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hoy y mañana - DSpace CEU

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Y en prueba de ello, allá te va, lector, un ligero retrato de la población<br />

de Madrid en 1899.<br />

En el pronunciamiento de agosto de 1871, que no era el primero ni<br />

el segundo de aquel año, salió á luz en España un hombre cuyo nombre<br />

he olvidado, y lo siento, el cual hablaba poco, y este poco tan mal que<br />

aún parecía menos; pero que tenía un gran talento práctico, aunque tampoco<br />

sé cómo las gentes se enteraron de ello, y ese hombre fué la base y<br />

el fundamento de las grandes mejoras que en pocos años han visto realizadas<br />

los vecinos de la capital.<br />

Cansado el pueblo de correr tras de los habladores y de adorar á los<br />

charlatanes, pensó en un arrebato de locura echarse en brazos de los mudos;<br />

pero educado en el gobierno del justo medio, quiso hacer antes un<br />

ensayo con los tartamudos, y he aquí el origen de la popularidad de aquel<br />

hombre que se expresaba con trabajo, que leía con dificultad y que escribía<br />

á duras penas. Pero sus prendas de carácter eran excelentes, y era tal<br />

su llaneza, que aun cuando se halló en el pináculo del poder, siempre recibió<br />

y trató á todos con agrado, y apenas entraban á verle las gentes,<br />

cuando se apresuraba á decir: «Cúbransen ustedes y asiéntensen ustedes,<br />

que aquí todos sernos de confianza y á mí me ripunan las cirimonias.»<br />

Nombrado presidente del Consejo de ministros, en cuyo puesto dijeron<br />

algunos maldicientes que le sobrarían ocasiones de cultivar su propio<br />

idioma, y revestido hasta cierto punto de facultades discrecionales, merced<br />

al aura popular de que gozaba, se llevó á su lado para los ocho ministerios<br />

ocho hombres de los primeros espadas del Parlamento; los ocho más<br />

elocuentes y hasta más locuaces políticos que había en España. Encargó<br />

á cada uno de ellos que le hiciera un par de proyectos de ley de lo más<br />

liberal de que hubiera ejemplo en ningún país de Europa y aun capaces<br />

de competir con los de las repúblicas americanas, y su primer decreto<br />

fué para decir que mientras se reunían las Cortes, y cargando el gobierno<br />

desde luego con la responsabilidad de todo, declaraba libres el derecho<br />

de reunión y el de petición, y suprimía la previa censura y el depósito<br />

de los periódicos, y daba otra clase de libertades por el estilo.<br />

El pueblo enloqueció de júbilo, la popularidad del presidente del Consejo<br />

rayó en delirio; y él mientras tanto, ¡quién lo diría!, mientras sus compañeros<br />

de gabinete trabajaban con ardor en la confección de las nuevas<br />

leyes liberales y el pueblo cantaba ditirambos á la libertad y los periódicos<br />

antiguos ponían el grito en los cielos porque, suprimido el depósito,<br />

cada día venía un nuevo colega á hacerles la competencia, el presidente<br />

del Consejo ejercía el modesto oficio de albañi!, no derribando, sino construyendo.

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