé si debo<br />

— Yo quiero que seáis mi mentor en este asunto—dijo Venancio.<br />

—Mil gracias, caballero, pero os advierto que cuando se extienda la<br />

cuenta de la consulta no extrañéis que se haga constar que á instancia<br />

vuestra he funcionado como tal mentor. Y no lo digo porque me falte capacidad<br />

para desempeñar este cargo, sino porque aquí nos respetamos mucho<br />

los unos á los otros y no quisiera sentar plaza de entremetido ni quitar<br />

á nadie sus honorarios.<br />

— Sea como gustéis—repuso Venancio cada vez con mayor exaltación,<br />

como si la carta de Safo, que no soltaba de la mano, le trastornase los<br />

sentidos;—pero no perdamos el tiempo y decidme qué debo yo hacer en<br />

este caso.<br />

—¿En qué caso?—preguntó el maestro de ceremonias.—Hablad; que por<br />

lo que he podido comprender, se trata de que tenéis tres cosas que hacer<br />

casi á la misma hora.<br />

—Justo y cabal—dijo Venancio con alegría y pareciéndole un verdadero<br />

oráculo el maestro.—¿Cómo se hace para no faltar á ninguna?

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